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La Historia Oficial: Los personajes como metáforas de la metahistoria

Marlan WalkerEnsayo7 de Agosto de 2019

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Marlan Walker

16 de octubre de 2017

La Historia Oficial: Los personajes como metáforas de la metahistoria

de los desaparecidos de Argentina

La Historia Oficial se estrenó en 1985 pocos años después del periodo de los “desaparecidos” de Argentina. Cuenta una historia ficticia en el contexto de acontecimientos históricos. Es importante analizar el trasfondo histórico de la película porque muchos de los personajes de la película son metáforas de ello. Yendo más al grano y, usando la terminología de Hayden White, todos los personajes principales de la película menos los estudiantes de Alicia son metáforas del “emplotment” de la historia oficial, o sea, la historia escrita por los historiadores controlados por el gobierno militar o por las élites que disfrutaban del poder del gobierno. También, figurarían de metáfora en el nuevo emplotment de la historia que escribirían los estudiantes, pero del lado opuesto. Propongo que Alicia, siendo el personaje de mayor importancia, es el puente entre el emplotment de la historia oficial, y el emplotment que quisieran escribir sus estudiantes, mientras Gaby es una metáfora de la necesidad de estabilidad en la historia de toda sociedad.

Al tiempo que se estrenó, la película tenía mucha relevancia en cuanto a los abusos del gobierno militar de Argentina entre los años 1976 y 1983, y llamó la atención de todo el mundo, recibiendo el premio Oscar como mejor filme extranjero. Después de más de treinta años la película todavía cobra relevancia porque en la actualidad existe una gran tensión entre los que quieren mantener la historia establecida y las fuerzas del revisionismo histórico. Por ejemplo, se ve el derrumbamiento de estatuas y monumentos históricos por varias razones, incluso de todo confederado de la guerra civil de los EE. UU. por ser, según se alega, racistas y traidores que no merecen memoriales de buena pinta. Otros quieren cambiar la historia y quitar toda conmemoración de algunos reconocidos héroes de los Estados Unidos, como, por ejemplo, George Washington y Thomas Jefferson, porque eran dueños de esclavos y, por lo tanto, según se alega, no merecen recordarse de buenas personas no obstante todo lo que hicieron, y los sacrificios que sufrieron para establecer el país de los Estados Unidos. Además, hay los que quisieran revisar la historia con el propósito de pintar a Cristóbal Colon de racista y abusador de indígenas (DiCarlo; “Historical Revisionism”)1.

En esta coyuntura, se puede preguntar: ¿Qué importa tales cambios si no me afectan la vida personal y para qué se necesita la historia? Es cierto que la película presume de una importancia para la historia; pues, el mismo título de la película lo señala. El Filósofo Jorge Augustín Nicolás Ruiz de Santayana dijo “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo” (“George Santayana”)2. Otro filósofo, Benedict Anderson, dijo en su libro seminal, Imagined Communities, que la nación es imaginada como una comunidad política que es limitada en su alcance y soberana. La “nación” es imaginada porque un miembro de aun la nación más pequeña nunca conocerá a la mayoría de sus conciudadanos, y, sin embargo, cada uno vive en la imagen de su comunión (49). Anderson analizó el impacto que tenía el capitalismo de la imprenta en la formación de las naciones modernas. Dijo que una vez que la gente podía leer las mismas noticias y los mismos libros a la misma vez, empezaron a sentir un vínculo entre sí que les ayudaba verse como participantes en un esfuerzo común de un grupo extenso, pero, a la vez, unida por la misma historia, lengua y sacrificios compartidos o aún para compartir en el futuro, no obstante, los desacuerdos entre sí (52-57). Mucho antes de Anderson, Ernest Renan abordó el concepto de la nación. Explicó que una nación es una solidaridad de gran escala que consiste en el sentido compartido de sus compatriotas de los sacrificios del pasado tanto como los que compartirán en el futuro. Se supone un pasado común, pero más importante se expresa como el deseo de seguir viviendo juntos. Mantenía que la existencia de una nación es como un plebiscitario diario tanto como la existencia individual es una afirmación perpetua de la vida (19).

La manera en que se escribe la historia, entonces, tiene mucho que ver de cómo el pueblo de una nación se imagina cuando se pregunta, ¿Quiénes somos? ¿En qué creemos? Y, ¿Qué defendemos? Tiene mucho que ver con el orgullo o vergüenza que uno siente por su país. Es más, tiene mucho que ver con los sacrificios que un miembro de la nación está dispuesto hacer para los otros miembros de la nación que ni se conocen.

