LAS MIGRACIONES DE LOS CAMPESINOS EN EL PERÚ Y EL INFORMALISMO
cesarlepetitEnsayo3 de Diciembre de 2016
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INTRODUCCIÓN
El proceso de urbanización en nuestro país se desencadenó con las grandes migraciones del campo a la ciudad que, si bien comenzaron un poco antes, están registradas por los estadistas a partir de 1940. En Lima, entre ese año y 1981 los migrantes aumentaron 6 veces de 300,000 a 1´900,000.
En el presente ensayo el autor, pretende dar a conocer cómo es que se produjo el proceso de migración de los campesinos de nuestra sierra hacia la ciudad de Lima, se da a conocer las causas que motivaron este fenómeno. Asimismo las hostilidades que enfrentaron los migrantes al llegar a Lima, donde incluso se pretendió dar leyes a fin de evitar la migración de peruanos de pueblos andinos hacia Lima, algo que afortunadamente no fue aceptado por los legisladores de la época.
Es esa marginación que obligó a muchos campesinos a que emigren a Lima y en atención a sus propias necesidades básicas, busquen una vivienda y para ello invadieron terrenos ubicados en las faltas de los cerros, descampados, arenales, y terrenos urbanos con propietarios descuidados. Además Los migrantes se dieron cuenta que tenían que competir contra las personas y contra el sistema.
Todo esto originó que estos migrantes tengan que crear un nuevo fenómeno que fue el del INFORMALISMO, que se dio en búsqueda de que el Estado no los atendía y ellos querían subsistir por lo que se atrincheraron en calles creando la venta ambulatoria, en otros negocios siempre buscaron la ilegalidad con el fin de realizar sus actividades, reemplazando para ello al Derecho oficial con su propio derecho e instituciones.
El realizador de este trabajo queda satisfecho con la realización del mismo, por cuanto está seguro que ayudará a tomar una idea de cómo se dio el fenómeno de la migración andina en Lima
LAS MIGRACIONES DE LOS CAMPESINOS EN EL PERÚ Y EL INFORMALISMO
En el Perú se dio un desborde de la sociedad de masas frente al Estado y al Perú oficial, este proceso se dio en base a dos procesos afectaron la configuración y modernización: el primero el acelerado proceso de urbanización y la segunda la propagación de una dinámica insólita que afecta toda la estructura social, económica, política y cultural.
La población indígena migró a la ciudad porque se sentían marginados en las haciendas, que eran grandes tierras monopolizadas, propiedades de los gamonales, los campesinos eran la mano de obra. Los campesinos tenían costumbres milenarias de sus ancestros los incas. En este tiempo se desarrollaban grandes haciendas en costa norte y central y buenas inversiones en el sector minero
Entre 1940 y 1966 se dio un crecimiento económico al duplicarse el ritmo anual, esto estuvo asociado a un cambio notorio de las estructuras sociales, económicas y políticas del país[1].
Las tensiones internas derivadas de la concentración monopólica de la tierra, el incremento de la población en las reducidas y pobres comunidades, la marginación política y social y el mantenimiento de los tradicionales sistemas de poder no se podían contener y daban dos alternativas: un reordenamiento de la tenencia de la tierra y las relaciones económicas y sociales del agro; o una masiva migración de los campesinos que aliviara dichas tensiones sin que se modifique las estructuras que existían. La primera opción fue diferida y se optó por la migración que fue más accesible por sus costos y por la factibilidad.
En 1940 se dio inicio a la gran migración de los campesinos provincianos a la costa y principalmente a Lima, lo que se vio facilitado porque se habían construido vías de comunicación y por las transformaciones económicas que se dio en nuestro país. El auge económico se dio por la segunda guerra mundial y por la guerra de Corea (1950). La política de modernización del presidente Odría permitió el incremento de las inversiones gubernamentales en obras públicas. Hacia 1950 se cambió el sistema de comunicación de caminos de herraje a pistas asfaltadas. Asimismo en este período se difundió la radio que aceleró la intercomunicación entre los pueblos, caseríos y comunidades con las ciudades provincianas y las capitales de departamento.
Se puede decir que es innegable la tendencia a la disminución de la población rural, que expresa no sólo fenómenos demográficos sino, el creciente deterioro del campo, el incremento de tierras eriazas, el estancamiento y hasta repliegue de la frontera agrícola: pocas tierras y deficientemente utilizadas.
Entre 1940 y 1981 la población urbana casi se quintuplica (de 2,4 a 11,6 millones) en tanto que la rural apenas aumenta en un tercio (de 4,7 a 6,2 millones). Así mientras que en 1940 la rural constituía el 65 % de la población total y la urbana el 35 %, en 1981 estos porcentajes se invirtieron, esto significa que en 1940 dos de cada tres peruanos vivían en el campo y que, en 1981 dos de cada tres viven en las ciudades.[2]
El auge de las exportaciones y el crecimiento de las importaciones requirieron mayor número de mano de obra. La miseria de los campesinos y la difusión en los medios de comunicación sobre los elevados niveles de vida en la capital y principales ciudades consolidaron la corriente migratoria hacia la ciudad.
