La Alemania Nazi
lokadama20 de Abril de 2012
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LOS ORÍGENES DE LA ALEMANIA NAZI
Cecilia Soubelet
Universidad Nacional de La Plata (Argentina)
ceciliasoubelet@hotmail.com
Para comprender los orígenes de la Alemania nazi es necesario forjar un análisis de la ideología en su naturaleza primaria, además de estudiar la situación estructural y superestructural de un pueblo inmerso en la pobreza, el hambre, la desocupación y los anhelos por volver a los mejores tiempos. No es lícito atribuir los sucesos de doce años de historia sólo a la naturaleza de un personaje categorizado como “un demonio, un amo todo poderoso”, que presentaba patologías dignas de psicoanálisis. Si bien es cierto que el nazismo no puede estudiarse sin tomar en cuenta a su líder Adolf Hitler, también es verdad que la ideología fascista no ha nacido en el siglo pasado, durante el período de entreguerras. Este trabajo intentará esclarecer las causas del apoyo popular a un gobierno que propiciaba políticas de terror y de deber por sobre las libertades individuales, siempre tomando en cuenta la realidad social, política y económica que pudo hacer posible el advenimiento del Tercer Reich.
I. La Naturaleza del Fascismo
Ya en los años veinte, teóricos de la Comintern rotulaban al nazismo como una forma de fascismo engendrada por el capitalismo en crisis. Si bien es cierto que el nazismo nace como respuesta a una situación social que se estaba viviendo a nivel mundial, la ideología fascista debe remontarse a una realidad preliminar.
El fascismo es básicamente una doctrina distintiva del siglo XX, que mostró su lado más notorio en la década del treinta, con los gobiernos de Mussolini en Italia y de Hitler en Alemania. Pero esta filosofía no se gestó en el siglo pasado.
Esta ideología fue resultado de una de las conmociones intelectuales del siglo XIX. Con la Ilustración, florece la corriente liberal, que acentuaba la importancia de la razón individual, velando principalmente por la conformación de un nuevo sistema político que liberara a las personas de las cadenas del feudalismo. Esta creencia liberal se oponía terminantemente a la opinión conservadora que afirmaba la existencia de una jerarquía natural entre los hombres. “Mientras que los conservadores apoyaban el concepto paternalista de la sociedad y subrayaban la idea de deber y el acatamiento, los liberales hacían hincapié en los derechos individuales y en el autogobierno” (1).
El antisemitismo obsesivo de Hitler hace referencia al hecho de que los judíos eran los verdaderos inventores de la democracia y el liberalismo. Según Hitler se ponían “a la cabeza de las masas, de las clases inferiores, de todos los oprimidos. Dirigían la lucha contra las autoridades y contra la Iglesia” (2). El ejemplo más patente es la lucha bolchevique. Estas invenciones no carecen de lógica si se considera a la revolución francesa como la fuente del liberalismo, preludio del socialismo marxista.
Es en este clima de confrontación intelectual donde cabe situar a los precursores del fascismo. Esta ideología iba contra las ideas individualistas y velaba por la totalidad, con una preferencia particular por el instinto, la herencia y la raza. Esta idea de total irracionalidad comenzó a ganar adeptos entre los intelectuales de la época.
También es necesario remitirnos a un término por demás importante en la ideología nazi: el concepto de Völk, o pueblo. Esta expresión afloró en Alemania entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. No remite simplemente a una mera significación superficial, sino que en su plano más abstracto connota un sistema de valores y un ideal inmutable de lo que significa ser pueblo. El término Völk remitía a la existencia de “un alma” del pueblo. Los alemanes estaban unidos por su ascendencia, su cultura y su lengua. La tarea era recobrar y liberar esa alma del Völk, perdido con los valores antiguos. Según muchos intelectuales alemanes de la época, como J. Fichte (1762- 1814) y J. Herder (1744- 1803), la nación alemana tenía una misión a beneficio de la humanidad: una lucha cultural contra la influencia occidental. La esencia de la nación estaba por sobre la individualidad y el raciocinio, y al individuo se lo presentaba subordinado a la Nación.
