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Reglas de oro. Los pasos de la sentencia. El criterio judicial


Enviado por   •  11 de Enero de 2020  •  Ensayos  •  881 Palabras (4 Páginas)  •  213 Visitas

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"La labor del Juez implica un serio compromiso con la comunidad, compromiso que lo obliga al estudio constante, a la afinación de criterios, al cultivo de las más altas virtudes personales, a la actuación de buena fe y, sobre todo, al fortalecimiento de su espíritu humanista".  Ministro Juan Díaz Romero. †

Los pasos de la sentencia.

El criterio judicial.

Por: Juan Díaz Romero. Ministro de la SCJN. (QEPD).

La relación de todos los requisitos que hasta aquí se han enumerado, parecería colmar desde el punto de vista técnico y ético la excelencia del quehacer judicial. Ya hemos invocado las virtudes personales, la preparación técnica y científica en materia jurídica, la vocación judicial y el respeto a los principios judiciales, fundamentalmente independencia, imparcialidad, objetividad, profesionalismo y excelencia, pero la culminación de ésta requiere de una cúpula brillante, y ésta es el criterio judicial sin el cual el juzgador no puede alcanzar el señorío de los grandes jueces. Así como el médico debe tener "ojo clínico", el futbolista "toque", el boxeador "punch" y el torero "temple", el juez debe tener criterio: discernimiento y razonabilidad práctica para emitir juicios justos. El buen criterio es la cima más alta de la ética judicial y del profesionalismo judicial. Por algo se han conservado a lo largo de los tiempos en la memoria de los pueblos multitud de anécdotas, unas reales y otras ficticias de sentencias admirables, algunas de las cuales son comentadas por Gustavo Radbruch[1], como aquella tan simpática en que el Juez Ivo (que según dice fue el primer juez santo), llegó un hombre muy rico que tenía fama de hacer grandes comelitones: él demandaba a un hombre miserable que siempre se acercaba a su cocina a oler los manjares que preparaba y le exigía el pago por ese disfrute; el Juez Ivo pidió al demandado que sacara varias monedas, pero no para darlas al rico, sino sólo para que las hicieran tintinear y sentenció: "El que con olores se alimenta, justo es que pague con sonidos". Y qué decir del sabio Salomón que supo resolver con admirable ingenio el pleito entre dos mujeres por la maternidad de un niño. Lo mismo puede decirse de las sentencias dictadas por Sancho Panza en la Insula Barataria, como narra con gracejo Miguel de Cervantes. Shakespeare, por su lado, inmortaliza el fallo dictado a instancias del Shylock que reclamaba una libra de carne del cuerpo de Basanio. Pero ya más cerca de nuestra época y puestos en la realidad, está el caso de Rigss Vs Palmer, motivado por el hecho de que un nieto mató a su abuelo para quedarse con la herencia y, por supuesto, fue condenado penalmente, pero luego su ahogado demandó en la vía civil alegando que su cliente tenía derecho a la herencia y, por supuesto, fue condenado penalmente y, estaba cumpliendo la pena. La Corte, sin embargo, no le dio la razón con base, no en una ley, sino en un principio moral: Nadie puede beneficiarse de su propio dolo. ¿Por qué han pasado a la historia y a la tradición popular juicios como los mencionados? No por ingeniosos, sino porque a ellos recayeron sentencias justas. El buen criterio judicial, a veces, ya se trae por naturaleza, y en otras ocasiones se va sedimentando con el quehacer judicial a través del tiempo. Parece que no hay reglas que puedan seguirse de memoria para lograr que alguien, siguiéndolas, llegue a un juicio certero. A pesar de esto, aguzando el entendimiento, de algo pueden servir los siguientes pasos:

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