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La Mujer En La Historia


Enviado por   •  1 de Diciembre de 2013  •  2.546 Palabras (11 Páginas)  •  266 Visitas

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Cuando el enigma de la Prehistoria con sus representaciones mudas cede el paso, con la invención de la escritura, o sea, a la historia con palabras, nos encontramos de repente frente a una constelación elaborada de creencias coherentes, mezcladas con fantásticos relatos sobre los orígenes del mundo. Poe ello, el hombre en lucha por sobrevivir en un entorno tan hostil se concibió a sí mismo en una dialéctica constante de sumisión y enfrentamiento con los seres superiores, “los dioses”. De ahí que podamos formular la siguiente pregunta: ¿Qué significado tuvo realmente para los pueblos de la antigüedad la figura de la Mujer?

Pues bien, recordemos que el conocimiento que tenemos de la mujer en la prehistoria nos ha llegado a través del legado artístico que se origino en el periodo lítico en donde nació la primera representación del Arte. Algunas de las numerosas estatuillas halladas en excavaciones de asentamientos mediterráneos nos remiten al Paleolítico superior. El cometido de estas figuras sigue siendo un tema de discusión para muchos arqueólogos, pues opinan que, al desconocer el contexto en que fueron producidas, las diversas interpretaciones sobre su función no dejan de ser meras hipótesis que han dado lugar, a veces, a conjeturas muy arriesgadas.

Casi todas las figurillas encontradas están desnudas y sus características físicas son muy parecidas. Tanto sus exageradas formas nutricias y sexuales como sus cabezas carentes de rasgos hacen dudar de que estemos ante representaciones realistas de la mujer paleolítica; más bien sugieren una interpretación simbólica. Sin embargo, el significado de su desnudez evoluciona a lo largo de los siglos. De eso se sigue que en las representaciones posteriores, los rasgos femeninos se muestran tan esquematizados que quedaran reducidos a simples trazos geométricos.

Otras funciones de estas figuras están relacionadas con el ámbito doméstico. Algunas tribus cazadoras de Asia septentrional fabricaron unas estatuillas femeninas, llamadas dzuli, que representaban a la abuela mítica de la tribu, de la que se suponía que descendían todos sus miembros. Situadas en los hogares, las dzuli protegían tanto la vivienda como a quienes habitaban en ella; por eso, como muestra de agradecimiento, cuando los hombres regresaban de sus expediciones de caza les ofrecían ofrendas. Quizá formaban parte de rituales domésticos: usadas como talismanes mágicos, garantizaban el cumplimiento de un bien deseado (fertilidad, salud para la familia, buena suerte, etc.).

Ahora bien, estudios realizados por especialistas mencionan que el cambio de una sociedad nómada cazadora a otra sedentaria agricultora otorgó protagonismo a la figura femenina. Ya que se estableció un vínculo entre la fertilidad de la tierra y la fecundidad de la mujer: por ello, las mujeres no sólo trabajaban los cultivos, sino que se convirtieron en responsables de la abundancia de las cosechas, pues sólo ellas poseían el misterio de la creación. Pues en un mundo más primitivo, que se encuentra ligado fuertemente a la Naturaleza, es lógico que la simbología del género femenino, se identifique con el equilibrio armónico de las fuerzas naturales y cósmicas personificado en 1 Diosa Suprema.

Lic. César Casillas López. “Historia comparada de las ideas religiosas”. Universidad de la Tercera Edad (UTE).

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La vida humana empezó a asimilarse al ciclo vegetal: tras ser engendrados tanto los hombres como las plantas y crecer en una vida reproductiva terminan regresando a las entrañas terrestres cuando mueren. Por consiguiente, este proceso evolutivo hizo que la sacralidad femenina cobrase mayor importancia. Y con ello se entiende que en el Mediterráneo Oriental (Egipto, Fenicia, Frigia y Grecia) empezaran a venerarse las diosas Isis, Cibeles y Rea, consagradas a la fecundidad vegetal, animal y humana.

Sin embargo, algo que en ocasiones no se estudia en su totalidad es la imaginería mítica neolítica la cual nos plantea desde una óptica totalmente diferente las distintas creencias de ese momento, haciendo referencia a sus conceptos pero sobre todo a la estructura del Cosmos que ellos veía, además de dar una explicación referente al principio del mundo, de la vida humana, animal y vegetal, así como de la dialéctica que se establece entre la humanidad y Naturaleza. De este modo se manifiesta y explica su propia existencia.

El mundo religioso o mítico de este período neolítico no estuvo polarizado entre lo femenino y lo masculino, como ocurriría más tarde entre otras culturas pastoriles nómadas; por el contrario evolucionará hasta que entre el principio femenino y masculino se produzca una simbiosis, cuya complementariedad otorgará más fuerza a la deidad femenina principal para ejercer su actividad creadora. En efecto, algunas de las representaciones de esta Diosa Madre ofrecen una imagen hermafrodita (su torso en forma de falo y sus caderas, glúteos y piernas, de mujer). De esta forma el poder de la deidad se duplica y fortalece

Además de estar estrechamente relacionada con la tierra, la sexualidad femenina guarda también una clara correspondencia con las fases lunares, lo que favoreció el nacimiento de una "Diosa Blanca" vinculada a la Luna. La Diosa Luna. Esta diosa "soberana", que "resplandece con gran majestad", era adorada en su calidad de cultivadora, segadora y aventadora del grano. Se representaba con una larga cabellera que le cubría la espalda, una corona de flores que adornaba su cabeza y una túnica oscura "sembrada toda de unas estrellas muy resplandecientes, en medio de las cuales la Luna de quince días lanzaba rayos inflamados". Pero dejemos que la propia divinidad sea quien se presente: "Soy madre y natura de todas las cosas, señora de todos los elementos, principio y generación de los siglos, la mayor de los dioses y reina de todos los difuntos, primera y única sola de todos los dioses y diosas del cielo, que dispenso con mi poder y mando las alturas resplandecientes del cielo, y las aguas saludables de la mar, y los secretos lloros del infierno. A mí, sola y una diosa, honra y sacrifica todo el mundo en muchas maneras de nombres". Y es cierto que casi cada pueblo que la adoptó la nombró de un modo distinto: los troyanos, Pesinuntica ("madre de los dioses"); los atenienses, Minerva cecrópea; los chipriotas, Venus Pafia; los cretenses, Diana; los etíopes, arrios y egipcios, Isis; los sicilianos, Proserpina, los eleusinos, Ceres ("madre primera de los panes"). La lista, sin embargo, parece no terminar nunca, pues también se la reconoce bajo los nombres de Juno, Bellona, Hécates, Ranusia. Sin duda, en las primeras edades de la historia humana el milagro y la fuerza mágica de la mujer fue una maravilla

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