La Ciudad PostModerna

América parece cuando se habla de la ciudad lejana y diferente. Ya se trate de la América metropolitana de los rascacielos modernos, postmodernos o tardomodernos, de las pequeñas ciudades de las main streets, siempre iguales, o de las aglomeraciones de las edge cities y de las galaxias periféricas, la realidad urbana estadounidense se considera, en general, muy específica y distante de la europea. El paisaje urbano italiano es radicalmente diferente al norteamericano y al ingles que se asemeja al estadounidense.

La postmodernidad hace referencia a las formas físicas arquitectónicas y urbanísticas de la ciudad antes que ha su vida y a su cultura. En Italia la arquitectura contemporánea relevante es, en general, escasa. La lucha contra la novedad es constante y resulta difícil convencer a un concejal de urbanismo de para aceptar cambios radicales en el panorama urbano consolidado. Pág. 12

El motivo puede ser también, el carácter valioso y delicado de la ciudad italiana que no soportaría traumas provocados por inserciones demasiado atrevidas. Paris ha logrado acoger, sin letales crisis de rechazo, los grandes monumentos arquitectónicos y urbanísticos de la modernidad y de la postmodernidad, y los ha insertado cargándolos de significados, en el gran espacio construido de la ciudad.

Un factor ulterior de resistencia a lo postmoderno se sitúa en la convicción extendida de que la calidad de vida cotidiana en Italia no necesita de un doble imaginario para compensar las desilusiones y que la relación de la gente con la realidad, ciudad incluida, no es capaz de producir por reacción de un demanda de sueño y evasión suficiente para trastocar el cityscape. También el mundo de los shopping mall, típico de la metrópolis postmoderna, parece lejano, puesto que los pocos ejemplos realizados en Italia se sitúan en su mayor parte en la periferia y no han causado impacto en el imaginario colectivo. Además, su público es mayoritariamente de jóvenes. Pág.14

Un síntoma de la homologación internacional es el city marketing, que comienza a afirmarse también en Italia, aunque solo en algunos casos se presenta como taha mientras que se implementa cada vez más con etiquetas diferentes y más tradicionales. Ni siquiera se trata de un efecto de los primeros edificios que entran, de alguna manera, en los cánones, por su naturaleza flexibles y hasta indeterminados del postmoderno.

El verdadero problema es que las cosas no son siempre como sostenía Baudelaire, quien escribía que la forma física de la ciudad cambia más rápidamente que el alma de su gente. Por el contrario el alma parece estar cambiando mucho más rápidamente que el espacio construido de la ciudad. Las arquitecturas postmodernas son en general pocas en los países como Estados Unidos, Canadá, Gran bretaña, Alemania, Japón, o Brasil, donde su difusión ha sido relativamente mayor. Son más bien las nuevas culturas, los sueños, los deseos y los miedos de su gente, la variedad de las nuevas tribus urbanas, la nueva demanda de ciudad, las que connotan a la ciudad postmoderna. Es en el interior de este segmentado y a menudo contradictorio escenario donde la nueva ciudad física adquiere relevancia y nuevos significados. Las arquitecturas postmodernas no son la ciudad postmoderna. Son solo un aspecto de la postmodernidad. Pág. 16

Si el cityscape, el panorama físico de la ciudad, es todavía en parte postmoderno, su mindscape, el panorama del alma y de las culturas de la ciudad, ya esta profundamente marcado por el nuevo estadio. Pág. 16 La ciudad nueva toma forma aun antes que en las arquitecturas, en las culturas, en los valores, en los estilos de vida. Con los pies estamos todavía en la escena física de la ciudad habitual, y con la cabeza, en la ciudad mediática de la hiperrealidad y del imaginario. Comienza a emerger en el proyecto una atención nueva y mayor con respecto a la gente, que pide ser considerada por lo que es y no pedagógicamente por lo que tendría que ser. Pág. 17

I. LA CIUDAD: OSCURO Y CONTRADICTORIO OBJETO DE DESEO

1.1 La huida de la ciudad

Los datos demográficos unívocos y comunes a todos los grandes países industrializados, señalando una constante perdida de población por parte de las grandes ciudades, han decretado al final de aquel proceso de urbanización que desde al menos dos siglos parecía irreversible y connatural a la misma modernización. Pág. 19

La civilización urbana luego de haber triunfado y transformado de hecho todo el mundo en ciudad, parecía próxima a su fin también por las posibilidades ofrecidas por las nuevas tecnologías, capaces de liberar a los hombres de los vínculos espaciales, introduciéndolos en las autopistas electrónicas. La visión apocalíptica de la muerte de la ciudad ha dado la impresión de prevalecer también gracias a los errores y a los abusos cometidos, en nombre del crecimiento a toda costa, frente a una realidad compleja y frágil como la ciudad.

Muchos definen esta nueva realidad urbana en formación como la ciudad postmoderna, porque probablemente, no hay mejor medio para describir una situación muy fluida e incierta que recurrir al contraste con un pasado bien conocido y definido. Esta nueva ciudad es bien diferente del pasado y que marca, por el contrario, un cambio de épocas de la escena metropolitana.

La difundida y ambivalente sensación de la muerte y del renacimiento de la ciudad no es fruto de informaciones incompletas o de mezcla, por otra parte frecuente, de deseos, miedos y realidades. Esta refleja en las conciencias individuales el nuevo panorama urbano en el que coexisten fenómenos que solo un cuarto de siglo atrás parecían incompatibles entre si, como por ejemplo, el crecimiento desmedido de los suburbios y de las “no ciudades” y de la reafirmación de la ciudad con su centro de luces y atracción. Hace solo 20 años, los sociólogos describían las metrópolis americanas y europeas- las “ciudades” por excelencia para los sociólogos, geógrafos y planificadores- involucradas en una autentica lucha

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