Esa población pasó andina paso en los últimos cincuenta años del siglo XX a ser parte del conglomerado urbano, y a pesar de la reforma agraria de 1969 y de la crisis económica de 1970 no disminuyó las intenciones migratorias de los campesinos peruanos.
En el período desde el año 1956 a 1985 el crecimiento de la población de la ciudad de Lima fue sorprendente. A fines de 1983 el número de pueblos jóvenes era de 598 constituyendo el 36,4 % de la población total de Lima Metropolitana[3] . La ciudad peruana dejó de ser el pequeño lugar familiar que todos conocían para transformarse en una populosa metrópoli impersonal, de barrios nuevos y desconocidos.
En 1970 la crisis económica disipó la ilusión desarrollista, en la cual la nueva masa urbana de los asentamientos humanos y pueblos jóvenes quedó abandonada a media integración ante una insuperable barrera económica, social y cultural; esto se vio aunado a que dicha crisis disipó la ilusión desarrollista por lo que el Estado se vio rebasado en su capacidad de control, planificación y ordenamiento por la escasez de los recursos económicos y porque la empresa ya no contrataba mano de obra.
La migración indígena hizo que la población urbana se quintuplique y que la ciudad se reorganice. Esta población al carecer de recursos invadió áreas libres en las ciudades y conformaron los denominados barrios populares, asentamientos humanos o barriadas. La invasión, se convirtió en un fenómeno social, primero urbano y después rural, con estas invasiones de predios urbanos se dio la era de la nueva contestación de masas. Las barriadas surgidas de las invasiones de predios urbanos fueron el punto de inicio de la informalidad en el Perú y luego se hará extensivo a todos los ámbitos de la sociedad.
El aporte de la migración al crecimiento de la capital es superior al número de los mismos migrantes, porque sus mujeres tienen una fecundidad mayor que las nativas y sus hijos tienen en Lima una tasa de mortalidad menor que en el campo. En 1981 Lima solo habría tenido una población de 1’445,000 habitantes en lugar de los 4’000,000 que fueron censadas. En ese año las dos terceras partes de la población limeña eran migrantes o hijos de migrantes, mientras que la tercera parte restante era propiamente de Lima.
Al llegar a las ciudades los migrantes encontraron un mundo hostil, porque si bien la sociedad formal les reconocía el derecho a la felicidad, nadie quería que ese “Perú profundo” bajase a las ciudades. Los programas de asistencia y desarrollo para tales áreas estaban dirigidos a que los campesinos progresarán ahí donde se encontraban, vale decir, fuera de las ciudades. Se quería que la civilización llegue al campo y no que los campesinos vengan a Lima a buscarla.
La hostilidad llegó a extremos, en los años 30 se prohibió la construcción de departamentos baratos en Lima, algunas personas señalaron que el presidente Manuel Prado a inicios de los 40 tomó una iniciativa que consistía en “mejorar la raza” y para ello estimulo la migración de escandinavos hacia las ciudades del país. En la legislatura de 1946 el senador Manuel Faura presentó un proyecto de ley para prohibir el ingreso de los provincianos a Lima. En la legislatura subsiguiente, el diputado Salomón Sánchez Burga formuló un pedido con Acuerdo de Cámara para crear un pasaporte de ingreso como obligación de los provincianos que quisiesen entrar a la capital.
Los migrantes descubrieron que eran numerosos, que el sistema no estaba dispuesto a admitirlos, que las barreras se multiplicaban, que había que arrancar cada derecho a un renuente statu quo, que estaban al margen de las facilidades y beneficios de la ley y que la única garantía para su libertad y prosperidad estaba en sus propias manos. .[4]
Con la migración aparecieron nuevas actividades que fueron reemplazando a las tradicionales, como nuevas viviendas que eran modestas y apiñadas en los alrededores de la ciudad, una multitud de talleres instalados en éstas, ambulantes vendiendo en las calles e incontrolables líneas e microbuses que aparecían de la nada. Vendedores de comida en la calle, trabajadores (obreros de construcción) que andaban con sus herramientas bajo el brazo. Poblaron los cerros y el desierto de la ciudad limeña, extendiendo rasgos arquitectónicos que derivan más de modelos serranos que europeos, como el techo a dos aguas y la teja. Se realizaron ceremonias asociadas a la construcción andina de viviendas, difundiéndose y adoptando formas urbanas, por ejemplo el llenado de casas y edificios se celebraba agasajando a los que participaron del trabajo. La nueva vivienda era bautizada con la tinka andina y la cruz de flores que corona la parte más elevada de la construcción. Talismanes y amuletos, especialmente vegetales, se empleaban para proteger la casa del mal y los ladrones pasaron a formar parte corriente de la religiosidad popular urbana. Los ambulantes al inicio eran desalojados pero posteriormente ante el gran número de ellos, la Municipalidad de Lima trató de formalizarlos, algo que no pudo conseguir.
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