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Porfiriato

Nellita7 de Junio de 2012

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Texto: María Eugenia de Lara

La llamada “moda” en la vestimenta, es decir, la indumentaria vigente entre las clases acomodadas durante los diversos periodos de la historia de México, ha sido poco estudiada. Las investigaciones son prácticamente inexistentes en nuestra historiografía profesional, más preocupada por los grandes temas de la política y las gestas militares del siglo XIX. Sin embargo, existen algunas referencias que se relacionan, sobre todo, con el ámbito de la literatura o de las remembranzas costumbristas; hacen alusión a la “moda” cuando se abordan temas que se refieren a las artes aplicadas o a las artes menores, o bien aparecen en revisiones hemerográficas de revistas y periódicos ricos en ilustraciones que incluyen la curiosidad por la indumentaria predominante. Dos textos importantes al respecto son el de Virginia Armella de Aspe et. al., La historia de México a través de su indumentaria, y el de J. Anderson Block y Madge Garland A history of Fashion.

En México la moda ha sido abordada más bien de manera descriptiva, sin que existan propiamente enfoques considerados dentro de un contexto social más amplio. Es por ello que resulta pertinente sugerir, para futuros estudios, la visualización del tema de la indumentaria predominante dentro de un contexto social que implique al ámbito cultural e ideológico. Y desde luego, es indispensable situar este tema dentro de la vida cotidiana de los mexicanos del siglo XIX en todos los niveles sociales, para así profundizar su comprensión.

No basta entonces la descripción pormenorizada de las características de la indumentaria de inspiración, sobre todo europea, que se adaptaba a nuestro entorno; más bien, resulta preferible considerar el tema de la indumentaria vigente en la segunda mitad del siglo XIX en México, como el resultado de dos aspectos fundamentales. Por un lado, del concepto, de la idea predominante sobre la mujer, su imagen y su funciónen todos los niveles sociales, tendencia que va de la mano con las corrientes vigentes tanto en la literatura como en el arte. Por el otro, el escaso desarrollo de la industria textil en nuestro país y las posibilidades de la importación de telas y accesorios que complementaban los guardarropas de moda y de uso habitual. Durante el porfiriato creció la industria textil, aunque sus producciones se centraban en la elaboración de telas de algodón y manta.

Blusas, corpiños, camisas, corsés, canesús de encaje, enaguas múltiples, miriñaques, crinolinas, camisolas, camisolines, frú, frú de seda, puf, polisón, y demás; un sinfín de prendas en ropa blanca, de algodón o lino, por medio de las cuales se pretendía que las damas de sociedad realzaran su belleza. Gran variedad de accesorios como las sombrillas, sombreros, pañuelos, cuellos de encaje, guantes, bolsas, zapatillas, botines, y muchos más

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En la segunda mitad del siglo XIX predominaba la idea de que la mujer, por medio de su prestancia, de sus adornos y de su indumentaria, otorgaba prestigio al hombre y era el vivo ejemplo de su éxito económico, criterio vigente entre la llamada “gente de pelo”.

Después de los años pos independentista, bajo la influencia napoleónica, los vestidos estrechos y tubulares de los tiempos del Imperio de Iturbide, lentamente empezaron a ampliarse a través de una “moda” en la que la mujer nunca había utilizado tanta tela para vestirse. La Marquesa Calderón de la Barca se refirió a los “ricos vestidos” aunque un poco pasados de moda que portaban las mexicanas, que se distinguían por la riqueza de sus joyas.

Entre 1854 y 1868, y en especial durante los años del Imperio de Maximiliano, llegan a su apogeo los miriñaques y las crinolinas, que no eran otra cosa que estructuras capaces de soportar una

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