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La Violencia Asunto De Sangre Y Duelo


Enviado por   •  7 de Noviembre de 2012  •  5.774 Palabras (24 Páginas)  •  376 Visitas

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LA VIOLENCIA Y EL NARCOTRAFICO: UNA HISTORIA ESCRITA CON SANGRE Y DUELO

1. INTRODUCCION

Recorrer la historia de Colombia es transitar por senderos de sangre, de dolor, angustia, tristeza, melancolía y llanto. Es recordar con amargura unas páginas llenas de asesinatos, terrorismo, pipas incendiarias y bombas explosivas; es contar cientos de pueblos destruidos y arrasados o abandonados cual desierto azaroso; es presenciar el desplazamiento de miles de personas que han tenido que abandonar todo a cambio de proteger sus vidas; es escribir con letras de desesperanza lo que ha sido el camino que han tenido que recorrer los colombianos en una Patria ensangrentada azotada por los violentos de todas las tendencias, guerrilla, paramilitares, delincuencia común, agentes del Estado y el gobierno mismo. Esa es Colombia y esa es su historia.

“La guerra es el cáncer de la República”, proclamó Simón Bolívar en el Congreso de Angostura en 1819. Doscientos años después esa triste guerra y violencia ha seguido carcomiendo a Colombia en todos los aspectos: políticos, económicos, sociales, geográficos, culturales, éticos y morales, razón suficiente para que el Presidente Álvaro Uribe en algún oportunidad sentenciara: “Colombia llora, pero no se rinde”, sentencia que refleja la realidad colombiana y la situación de los colombianos que han sufrido la mayor parte de las consecuencias, pero también que demuestra que los ciudadanos siempre han estado dispuestos a jamás rendirse en la búsqueda incansable de la paz y el reposo.

Pero hay que dejar que sea el mismo General Rafael Uribe Uribe, uno de los protagonistas de la guerra de los mil días y víctima de la misma violencia que ha cobrado la vida de miles de personas, que resuma la experiencia colombiana de violencia y crimen. “Cualquier pueblo de América, dijo el caudillo, podrá en adelante podrá en adelante renovar el escándalo de la guerra civil, menos Colombia, porque ninguno existe que haya escarmentado tanto como ella con este azote; y; aleccionada por la más triste de las experiencias, ninguno hay que esté más en guardia contra las revoluciones”. Y para que los colombianos reafirmáramos la fe en un mejor mañana, propone la solución ideal. “La estabilidad del orden descansa en un querer consciente, ilustrado por el mejor de los maestros de hombres y pueblos: el infortunio.

Desafortunadamente, no se ha aprendido la lección y cien años después de pronunciarse estas ideas, el país sigue anegándose en sangre, odio y rencor. Y el autor de las mismas caería asesinado a hachazos en octubre de 1914, víctima del odio y el rencor de sus adversarios.

Esa es la historia que se desarrollará en el presente trabajo, a fin de que el infortunio que por tantos años ha transitado por la Patria, por fin se convierte en el mejor maestro de Colombia y los colombianos y a pesar de todo, se siga trabajando por alcanzar una paz estable y duradera, que permita el silencio de las armas, el desarme de los corazones y el final de la pobreza, la miseria y tantas injusticias y desigualdades que han sido muchas veces las causas de actos violentos.

2. ANTECEDENTES HISTORICOS

Consumada la independencia de Colombia con el primer grito de libertad, también empezó la historia de la violencia, primero entre los mismos colombianos, agrupados en dos partidos: los federalistas y los centralistas, cada uno en busca del poder, más que del servicio a la patria; situación que marcó el principio de odios, rencores, venganzas y tragedias sin cuento y después la misma corona española implantó un régimen llamado con razón del terror, porque sembró el suelo patrio de la sangre de cientos de mártires, patriotas que luchaban por la libertad y la independencia. Uno a uno fueron cayendo los personajes más sobresalientes de la lucha y los parques y plazas se convirtieron en cadalsos y espacios de fusilamiento, con la trágica disculpa de defender la posesión de las tierras que eran de la Corona España. La patria nacía llena de sangre y terror.

En verdad la cultura de violencia nos llegó con la colonización genocida, que erigió el poder feudal terrateniente ligado a la Iglesia oscurantista y el control imperialista en nuestro desarrollo a partir de 1850. Los conflictos tienen connotaciones geopolíticas que el propio Libertador advirtió a partir de la alborada de la Independencia.

Con la formación de los partidos en 1846-48, vino la contienda por intereses socioeconómicos, cuando empezaba un tímido desarrollo del comercio mercantil y se abolía por ley la esclavitud. Luego se enfrentaron las fuerzas que pugnaban por la libertad de esclavos, artesanos, siervos del campo y los sectores intelectuales en defensa del comercio, el libre mercado, por una legislación de libertades públicas, en dura lid con el monstruo latifundista y el poder feudal de la Iglesia.

El partido conservador bajo la férula de la dominación eclesiástica y monárquica española, representó al poder terrateniente feudal y la dominación extranjera, frente al partido liberal con las ideas progresistas de la revolución francesa. Entre los fundadores había caudillos militares, que comandaron tropas en las guerras de independencia, premiados luego con haciendas terratenientes. Los partidos fundaban y dirigían los ejércitos. Y como en todo el mundo, usaron la jerga militar en la política como estrategia y táctica, vanguardias, avanzadas, frentes. La guerra entre los partidos marcó la segunda mitad del siglo XIX y cruzó al nuevo siglo con la guerra de los mil días, y otras, confirmando el axioma marxista de la violencia como partera de la historia.

Las leyes y las constituciones fueron el resultado de armisticios e imposiciones políticas y militares propias de los tiempos de guerra. Los decretos se hacían a la medida del bando ganador con postulados revanchistas y represivos que inauguraban nuevas contiendas, leyes para la guerra así como estatutos de seguridad aplicados desde entonces.

La historia describe muchas guerras políticas y económicas en este siglo, pero pueden citarse, además de las que se dieron en contra de Bolívar en 1829 que tuvieron como protagonistas a José Hilario López, José María Obando y José María Córdoba, hubo otros de corte nacional como la de los supremos en 1840, la lucha por derrocar a José María Melo, dictador en 1854; la de 1860 con Tomás Cipriano de Mosquera que terminó con la división del país en Estados Federados y Colombia con el nombre de Estados Unidos de Colombia y otras tantas que solo dejaron a su paso, muerte y desolación.

Ya en 1886, Rafael Núñez, de enfermiza ambición por

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