PEQUEÑAS GUERRAS, LUGARES REMOTOS.
lalocam3 de Junio de 2014
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PEQUEÑAS GUERRAS, LUGARES REMOTOS. Michael Burleigh.
RESEÑA DE EDUARDO CAMPOS HERNÁNDEZ.
Para empezar, antes de hablar de la obra, hablemos del autor. ¿Quién es Michael Burleigh? Ante todo, es primero un historiador, antes que un escritor o narrador. Eso debe de ser considerado antes de aventurarse a leer esta colosal obra. Me sentí un poco en el ambiente academicista del libro de Christian Duverger. Claro, con premisas completamente diferentes.
Las credenciales académicas de Burleigh, aunque no sean vastas, sí son impresionantes. Investigador en las Universidades de Oxford y Cardiff, y en la London School of Economics. De su participación en universidades americanas, sobresalen Rutgers y Stanford. Ha Ganado el Premio Nonino el año del 2012. Dicho premio se entrega a obras que, más que el ámbito puramente literario, sobresalen por su aporte a diversos aspectos culturales que los jueces consideren de valor para la sociedad contemporánea.
Y efectivamente, su libro “Pequeñas guerras, lugares remotos” es un buen aporte para cualquier biblioteca que quiera jactarse de tener una buena bibliografía relativa al inicio de la guerra fría y al proceso de desarticulación del colonialismo de mediados del siglo XX. Bien diría que cualquier persona que necesitara realizar una investigación, o preparar una ponencia sobre determinado conflicto independentista de esa época, podría utilizar este libro como un texto de cabecera.
Se pondrá de nuevo, un poco de moda, el hablar de la guerra fría en estos tiempos. ¿Por qué? Porque Putin pretende revivir a ese gigante histórico que se puso a la par del verdadero ganador de la XX Guerra Mundial. Desde los “Silentes” hasta la “Generación Y”, fuimos testigos de la famosa lucha entre el bien y el mal, entre el mundo libre y la sociedad planificada, entre el Bolshoi y Rambo, para decirlo en pocas palabras. Ya sea que vivieras en el primer, segundo o tercer mundo, había que tomar partidos. Unos eran buenos, y los otros, necesariamente malos.
Desde ese punto de vista, el libro de Michael Burleigh pretende derribar una que otra estatua que construimos a lo largo de esa época. En el mundo occidental, siempre se afirmó que USA y Europa Occidental serían, a partir de la XXGM y hasta nuestros días, los paladines de la democracia, el libre mercado y la libertad de creencias. Que era terrible vivir en los países donde se negaba a Dios, al libre mercado y la competencia, y a la existencia de otras ideologías políticas que no fueran comunistas. El colapso del Muro de Berlín en 1989, y la desaparición de la Unión Soviética pocos meses después, eran pruebas irrefutables. Todos queremos refresco de cola y hamburguesas express.
Primera sorpresa. Burleigh hace una investigación exhaustiva donde nos demuestra que fue mayor la paranoia estadounidense por creer que los Soviéticos se querían comer al mundo entero, que la realidad del bloque comunista por engullirse países y regiones para implantar el sueño de Marx. La tesis del “efecto dominó”, fue la idea fuerza de la política occidental en esos tiempos.
Dicho “efecto dominó” consistía en asumir que, si en un país de determinada región se implantaba el comunismo irremisiblemente vendrían en cascada revoluciones o movimientos políticos que convertirían a los países vecinos en gemelos políticos del primero. Cuando una ficha cae, se derriba toda la hilera, como con las filas de dominó.
Por lo tanto, y basados en la frase “El fin justifica los medios” que escribió Herman Busembaum (porque en realidad nunca la mencionó Maquiavelo), Estados Unidos apoyó a verdaderos patanes, dictadores, chupasangre y megalómanos en numerosos países del tercer mundo, con tal de impedir que otros líderes políticos, o guerrilleros, afines al comunismo soviético o chino, implantaran sus respectivos sistemas políticos y económicos, en perjuicio
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