La Caída Del Hombre: El Último De Los Emperadores Romanos
dondo0426 de Abril de 2015
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Cuando hablamos del siglo V de nuestra era o Después de Cristo nos enfocamos di-rectamente en los años finales de aquel siglo, precisamente en el 'Viejo Mundo', en el que una potencia formada por varios poderes que recaían en el emperador y que poseía casi por completo aquellos dominios sufriría del fin de su historia y daría un punto y aparte a la cronología humana.
Como reza una frase popular: “Nada es para siempre”, y la caída del Imperio romano es un gran ejemplo. Pero su cultura, diferentes idiomas, sociedades y muchos otros as-pectos fundamentales del Imperio no se verían afectados, sólo que el poder que tenían se reduciría hasta decir basta.
Del Imperio romano surgieron muchas mentes maravillosas y fue prácticamente el deseo de una nueva civilización a nivel mundial, queriendo que todos tuvieran los mis-mos ideales, principios y costumbres. Quería juntar a la humanidad para que todos fue-ran hacía una misma dirección. Y como todo gobierno, no se escapaba de la corrupción. Es esto que se le considera como uno de los estados más corrupto que ha existido, tanto así por la magnitud que tenía sus dominios de unos 6,500,000 km² .
En el siglo IV, unos 150 años antes de completarse la caída, el Imperio hizo del cristia-nismo la religión oficial del Estado, bajo el gobierno de Constantino, donde surgió la que hasta nuestros días se conoce como la Iglesia Católica Apostólica Romana, dejando atrás sus épocas paganas, aunque en principio ambas religiones estaban presentes. Esta iniciativa dio fuertes teorías sobre el cambio que quería hacer el gran Imperio, hasta queriendo restaurar su perdida democracia.
El cambio no se pudo dar por completo, pues las diversas disputas a lo largo de la historia del Imperio no lo permitieron y con la llegada de unos invasores que llegaban para que reinara su sociedad, impidió que esto sucediera.
Estamos hablando de unos de los responsables de la caída del Imperio, las tribus germánicas comandadas por Odoacro, quien destituyó a Rómulo Augústulo, el último emperador del Imperio romano de Occidente, del trono.
Desde César Augusto, primer Emperador romano en el intervalo de 27 a. C. – 14 d. C., hasta Julio Nepote, penúltimo en reinar el Imperio en 474 hasta 475, los conflictos y crisis no cesaban. Era el pan diario para los romanos tener problemas, lidiando con cada una de las tribus que querían tomar posesión de sus dominios.
Pero en el gobierno de Rómulo Augústulo, en 476, la crisis estalló. Fue el resultado de estar luchando por varios siglos y agotarse o pensar que no había un enemigo que pudiera con ellos. El Imperio fue poderoso, es cierto, pero también fue débil. Hubo con-tinuas disputas a lo interno del estado y eso se transmitió a la sociedad, que empezó a ver al emperador como una amenaza, más allá del poder que adquirían tales gobernantes. Los romanos acabaron con todas las tribus que ansiaban sus tierras, haciendo de ellas sus esclavos o que huyeran a donde no se le pudiera ver nunca más. Hasta que llegó el momento de lo que jamás se había pensado.
Durante siglos las tribus germánicas y bárbaras recorrían el territorio romano para poder atacarlo y reinar en sus dominios. Fueron muchas las tribus que lo intentaron y fueron muchas las que quedaron derrotadas por el poder del ejército romano. Sin em-bargo, el jefe de los hérulos fue capaz de destronar al emperador, unificando a dichas tribus.
Si bien la caída del Imperio tuvo varias causas como los grandes problemas políticos, socio-económicos, religiosos, culturales, atentados militares, que tenía el estado.
No podemos dejar pasar que gran parte de la sociedad se vio librada, pues muchos siempre habían mostrado su desprecio hacía al Emperador y su gobierno. Durante años habían buscado una forma de terminar con el Imperio y vieron en una tribu germánica la solución. Los hérulos residían en las fronteras del Imperio romano, a lo largo del río Danubio y poco a poco se mezclaban con la sociedad romana, quienes los veían a ellos como la tribu que mejor podía hacerle frente al Imperio, pues era uno de los clanes ger-mánicos más joven y agresivo. Esta tribu de origen huno probablemente tuvo un reino, se aliaron a muchas otras tribus nómadas del 'viejo mundo' y se dedicaron a saquear las ciudades por donde caminaban, sobre todo en los siglos III, IV y V. Como tales piratas, no perdonaron al Imperio romano de Occidente y declararon a su jefe como 'Rey de Italia' en 476, algo que años atrás si se lo contaran a alguien diría que es un lunático. Pues desde ese momento la historia de Roma sería otra muy diferente.
