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Mexico Independiente


Enviado por   •  13 de Noviembre de 2013  •  2.161 Palabras (9 Páginas)  •  261 Visitas

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Introducción Se ha señalado que en la construcción de los diversos proyectos de nación, a menudo conflictivos en la historia del país, han manifestado, a veces en forma mezclada, elementos de tradición y modernidad. Ambas perspectivas culturales han coexistido hasta el presente, en diferentes formas antagónicas o complementarias, y se han mantenido como valores vigentes en el momento de definir y ejecutar las políticas gubernamentales. Al consumarse la Independencia en 1821, con sus particulares características de lejanía ideológica y de fines y objetivos con respecto a los líderes de los años de 1810-1815, comienzan los esfuerzos para crear las leyes de la nueva nación, luego de tres siglos de dependencia del Imperio Español, por parte de un nuevo grupo de políticos con intereses contrapuestos entre sí, que consideraban la necesidad de la soberanía nacional por razones que más los enfrentaban entre ellos; conformándose consecuentemente, a su vez, diversas visiones de lo que debería ser nuestra nación.

Situación de México en 1821 La legalidad de la Independencia quedó sancionada en el Plan de Iguala, que exhortaba a una supuesta unidad entre americanos y europeos, los españoles residentes en México, como base de concordia para las tareas de construcción política y económica de la nueva nación. Sin embargo, el documento por sí mismo no pudo, sin embargo, conciliar los intereses contradictorios entre peninsulares y criollos, que eran las dos fuerzas políticas y sociales más importantes de la época. Estas luchas, que arrastraron a toda la población, se dieron bajo el influjo de destacadas logias masónicas:1 la de los escoceses, que representaron los intereses de los grupos que buscaban que el cambio político se diera sin cambiar nada, y la de los yorkinos,2 que aglutinaron a quienes buscaban modernizar al país. Estos poderosos grupos políticos expresaron principios distintos en sus visiones de país: "orden público y religión" sería el lema de los escoceses; mientras que la idea de "libertad y progreso" sería apoyada por los yorkinos. Estos principios llevarían, posteriormente, a la formación de los partidos políticos centralista y federalista, respectivamente; los primeros contarían con el apoyo español y del clero, mientras que los segundos recibirían el apoyo de los Estados Unidos, que así reafirmaba su visión de América para los americanos. Los actores sociales más importantes en las luchas que van de la consumación de la Independencia (1821), hasta la Revolución de Ayutla (1855) y la Guerra de Reforma (1857-1867), fueron la Iglesia y el Ejército. El nuevo país transitó en este período, por tres formas de organización política: el Imperio de Iturbide y las repúblicas Federal y Centralista. Las estructuras que había creado España, durante su larga presencia colonial, dejaron como legado a la nueva nación una sociedad compuesta por diversos grupos étnicos: indígenas, mestizos y blancos, los cuales contaban con grados distintos de educación, culturas y tradiciones diferentes, y niveles económicos diferenciados en una pirámide social cuya base era sostenida por la gran población amerindia. Como resultado de la dominación colonial el nuevo país había heredado un ejército y una poderosa Iglesia Católica; el primero integrado como la principal fuerza política organizada; la segunda operaba como la única religión autorizada en todo el Imperio Español, era dueña de la mayor parte de las riquezas del país, en virtud del Regio Patronato Indio, que concedió a España la autonomía de Roma respecto a la política eclesiástica en el continente. Los reyes españoles y sus virreyes habían sido, por obra de esta concesión papal, los patrones y vicepatronos, respectivamente, de esta Iglesia en la Nueva España; dentro de sus derechos y prerrogativas se encontraba la percepción de los diezmos, la erección de Iglesias y construcción de conventos, la organización de misiones religiosas y el proponer a las personas para ocupar los puestos vacantes, desde obispos hasta capellanes de parroquias en todo el territorio colonial, con todo lo que ello representaba en el terreno económico e ideológico. Este inmenso poder que otorgó el Papa a los Reyes Católicos y a sus descendientes durante la reconquista ibérica contra los moros y judíos, se asoció durante los inicios del siglo XVI por Cortés y Pizarro, en la época de la conquista americana, para enfrentar una situación adversa, el avance de La Reforma Luterana que había separado del mundo católico a los protestantes. A cambio de ese privilegio, España se comprometió a efectuar y costear la evangelización de los millones de indígenas del llamado Nuevo Mundo; empresa que, con creces, recompensó esas pérdidas. Al amparo de esta prerrogativa, que no existiría para el resto de los países europeos en su exploración y colonización americana, la Iglesia Católica reunió un importante patrimonio económico, que se fue incrementado durante toda la ocupación colonial aún más por las funciones de prestamista que desempeñó durante largo tiempo, a falta de instituciones de crédito. Su fuerza económica, ideológica y social, emanada del poder religioso y educativo que ejercía sobre la población, fue causa de que se buscara reducir su poderío desde las épocas finales coloniales con las Reformas Borbónicas y que, posteriormente, se lanzaran contra ella los gobiernos independientes republicanos. Nada extraño, puesto que tanto la monarquía española, como los nuevos gobiernos independientes, precisaban su caudal económico; los borbones para mantener su nivel colonial de ingresos, y los republicanos para la construcción del país. Por otra parte, un elemento fundamental que unió al ejército, que con la Independencia se había constituido en una clase privilegiada, con la Iglesia Católica que siempre había sido privilegiada, fue la defensa común de los fueros. Un elemento fundamental de búsqueda a futuro de la modernidad social, estaría conformado por lograr la igualdad de todos los mexicanos ante la ley. La organización política inicial de la nueva nación: Imperio Mexicano y República Federada Al lograrse la independencia las opciones de formas de gobierno eran las de adoptar la monarquía o un sistema republicano, esta última estructura podría ser federada o centralista. En torno de estas opciones pronto se manifestó la lucha de los grupos políticos; unos apoyaron una monarquía con un príncipe borbón español, los borbonistas; otros, también monárquicos, eran nacionalistas y proponían a Iturbide; mientras quienes aspiraban a una forma republicana de gobierno se dividían entre federalistas y centralistas. Sin embargo, desde la redacción del Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, se establecía como forma de gobierno de la nueva nación la monarquía constitucional.3

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