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Pensar Historicamente


Enviado por   •  30 de Diciembre de 2014  •  13.636 Palabras (55 Páginas)  •  385 Visitas

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PENSAR HISTÓRICAMENTE

Vilar Pierre (1997) Barcelona. Crítica.

Es muy emocionante para mí tomar la palabra aquí, en esta Ávila a la que tanto quiso don Claudio. Pero la institución que me ha honrado con su invitación no fue fundada por don Claudio como un lugar en el que se hablara de él. Es muy comprensible que quienes le han conocido y querido estén tentados de hacerlo. Me agradaría evocar ampliamente su prodigiosa erudición, su capacidad de síntesis, su genio polémico, su sentido del honor como hombre público, su don de comunicación, su calurosa amistad. No voy a pretender por ello que su concepción de la historia y la mía fuesen coincidentes. Recuerdo una sesión del Ateneo Iberoamericano de París, en la que don Claudio abordó una definición del método de la historia. Yo me encontraba en la primera fila del auditorio. En cada una de sus frases había una clara alusión a lo que nos separaba. Él no me nombraba, pero yo seguía su mirada. Fue muy divertido y, pocas horas después, alrededor de una bien servida mesa, rehicimos juntos el itinerario de su “monodiálogo”, preguntándonos cuántos oyentes habrían podido captar el carácter alusivo. Comprobábamos así hasta qué punto dos historiadores de vocación y de oficio pueden tener serias discrepancias sobre los métodos e incluso sobre el principio de su disciplina, y sin embargo sentirse solidarios, parientes cercanos, frente a las pretensiones históricas de tal o cual construcción literaria, frente a toda ciencia

ahistórica de la sociedad, o frente a esos “especialistas en ideas generales”, como decía Unamuno de los filósofos, que creen hacer malabarismos con “conceptos”, cuando en realidad sólo los hacen con palabras. Es de esta referencia a la historia como modo de pensar de lo que querría hablarles, sobre todo para señalar los peligros de una no-referencia (o de falsas referencias) a “la historia”. Quizás resulte agresivo, aunque nunca hacia historiadores dignos de ese nombre. Sólo para reivindicar un “historicismo”. Permítanme otro recuerdo personal (ya saben ustedes que las personas mayores los prodigan). Me lleva a Atenas, en los años 60. Eran ya las dos o las tres de la mañana. Desde las nueve de la noche anterior, un debate sin descanso tenía lugar entre “intelectuales” griegos y franceses. Ya no recuerdo qué es lo que yo había dicho cuando de pronto Nikos Poulantzas, a quien me acababan de presentar, tendiendo hacia mí un índice acusador, me interpeló con voz tronante: “¡Pero cae usted en el historicismo!” “¿Que caigo en el historicismo?”, exclamé un poco humorísticamente. ¿Cómo podría “caer” en él? Yo nado en él, vivo en él, respiro en él. ¡Pensar al margen de la historia me resultaría tan imposible como a un pez vivir fuera del agua! Comprendo que un

* “Penser historiquement”, conferencia de clausura de los cursos de verano de la Fundación Sánchez-Albornoz, Ávila, 30 de julio de 1987. Traducción: Arón Cohen (del original en francés proporcionado por el autor), publicada en el volumen: Pierre Vilar, Memoria, historia e historiadores, Granada/Valencia, Editorial Universidad de Granada-Publicacions Universitat de València, 2004, págs. 67-122. Una primera traducción al castellano fue publicada en México, dentro del volumen: Pierre Vilar, Pensar la historia,

págs. 20-52.

filósofo (siempre más o menos teólogo) mire el mundo “sub specie aeternitatis”, y que un agente de cambio viva bajo el signo del corto plazo. Pero querer pensar la sociedad, e incluso la naturaleza, y pretender disertar sobre ellas, exige una referencia continua a las dimensiones temporales. Tiempo de las galaxias y tiempo de las glaciaciones, tiempo de los mundos humanos cerrados y tiempo de las relaciones generalizadas, tiempo del arado y tiempo del tractor, tiempo de la diligencia y tiempo del supersónico, tiempo de la esclavitud y tiempo del trabajo asalariado, tiempo de los clanes y tiempo de los imperios, tiempo de la punta de lanza y tiempo del submarino atómico: todo análisis que se encierre en la lógica de uno de estos tiempos o que les suponga una lógica común corre un gran riesgo de confundirse, y de confundirnos. Añadamos que estas temporalidades no marcan del mismo modo a todos los espacios terrestres ni a todas las masas humanas a la vez. “Pensar históricamente” (¡aunque sea “caer en el historicismo”!) significa situar, medir y datar, continuamente. ¡En la medida de lo posible, desde luego! Pero, para un determinado saber, nada es tan necesario como tener conciencia de sus propios límites. Lo olvidan con frecuencia saberes orgullosos de situarse fuera de la historia. En los últimos tiempos, me han llevado a meditar sobre estos temas un acontecimiento significativo, algunos encuentros profesionales o institucionales y algunas lecturas. Estas serán mis referencias.

Comencemos por el acontecimiento. Estoy pensando en el “proceso Barbie” que se ha desarrollado en Lyón entre el 11 de mayo y el 4 de julio últimos. Desconozco el lugar que se ha reservado a este proceso en la información española. Pero sé que el cincuentenario de 1936 provocó confrontaciones de la misma naturaleza entre actualidad e historia. El diario Le Monde elaboró un “dossier” (informes e investigaciones) sobre el “proceso Barbie”: lo tituló Dossier para la historia. Querría plantear una primera cuestión a partir de este título. El “proceso Barbie” consistió en juzgar, según las reglas del derecho civil francés, ante un jurado popular reunido en sala de lo criminal, a un hombre de 75 años, Klaus Barbie, que, en 1942 (cuando tenía 30) había dirigido en Lyón la policía militar (y política) nazi. Hizo torturar hasta la muerte al responsable de la resistencia francesa a la ocupación, Jean Moulin; pero torturó también (a veces personalmente) a simples sospechosos. He hizo deportar hacia los campos de exterminio, cuya existencia y cuyos fines conocía y aprobaba, a varios convoyes de judíos, incluido uno de 41 niños de edades comprendidas entre los tres y los trece años; ¡ninguno de ellos regresó! Buscado como “criminal de guerra” en Alemania, Barbie fue reclutado allí, a finales de los años 40, por los servicios de información americanos, como especialista en la caza de comunistas; en 1952, se consideró prudente encaminarlo hacia Sudamérica. En Bolivia, bajo el nombre de Altmann, se hizo hombre de negocios. ¿Drogas? ¿Armas? Él lo niega, y no es ése el problema. Pero, protegido del general Banzer, figura, hacia 1980, como coronel en la reserva en sus servicios de información. Sin embargo, fue identificado por Serge y Beate Klarsfeld, abogados que juraron poner en manos de

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