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jaguarmuseInforme26 de Septiembre de 2014
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Cuando elegí como tema el fascinante mundo de las minas y en especial esta, la de El Amparo, al principio lo tomamos como una tarea mas que hacer, pero con la imaginación que naturalmente se nos da, nos pusimos un casco, tomamos un marro y un cincel… ¡imaginario claro! y empezamos a escarbar al pie del cerro de libros, dando picotadas aquí y allá, hurgando en los distintos autores, para extraer ese metal tan precioso llamado historia. Escarbamos en muy distintos lugares y nos encontramos con remembranzas, evocaciones de un pasado lleno de bonanza, tiempos cuando se mataban de 10 a 12 animales, entre marranos, reses y venados cada semana, para consumo solo de esa población, esos eran en verdad “los tiempos en que los perros se amarraban con longaniza”, la abundancia prevalecía ahí, pues tenían un lujoso teatro, en donde se presentaban las mejores obras de teatro y los mejores artistas de la época, eran las mismas obras que se exhibían en la ciudad de Guadalajara, se contaba también con una Orquesta Sinfónica, que llegó a tener 36 ejecutantes, siendo su director y maestro, ni más, ni menos que el connotado músico etzatlense, Profesor Francisco T. Barajas, había 4 escuelas con maestros de lo mejor, un mercado a todo lujo, un moderno molino de nixtamal, una enorme tienda de raya. Para la adquisición de la mercancía, se mandó imprimir papel moneda especial, había asistencia médica constante para todos los trabajadores y familiares de ellos, cada año, había un concurso de jardines botánicos, también se comenta que el Circo Atayde, llegaba a esta población, sin siquiera detenerse a la población de Etzatlán, pues había más y mejor clientela en “El Amparo”, esta época duró relativamente muy poco tiempo, del año 1922 al 32 fue cuando tuvo mayor auge, pero fue decayendo paulatinamente hasta 1944, en que se paró totalmente la producción, esto sucedió al pasar la mina a manos del sindicato, y aunque parezca algo absurdo quién vino a poner la discordia con la bandera rojinegra, según eso para proteger a los trabajadores de la explotación extranjera, fue el ilustre artista plástico, don David Alfaro Siqueiros, por tal motivo ya se percibía un desastroso final. Ahí sí, los que tuvieron mas saliva tragaron más pinole, y fue de esa manera como los altos funcionarios solapados por los ex dueños, engañando a los trabajadores con falsas promesas de pago, desmantelaron los equipos más costosos y se los llevaron, argumentando la escasez de dinero para no pagarles lo trabajado, entonces, estos empezaron a desmantelar lo poco que quedó y a destruir las fincas, para llevarse muebles, instalaciones, adornos y demás cachivaches. Muy pronto quedó desierta la población y los edificios poco a poco fueron comidos por el tiempo y uno que otro ladrón que se llevó la cantera labrada y otros materiales.
Algunos viejos mineros, siguen buscando nuevos veneros que vuelvan a dar vida a los tiempos idos, mientras que las mujeres piadosas le rezan al Santo Patrón del pueblo, “El Señor del Amparo” para que ilumine a sus gentes mostrándoles el camino que los lleve al reinicio de otra temporada de riqueza, ya sin la menor brizna de envidias y flojeras, que al fin y al cabo fueron las que acabaron con aquel negocito.
Por cierto que hasta la fecha, año con año se sigue celebrando al Señor del Amparo, el último domingo del mes de mayo. Este Cristo fue donado por los mineros, los clavos y corona de espinas son de plata pura.
Ahora volvamos a dar un breve paseo por la historia de las minas en Etzatlán, lo anterior fue solamente un pequeño preámbulo:
Desde la llegada de Francisco Cortes de San Buenaventura, al feudo que se le conocía en aquellos tiempos con el nombre de “Yzatlán”, y que era comandado por su Cacique Coyulan, a don Francisco, se le dio la instrucción de ver las minas que ya para entonces se habían descubierto y se le ordenaba
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