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La Historia De Mi Vida General Pedro María Anaya


Enviado por   •  26 de Julio de 2014  •  1.944 Palabras (8 Páginas)  •  399 Visitas

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La Historia de mi vida

General Pedro María Anaya

Hola, mi nombre es Pedro Bernardino Anaya Álvarez, así fue como me bautizaron mis papás Pedro José Anaya y Maldonado y María Antonia de Álvarez un día después de que nací, de paso aprovecho para mencionarte mi cumpleaños 20 de mayo de 1794, tal vez mi nombre no te suene conocido porque decidí modificarlo un poquito, ahora me conocen como el General Pedro María Anaya, y es que ¿te cuento un secreto? Bernardino no me gustaba para nada y ¿qué mejor que cambiarlo por el de nuestra bendita madre María?

Al igual que muchos de ustedes yo también soy huichapense, solo que me tocó nacer en un México muy distinto al tuyo, es más, ni siquiera se llamaba México, yo nací en la Nueva España y mis padres ambos eran españoles, tal vez conozcas o hayas pasado por mi casa aunque no lo sepas, nací en la casa marcada con el número 24 en la calle que ahora se llama como yo, pero que antes era Calle Real y después fuera Calle que va al Ojo Trejo, al ladito de la escuela que también se llama como yo, ahí en ese lugar de mi querido Huichapan, donde hay un ancho cielo, limpio, de azul tranquilón que diluye su luz clarísima hiriendo la vista.

Entre juegos y risas crecí hasta que llegado el momento tuve que también estudiar cómo se sigue haciendo ahora, pero la instrucción virreinal era algo diferente, en especial para nosotros los niños criollos, me enseñaron las primeras letras, geografía y matemáticas pero sobretodo teología. Debíamos ser muy sumisos a la religión y al rey. Yo tenía miedo, miedo de fallarle a mi familia, al rey y a Dios.

Así pasaron los años, mudé de dientes y de pantalones porque empezaron a quedarme cortos y de pronto un día desperté a mis 16 años y supe que tendría que hacer el servicio militar como lo marcaba la dogma para todo aquel chico de esta edad, así me aventuré a lo que sin saberlo sería la pasión de mi vida.

Ya para los 17 años era todo un cadete en el Regimiento de Tres Villas y cuando cumplí los 25 años mi máximo regalo fue el título de Capitán, en este momento me encontraba confundido, este territorio en el cual me tocó por fortuna nacer tenía hambre de libertad, la gente que me vio crecer y con la cual disfruté del existir quería despojarse del yugo y del miedo que yo mismo experimenté en tantas ocasiones, ese miedo que congelaba hasta los huesos, miedo a la Corona, a la Santa Inquisición y anhelo de nuevas oportunidades, de mejores empleos y vida más próspera, quería liberarme al igual que ellos pero me frenaba mi educación, me frenaba el pensar que traicionaba a mi sangre española, a mi familia y a Dios, pero me decidí y lo hice, cambié de bando, abandoné a los realistas para sumar fuerzas con mis hermanos insurgentes por la independencia de esta nuestra patria y con ello llegó el triunfo y desfilé honroso con el Ejercito Trigarante en nuestra capital el 27 de septiembre de 1821.

Por fin éramos libres, la Nueva España podía llamarse ahora México con lo que esto conllevaba, pero otros territorios hermanos americanos como el nuestro aún no podían disfrutar de este mismo privilegio, tocaba ahora ayudarlos, era lo que moralmente correspondía y es así como parto a los territorios de Guatemala con mi amigo y General Filisola y lo logramos, liberamos a Guatemala del yugo español, lo que nos permitió retornar a nuestra amada patria el 17 de enero de 1824 con el ascenso de Comandante de Escuadrón.

Luché mucho porque nuestro país después de la consolidación de la independencia quedó muy inestable, lo que hizo que enfermara, pero eso nunca frenó mi destino y conseguí más ascensos, viene ahora a mi mente cuando nuestro Expresidente Vicente Guerrero en 1828 me nombró Teniente General y después al año siguiente Coronel del Primer Regimiento de Caballería Permanente.

Como no cuidé adecuadamente mi salud por defender a mi patria, en 1831 tuve que dejar de luchar o de lo contrario mi muerte estaría más próxima, pero mi compromiso y lealtad a México hacen que ingrese a la Cámara como Diputado.

Para 1833 me llega una encomienda que me permite desde una trinchera muy distinta a las acostumbradas aportar buena gestión a mi país, el Vicepresidente José Joaquín Herrera confía enormemente en mi persona al nombrarme Administrador General de Rentas de Correos y a la par asciendo a Brigadier.

No quiero que nos pongamos tristes pero existe una parte de mi vida que pocos conocen y que quiero compartir contigo en esta ocasión, solo te he halado de la gloria y de lo bien y honroso que me sentí con todos mis cargos y ascensos pero la otra cara de la moneda, la cruel, es que como hoy en día, lamentablemente sigue existiendo esto, en mi época me tocó sentir en carne propia la traición, la envidia, la división de los grupos políticos y sufrí porque las bajas pasiones desconocen las grandezas de los servicios prestados a la patria y por algunos años con grandes estragos a mi salud estuve en la miseria porque no se me pagaba lo ganado, tocaba mil puertas y ninguna se abría, se me desconocieron cargos y puestos.

Pero los tiempos cambiaron y un amigo y compañero de armas sube a la Presidencia, don Valentín Canilazo, a quien le conmueve mi penosa situación y me comisiona en el Batallón de Inválidos donde estuve un año a partir de 1843.

Y en 1845 mi suerte vuelve a cambiar porque don José Joaquín Herrera de nuevo confía en mí al llamarme para ocupar el Ministerio de Guerra cuando nuestro amado país parecía un verdadero manicomio, todo estaba de cabeza, cada quien pensando en sus intereses personales, solo la clase humilde respondía con honor a los

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