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La Monda Herida

diteyty21 de Noviembre de 2013

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Nunca comprendí por qué se usaba la expresión ‘el verga herida’ para describir el máximo grado de realización de un individuo, hasta que la viví. O más bien hasta que la encarné, descarnadamente.

Fueron días dolorosos, sin sentido, con la picha incapacitada. Hoy entiendo que atravesaba una dura ceremonia, que me consagraría como un genuino morboso.

Antes de vivirla, no me quedaba claro cómo un tipo con el pene lastimado, desvencijado, era considerado el exponente supremo de la virilidad masculina, contrario a lo que dicta la lógica básica. Porque el epíteto ‘verga herida’ era comúnmente usado en el colegio y la universidad para referirse a aquel que sobresalía por encima de sus pares en cualquier ámbito. Un genio, un crack, un fenómeno, básicamente alguien que no es la mondá sino la remondá. Aunque a veces se empleara irónicamente, era una especie de sinónimo del chivo que más mea, el papá de los pollitos, el twittero que más retuitean, el Diomedes del rancho, el Supersaijajin 4 fusionado con kaioken encima, el Nairo Quintana de las colinas de Sucul, el Real Madrid contra Millonarios, el mejor entre los mejores, el Chávez entre los Evos y Correas, el Santos entre los Roys y los Simón Gaviria, el Chuck Norris en el Desafío 2014.

¿Por qué un miembro menoscabado funciona como símbolo de honor? Todo cobra sentido cuando te pasa. Porque no fue que nadie me dijera: eres la verga herida; sino que sufrí sendas lesiones, arañazos, cortes, en la cabeza de la mondá. Y no hay otra forma legítima de padecer tales daños, más que en el campo de batalla de una entrepierna palpitante. Luego de arduas y extensas conflagraciones que hacen desaparecer el tiempo en una nube de polvo y más polvo. El arma resiste, pero tarde o temprano se empieza a resquebrajar. No está muerto quien pelea, y la katana de carne sigue peleando hasta el final, dispuesta a atravesar todas las veces que sea necesario a su némesis. Pero es traicionera, inmortal, y sus labios apenas se florean en una especie de sonrisa receptiva, monalisesca. Así que el tubo cae lastimado, tras luchas espasmódicas de proporciones épicas, como ‘La entubada de los mil días’. Esas que se propinan durante fines de semana enteros sin contestar el Whatsapp.

El Verga Herida es quien ha hecho realidad esa supuesta exageración de darles verga hasta el cansancio.

Y las laceraciones genitales no son más que cicatrices de guerra para portar con orgullo. Recuerdo vivo de las disputas en que la dejamos jadeando, desvanecida en la cama, con el impulso de joder neutralizado casi por 12 horas. Las heridas son símbolos de valentía, de un pene guerrero y sin temores; las cicatrices son marcas de campeón en ese hoyo. Has estado en una pelea de gallos, y saliste victorioso aunque duela.

Las heridas también se pueden presentar por malos manejos y falta de pericia para el sexo anal. Bien sentencia la sabiduría popular que: “Chiquito no es el culo, chiquita la verga que cabe en el culo”

En todo caso, después de mucho culear, la naturaleza te obliga a un tiempo de abstinencia, serenidad y reflexión. A las malas. Necesario para recargar las bolas. Claro, con el roce continuo la piel se va desgastando. El sexo bueno duele, es intenso, deja huellas. El universo busca su equilibrio, y por otro prodigio de la naturaleza, este tipo de convalecencias mondacales llegan en el justo momento en que a ellas les vuelve la menstruación. Armonía total, ni tú puedes ni ellas, y probablemente tampoco quieran.

Después de las sanguinarias rasgaduras sexuales, hay que concentrarse en la recuperación. Son días en que la arrechera se acumula. Las erecciones vuelven a ser incontrolables y súbitas, como en los mejores días de la paja adolescente. Ya al quinto día, la vemos como la actriz porno que no es. Y solo un besito

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