Posguerra Del Chaco
riover12 de Febrero de 2015
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POSGUERRA DEL CHACO
El 12 de junio de 1935 llegaba a su fin el conflicto del Chaco Boreal. Tres años de guerra con su secuela de sangre, drama y dolor quedaban atrás. El Paraguay había cumplido una vez más con su destino: defender el honor nacional y la integridad del suelo patrio con el sacrificio de sus hijos. La recordación de este día y la de la epopeya que precedió merecen el homenaje constante a sus protagonistas. El legado de esta gesta no está siendo honrado por autoridades y dirigentes. El respeto y la veneración que los héroes de la Guerra con Bolivia reciben y merecen en mayor medida aún, tienen motivaciones más trascendentes que la mera recordación. Hay que poner énfasis en algunos puntos y enfocar preferentemente la atención hacia facetas que contribuyan a valorar todavía más lo que se vacila en calificar como la página más gloriosa de nuestra historia.
En todos los conflictos encontramos el coraje y la dignidad llevados a su expresión quintaesenciada: el heroísmo. Pero pocas veces, el esfuerzo titánico de nuestros mayores había culminado en triunfos. Desde nuestros comienzos como nación, y aún antes, se ha demostrado la increíble capacidad de llegar hasta la inmolación en defensa de los ideales.
La nación necesitaba afirmar su fe en un destino superior. En los desiertos del Chaco, el Paraguay logró la compensación histórica que la patria necesitaba: la gloria otra vez, pero ahora y para siempre unida a la victoria.
Otro aspecto digno de destacar es el de la conducción del país en horas tan decisivas por hombres providenciales, que supieron estar a la altura del momento que les tocó vivir. Dos de ellos, los principales, pertenecen a esa categoría superior de personas que llamamos héroes nacionales.
José Félix Estigarribia fue el hombre del destino. Todos recuerdan su genio militar, su conducción brillante del ejército, su sencillez y humildad en las victorias. El día del cese del fuego -el 14 de junio- dio su última orden: Que los aviones arrojen flores sobre el campo de batalla en homenaje a vencedores y vencidos. A su lado estaba el que fue llamado con justicia el Presidente de la Victoria.
Eusebio Ayala, debido a sus notables atributos, alcanzó el nivel superior de los políticos, el de estadista que la República necesitaba en esos momentos estelares.
La historia no es mera recordación de hechos, sino presencia de almas. La patria escribió esta gesta, no por generación espontánea o por hechos fortuitos. Estigarribia era un genio militar y se había preparado para ello. Ayala, un estadista excelso. Su gabinete -llamado el De la Victoria-, el mejor de nuestro derrotero político. Los jefes militares eran los más idóneos; en la retaguardia estaban los más aptos y decentes.
Esta gran gesta debe ser un modelo en el presente. Los más capaces tuvieron a su cargo la conducción del país. El valor tenía el respaldo de la razón. Casi todo lo que se hizo fue la secuela de reflexiones lúcidas, de seres preparados para su misión. Y la honradez en la administración de un Estado en guerra fue ejemplar. Preparación, capacidad, respeto, razón, valor y honestidad son las principales lecciones que la Paz del Chaco nos deja como legado inmortal
¿Qué pasó con la educación en la posguerra del Chaco?
El nuevo contexto que se configuró en esa etapa presenta tres importantes características; una, la irrupción del poder militar en el ordenamiento político nacional; otra, la fuerte primacía de las ideologías antiliberales, en particular la del fascismo y el nacionalsocialismo; tercero, la imposición de sistema autoritario de poder fuertemente adherido a una versión nacionalista que se afana por dar legitimidad a la rígida e intolerante estructura de poder, y finalmente, el surgimiento de movimientos fuertemente reivindicativos que reclaman profundos cambios políticos
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