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Las Mujeres En La Historia Mexicana

choraroll5 de Marzo de 2014

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Por un sepulcro de honor: las mujeres en la historia mexicana

Jueves 10 de marzo de 2005

Alejandro Rosas / Historiador. Nunca es tarde para recordar que las mujeres han construido la historia nacional con valor y tesón.

“Estoy aquí por haber hecho caso a mi esposa”, confesó apesadumbrado Maximiliano, que junto con Miramón y Mejía esperaba el momento de su ejecución. “Nada tiene que lamentar su Excelencia, --respondió el general Miramón-- yo estoy aquí por no hacerle caso a la mía”.

La anécdota revela que junto a la historia “conocida”, la de héroes y antihéroes, cielos de la Patria e infiernos cívicos, --donde los hombres parecen ser protagonistas únicos-- camina una historia paralela, diferente, llena de sentido común y determinante para la nación mexicana: la historia femenina.

El panteón cívico de la Patria concedió graciosamente algunos pedestales innegablemente bien ganados: Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Margarita Maza, Carmen Serdán, entre las más representativas. Pero fue al mismo tiempo injusto al arrojar al anonimato a muchas otras, intelectuales, políticas, activistas y guerreras en cuyo “sepulcro de honor” sólo alcanza a leerse la palabra: “desconocida”.

En el siglo XIX muchas hicieron relucir sus espadas por la independencia, en la defensa del territorio nacional o en las guerras entre liberales y conservadores. Las hubo insurgentes: Rita Pérez, llamada “la Generala Moreno” se encargó de administrar los recursos del fuerte insurgente, El Sombrero. En los años más cruentos de la lucha perdió dos hijos en combate, a una hija, fusilada por negarse a intercambiar prisioneros con el ejército realista y a un bebé recién nacido. Quizá su único consuelo fue el presenciar el triunfo de la independencia.

Manuela Rafaela López Aguado, casada con Andrés López Rayón y viuda desde 1810, se adhirió a la causa insurgente junto con sus cuatro hijos. En diciembre de 1815 uno de ellos de nombre Francisco, fue aprehendido y doña Manuela recibió un ultimátum: si no persuadía a sus hijos para deponer las armas, lo fusilarían. “Prefiero un hijo muerto que traidor a la Patria” –fue su estoica respuesta–. En los últimos días de diciembre, Francisco fue pasado por las armas.

“Con su escolta de rancheros

diez fornidos guerrilleros

y en su cuaco retozón

que la rienda mal aplaca

Guadalupe la Chinaca

va a buscar a Pantaleón."

La célebre poesía de Amado Nervo “Guadalupe la Chinaca”, es el más atinado retrato de la bélica bravura femenina ante la nación invadida. Agustina Ramírez podría ser la representación ideal de la “patria encarnada”, mujer originaria de Sinaloa, apoyó la causa de la República junto con su familia y la guerra contra los franceses le cobró cara su heroicidad: perdió a su marido y a sus doce hijos.

Llamada “la Heroína”, Soledad Solórzano apoyó a los guerrilleros republicanos de la región de Michoacán, prestando auxilio a heridos. Capturada por los imperialistas belgas, fue colocada al frente de la trinchera para impedir el asalto guerrillero sobre Tacámbaro y a pesar del embate, salió con vida. Años más tarde. En su poema Primero es la Patria, Juan de Dios Peza pasaría lista ante el sepulcro de doña Soledad.

Algunas otras mujeres no tomaron las armas, pero su cercanía con el poder determinó en México la elevación del segundo imperio. La emperatriz Eugenia de Montijo con su idea de establecer una civilización latina en América –de ahí el término Latinoamérica– y, Carlota Amalia con su sueño de gobernar “el imperio más hermoso del mundo” influyeron en las decisiones políticas de sus esposos: Napoleón III y Maximiliano de Habsburgo. Quizá en el cerro de las Campanas,

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