Otto Von Bismarck
yivale24 de Noviembre de 2013
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Otto von Bismarck, el Canciller de Hierro
Nació el 1 de abril de 1815 en Schönhausen (Berlín). Hijo de un capitán de caballería, procedente de una familia noble prusiana, Bismarck vivió una juventud indisciplinada, autodidacta y llena de dudas religiosas y políticas. A partir de su matrimonio cambió radicalmente de vida, iniciando una carrera política marcada por el más severo conservadurismo. Estudió derecho en la Universidad de Gotinga y agricultura en la Berlín y Griefswaldy. Posteriormente trabajó para el Estado desde 1836.
En 1847, como diputado del Parlamento prusiano, destacó como adversario de las ideas liberales que por entonces avanzaban en toda Europa. Al estallar la Revolución de 1848 partió hacia Berlín para pedir al rey Federico Guillermo IV que acabase con la sublevación.
En 1851 fue representante prusiano en la Confederación Alemana, la liga de los 39 estados alemanes. La experiencia revolucionaria de 1848-51 le radicalizó en sus posturas reaccionarias, convirtiéndole para siempre en paradigma del autoritarismo y del militarismo prusiano.
En los años siguientes ocupó puestos diplomáticos en Frankfurt, San Petersburgo y París, conociendo de primera mano los asuntos internacionales. Como diplomático fue embajador de Prusia y Francia. De esa época data la maduración de su ideario político nacionalista, a medio camino entre el constitucionalismo y las tradiciones germánicas; y su convicción de que el proyecto de unificación que albergaba para Alemania no debía basarse en la apelación a las masas, sino en el empleo inteligente de la diplomacia y de la fuerza militar. Implantó impuestos adicionales de acuerdo con el presupuesto de 1861.
Desde que el rey Guillermo I le nombró canciller (primer ministro) y ministro de Asuntos Exteriores en 1862, puso en marcha su plan para imponer la hegemonía de Prusia sobre el conjunto de Alemania, como paso previo para una eventual unificación nacional.
Empezó por reorganizar y reforzar el ejército prusiano, al que lanzaría a continuación a tres enfrentamientos bélicos, probablemente premeditados, en todos los cuales resultó vencedor: la Guerra de los Ducados (1864), una acción concertada con Austria para arrebatar a Dinamarca los territorios de habla alemana de Schleswig y Holstein; la Guerra Austro-Prusiana (1866), un artificioso conflicto provocado a raíz de los problemas de la administración conjunta de los ducados daneses y dirigida, en realidad, a eliminar la influencia de Austria sobre los asuntos alemanes; y la Guerra Franco-Prusiana (1870), provocada por un malentendido diplomático con la Francia de Napoleón III a propósito de la sucesión al vacante Trono de España, pero encaminada de hecho a anular a Francia en la política europea, a fin de que dejara de alentar el particularismo de los Estados alemanes del sur.
En 1864, se había hecho con el apoyo popular al utilizar al reorganizado Ejército prusiano, en alianza con Austria, para hacerse con las provincias de Schleswig y Holstein de Dinamarca. En 1866 se enfrentó a Austria en la victoria de Sadowa.
En cada una de aquellas guerras Prusia acrecentó su poderío y extendió su territorio: en 1867 ya fue capaz de unir a la mayor parte de los Estados independientes que subsistían en Alemania gracias a la guerra con Francia, formando la Confederación de la Alemania del Norte y el rey de Prusia pasó a ser emperador de Alemania; en 1871, además de anexionarse las regiones francesas de Alsacia y Lorena, impuso la creación de un único Imperio Alemán bajo la corona de Guillermo I, del que sólo quedó excluida Austria.
La política interior de Bismarck se apoyó en un régimen de poder autoritario, a pesar de la apariencia constitucional y del sufragio universal destinado a neutralizar a las clases medias. Inicialmente
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