El concepto de Völk tiene una íntima relación con la ideología de supremacía racial del pueblo alemán. Intelectuales definían a la pureza racial como base de la nacionalidad. F. L. Jahn (1778-1852) convalidó el carácter único y superior de los pueblos germánicos. A mediados del siglo XIX, la idea de superioridad racial se había instalado en el pensamiento europeo. Los intelectuales proclamaban la superioridad de las razas blancas sobre las negras y semitas, y la prioridad de la raza sobre el individuo y la nación. Estas ideas pueden ubicarse dentro de la tradición antisemita que precedió a la elaboración de teorías científicas a favor de las preconcepciones raciales. “Los prejuicios contra los judíos constituyeron un lugar común a lo largo de la historia de Europa y, desde finales del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, tomaron la forma de antagonismo religioso frente al judaísmo” (3).
Muchos intelectuales renombrados, fueron tomados por los representantes del fascismo, desvirtuándose su teoría para lograr una base sólida en sus decisiones. Este es el caso del darwinismo social. El hecho de retratar a las personas como criaturas irracionales y amorales, que luchaban instintivamente por su supervivencia, significaba al mismo tiempo equiparar al hombre con la bestia, lo que representaba una antítesis esencial a la elección racional y deliberada del liberalismo. En lugar del individualismo racional, la irracionalidad total empezó a ganar terreno atrayendo el apoyo de los intelectuales. En esta atmósfera empezó a florecer el mito de la raza.
G. W. F. Hegel (1770- 1831) es otro de los autores tomados por el pensamiento nazi, y muchas veces se ha afirmado que fue el padre intelectual del Estado fascista. Hegel en su teoría percibe la historia como un proceso, cuya dinámica es el conflicto de las ideas. Definió al Estado como la idea última, la realización del “espíritu”. En este Estado “ideal” el poder de la razón se hace realidad en la voluntad y su base la constituye la libertad de la razón. El Estado se presentaba como un organismo integrado, como una totalidad mayor que la suma de sus partes.
Hitler contemplaba al Estado como un medio para garantizar los intereses del Völk. Las bases de la ideología völkisch (un pueblo sobreviviría si todas sus partes estaban sanas), organizarían el nazismo.
II. El Nazismo y la Sociedad
Al nazismo hay que estudiarlo principalmente en su contexto sociocultural particular, como a cualquier ideología política, social o económica. No tiene ningún valor comprender una definición sin imbuirla en su verdadero ámbito de desarrollo y difusión.
Es simplista considerar que el movimiento nazi fue un producto directo y un instrumento de las fuerzas capitalistas reaccionarias. Fue más bien la “consecuencia de una intranquilidad e insatisfacción sociopolítica, con una muy heterogénea masa de seguidores, ideológicamente integrados sólo por medio de la protesta radical negativa (antimarxismo, antiWeimar, antisemitismo), a lo que se suma una visión milenarista, seudorreligiosa, de un “despertar nacional”, socialmente expresado en la idea difusa (y en última instancia también negativa) de la comunidad nacional (Völksgemeinschaft)” (4).
El nazismo anidó en Alemania con tal ímpetu gracias a la situación social, política y económica que tuvo que atravesar el pueblo en el período de entreguerras. Pero para comprender mejor los acontecimientos, debemos revisar un pasado remoto, donde ser alemán era un privilegio y constituir parte de la tradición germánica significaba un honor.
Durante la época de Guillermo II, los alemanes eran una potencia imperialista, un pueblo de “junkers”, que poseía las mayores virtudes militares. Esta etapa era considerada como un paraíso terrenal, bajo el signo de la gloria militar.
Alemania se constituye como Estado-nación en 1870, varias décadas más tarde que los Imperios vecinos. Ya la repartición colonial había concluido y fue por eso que Alemania no se constituye como un imperio expansionista, sino que logra posicionarse como potencia a partir de los recursos naturales de su territorio y de la importante industria química y electrónica. Alemania lograba unificar el desarrollo científico y tecnológico en sus universidades a partir de una decisión política de progreso. Este Imperio poseía también una importante flota que podía llegar a competir con la inglesa, aunque no superarla. Una de las causas de la Primera Guerra Mundial es esa apetencia de territorios que no fue satisfecha.
En este contexto socioeconómico, es importante remarcar el rol ejercido por el marco, papel moneda alemán que era valuado como piedra preciosa. “Todo el mundo estaba contaminado por la locura de comprar marcos alemanes. (…) Cada cual soñaba en su rincón, imaginándose su pequeña dosis de dicha humana, y creyendo en el mísero trozo de papel que podría trocar en realidad su sueño favorito” (5).
Luego de la Primera Guerra Mundial, la República de Weimar se divide en tres períodos: uno de trastornos económicos, financieros y políticos que abarca los años 1918-1924; un segundo período
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