Pero ¿Cómo se puede saber que la historia establecida o la historia aceptada por la mayoría de los habitantes de una nación es la correcta? Según Hayden White, es muy difícil. Podemos probar o confirmar ciertos datos, fechas, eventos y otra información históricos, pero White dice que la narrativa que usa el historiador para tejer esos datos en una tela comprensible es sumamente ficticia. Son ficciones verbales diseñadas para captar la atención del lector. La narrativa sí misma se construye para crear un cuento de las numerosas fuentes de información que por sí solas serían un revoltijo de datos dispares. El historiador adopta una de las formas reconocidas de la literatura, como, por ejemplo, la comedia, la tragedia, la ironía, la sátira o el romance, entre otros. Trabaja inductivamente recolectando los datos que él mismo cree importantes. El historiador en su forma más sencilla es cuentista (278-85).

White acuñó el término “metahistoria” que abarca las preguntas reflectantes de cómo se escribe la historia. La metahistoria emplea los términos de la crítica literaria, sobre todo los que se relacionan a la forma narrativa o lo que White llama “emplotment.” El cuento histórico se puede “emplotarse” de muchos estilos diferentes. Dice lo siguiente:

“How a given historical situation is to be configured depends on the historian’s subtlety in matching up a specific plot structure with the set of historical events that he wishes to endow with a meaning of a particular kind. This is essentially a literary, fiction-making, operation.” (283)

Según White, la narrativa histórica se dirige en dos sentidos a la misma vez, hacia los eventos históricos que se describen en la historia y hacia el tipo de cuento o mito que el historiador ha elegido. El hecho de que no se puede confirmar o descreditar la narrativa la hace parecer más como literatura que ciencia y no puede escapar su naturaleza de mito. Es una metáfora y una estructura simbólica que ayuda al lector a formular su modo de pensar acerca de los eventos que se describen en la narrativa. El historiador crea y codifica su narrativa de una manera que la conviene la cultura del presente y del pasado (278-91). Como ya se verá, en el caso de La historia oficial es probable que la narrativa que enseña Alicia al principio es de motivo de héroe. Sus estudiantes la convertirían en tragedia.

Es cierto que la narración de la historia establecida al tiempo del estreno de la película favorecía al gobierno militar. Había derrocado al régimen Peronista en 1976 y mandaba hasta 1983, casi al mismo tiempo que la película se producía. Apenas se instaló en poder, el régimen militar estableció el “Proceso de Reorganización Nacional” que, entre otras cosas, intentaba erradicar el terrorismo. En “Censura, Violencia Política y memoria Colectiva: La Historia Oficial,” James Ricardo Cisneros mantiene que bajo la cobertura de estas reformas el gobierno militar desapareció a entre 20.000 y 30.000 personas sin proceso legal. Se supone que el gobierno las torturó y al fin las mató. Llegaban a conocerse como “los desaparecidos.” El gobierno militar controlaba todos los medios y toda información sobre sus malhechos y de esta manera reprimía la información que podía dañar su imagen mientras promovía información que lo ayudaba. Según la historia actual, el gobierno inventó un conflicto que se denominaba “la guerra sucia” y maniobraba o disimulaba varias escaramuzas y actos de terrorismo para que apareciera involucrar a varios de los desaparecidos y, a la vez, hacerse parecer positivo y eficaz. En otros casos, los que habían sido delatados o de otra manera identificados de subversiva simplemente desaparecieron, lo que los mantenía a sus parientes en un estado de confusión y miedo de indagar más allá de las explicaciones del gobierno (149-150).

El gobierno defendía la guerra sucia a base de la teoría de “los dos demonios.” Esto quiere decir que el gobierno enfrentaba la güerilla urbana y subversión instigadas por grupos que querían abordar los conflictos sociales y políticos con la violencia. Afirmaba la necesidad de confrontar a estos grupos violentos que se comprendían, según se alegaba, de ciudadanos argentinos. El gobierno explotaba políticamente la teoría de los dos demonios para indicar al pueblo que la alternativa habría sido peor. Se decía que, por lo menos, la violencia que cometía el gobierno era violencia legítima de Estado. En su mayoría, el público no quería saber de los abusos del gobierno, aunque debían de saber. Cisneros dice que la teoría de los dos demonios daba cobertura a la sociedad y la ubicaba en una posición de inocencia ante la violencia que cometía el gobierno en pleno día que todos podían ver. El pueblo tenía que saber que el gobierno era responsable por terrorismo estatal, pero pretendía no saber. Cita un estudio en que se estableció que los argentinos ignoraban y negaban lo que estaba pasando bajo sus narices porque preferían la estabilidad

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