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Las Musas


Enviado por   •  15 de Marzo de 2015  •  Informes  •  445 Palabras (2 Páginas)  •  157 Visitas

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Las Musas - o la Musa, porque son una y varias a la vez- son hijas de Zeus y de Mnemosine. El mito memora que cuando Zeus hubo vencido a los Titanes, consultados los restantes dioses sobre si faltaba algo, habrían respondido que era menester la presencia de seres que con sus cantos celebraran la gloria imperecedera de Zeus: fue entonces cuando surgieron las Musas y surgieron precisamente de la unión de Zeus y Mnemosine, quien, en cierto modo, representa la memoria de la victoria de Zeus.

En cuanto a la interpretación de la palabra "musa", O.Bie sugiere que es una abstracción. Tal abstracción - según Biese daría en tres direcciones diferentes: 1) un sentido personificado: musa pensada como divinidad; 2) un sentido concreto u objetivo: "canto, poesía, música", es decir, composición musical o poética, y 3) un sentido abstracto o subjetivo, entendido como "inspiración, entusiasmo, facultad poética".

Los primeros testimonios literarios vinculados con su culto pueden rastrearse en la Ilíada de Homero. En dicha epopeya, las Musas se invocan en el Proemio: "Canta, oh Musa, la cólera del pélida Aquiles". Vemos, pues, que es la Musa quien verdaderamente canta y que el poeta es sólo un "oyente" de ese efluvio divino.

Pero es en la Teogonía de HesÌodo donde se explica la naturaleza divina de las Musas, su filiación, su función y de qué modo lo inspiraron: "Son ellas quienes un día a HesÌodo enseñaron un bello canto cuando él apacentaba sus rebaños al pie del divino Helicón. Y he aquí las primeras palabras que me dirigieron las diosas, Musas del Olimpo, hijas de Zeus que tiene la égida: 'Pastores de los campos, tristes oprobios de la Tierra que no sois más que vientres! Nosotras sabemos contar mentiras que parecen verdades, pero también sabemos - cuando lo queremos- proclamar verdades'. Así hablaron las hijas verdaderas del gran Zeus y, por bastón, me ofrecieron una vara soberbia de olivo floreciente; después me inspiraron acentos divinos para que glorificara lo que será, lo que fue, mientras me ordenaban celebrar la raza de los bienaventurados siempre vivientes, y a ellas mismas, al principio y al final de cada uno de mis cantos”.

A partir del Proemio de la Teogonía hesiódica se fortalece la idea según la cual el poeta es un ser inspirado que, con una rama de olivo en la mano, canta a los dioses inmortales, y cuyo canto - qué es un canto celebrante- no es más que la misma voz de la Musas, siempre presente.

(Texto tomado de la introducción de Hugo Bauza a Walter Otto, Las musas. Origen divino del canto y del mito, Buenos Aires, Editorial Universitaria, 1981, pág. 7-12.)

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