Pero no sólo la mayor parte de la sociedad quería terminar con el gobierno, pues también muchas otras personas con ideales de la religión romana antigua, quienes veían en el cristianismo un retroceso gigantesco para su pueblo, queriendo implementar, nue-vamente, el sistema pagano que existió un tiempo atrás, tenían en mente convertir en religión oficial su convicción. Y para lograr su objetivo debían construir un Imperio totalmente nuevo, pues los emperadores eran muy cercanos a las leyes religiosas y no querían tocar ese tema. Esto dio un resultado nefasto para el Imperio al verse atrapado en dos creencias totalmente diferentes, una monoteísta y otra politeísta o pagana. Los cristianos eran mucho más que los paganos y por este motivo perduro la religión en el Imperio, dándose batallas y conflictos sociales entre ambos bandos. Fue por esto que los emperadores no querían entrometerse en lo que el pueblo eligiera, sino seguir con lo que deseaba la sociedad, sólo que no podía cumplir uno de sus anhelos, el cual consistía en convertir el Imperio en beneficio para todos. Esto no les convenía para nada a los empe-radores romanos y siguieron utilizando al pueblo para conseguir sus riquezas, algo típico en la época... y en nuestros días.
Otra minoría que quería ver bajo sus pies al Imperio fue el ejército romano, desde los legionarios hasta la guardia pretoriana. Claro, no todos, pues el ejército gozaba de gran-des beneficios, eran los mejores pagados, tanto así que estaban casi por encima de los plebeyos, en cuanto a poder se refería y más aún la Guardia Pretoriana, que lo único que le hacía faltaba era sentarse en la silla del Emperador. Muchos altos mandos del ejército romano formaban pequeños grupos donde se transmitían su sentimiento de gobernar el anhelado Imperio romano, repartiéndose el poder entre todos, algo totalmente increíble, pues eran ambiciosos y cada uno quería estar por encima del otro. Hubo muchos atenta-dos en contra de los emperadores a lo largo de la historia del Imperio por parte del ejér-cito, sobre todo por la Guardia Pretoriana. La mayoría fracasaron en sus intentos, pero hubo alguno que lo consiguió, incluyendo a Flavio Orestes, padre del último emperador del Imperio romano de Occidente, quien asumió el poder forzando a que el emperador Julio Nepote huyera a Dalmacia, dada su impopularidad dentro del Estado, fue en ese momento donde proclama a su hijo, Rómulo Augusto, Emperador de Roma a principio de 476.
En el gobierno de Julio Nepote la caída del Imperio era inevitable, lo que hace ver que lo hecho por Orestes, al proclamar Emperador a su hijo, sea un error, sabiendo que el Emperador romano de Oriente, Flavio Zenón, no lo reconocía como tal, sino que seguía aceptando a Julio Nepote como Emperador del Imperio romano de Occidente. Otra hipótesis es que Flavio Zenón haya mandado a las tribus germánicas, por medio de su líder, Odoacro, para que invadiera los dominios del Imperio romano de Occidente y así volver a proclamar Emperador de Roma a Julio Nepote y matar a Rómulo Augusto y su padre, Flavio Orestes.
Julio Nepote fue nombrado Emperador del Imperio romano de Occidente en 474 por León I Magno, Emperador del Imperio de Oriente, ya que la corte oriental decidió ex-pulsar a Glicerio, emperador anterior, por ser usurpador del trono y un gran corrupto, lo normal en aquellos gobernantes. Durante su mandato en el Imperio Nepote pudo recon-ciliarse con varias regiones del Imperio con los cuales estaban en conflicto, pero no transmitió poder a la sociedad, lo que le valía para la impopularidad. No tuvo el gran apoyo que tuvieron los otros gobernantes, sobre todo del ejército. Gracias a su cercanía con el Imperio de Oriente, tuvo varias disputas con el Senado romano, quienes desapro-baban sus acciones a favor de Oriente, sin su consentimiento.
Con Glicerio la decadencia del Imperio estaba vista y con Julio Nepote se confirmó. La crisis fue la mayor en muchos años en Roma, tanto así que el general al que nombró 'Jefe de soldados' o 'Magister militum', en latín, le expulsó del poder, en 475, designan-do luego a su hijo como nuevo Emperador de Roma.
Estas acciones demuestran lo poco fiel que eran los subalternos del Emperador, quienes convencían a la gran parte de los altos mandos del ejército para cumplir sus objetivos y quedar al mando de los dominios romanos. Como Orestes existieron muchos otros que derrocaron al gobernante para asumir el trono, aprovechándose de la gran con-fianza que le tenía el mandatario. Otros emperadores decidieron tener mucho cuidado con las personas a quienes nombraban y que no vean en él un peligro para su gobierno. Y aun así, le hacían ver al Emperador que ellos eran sus más fieles servidores, para tomar toda su confianza y atacar por la espalda. Algo parecido es lo que pasa en nuestros días y ha estado pasando a lo largo de la historia, como unas personas se pelean el poder de una nación mediante guerras y golpes de estado. Decimos que esos tiempos pasaron, pera aún
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