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Restauración de un Patrimonio Cultural: La Biblioteca Nacional Del Perú – Ricardo Palma Soriano (1881 – 1912)

Alexanders Alvarez UretaMonografía26 de Octubre de 2015

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                      UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DEL PERÚ

 

 

Restauración de un Patrimonio Cultural: La Biblioteca Nacional Del Perú –

Ricardo Palma Soriano (1881 – 1912)

                          ALVAREZ URETA, Alexanders Jairo

 

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                            Lima, 10 de Agosto del 2015

 INTRODUCCIÓN

El presente trabajo titulado Restauración de un Patrimonio Cultural: La Biblioteca Nacional Del Perú - Ricardo Palma Soriano (1881 – 1912),  abordará lo concerniente a la reconstrucción de nuestra Biblioteca Nacional realizada por Ricardo Palma Soriano entre los años 1881 a 1912.

                Durante el tiempo posterior a la guerra contra Chile, nuestro país se encontraba en etapa de reconstrucción de su identidad espiritual y material. El caso de la Biblioteca Nacional, es realizado por Ricardo Palma que en su etapa como Director busca por un  lado, restaurar materialmente la biblioteca y por otro lado, no perder la cultura peruana tras los estragos que causó la invasión chilena.[1] 

                Ante el panorama descrito, se desprende  la siguiente interrogante: ¿Cuáles fueron las principales acciones que realizó Ricardo Palma Soriano para restaurar la Biblioteca Nacional durante su gestión como director?  La respuesta a esta pregunta nos dirigirá a indagar en textos que comprendan el aspecto histórico, social y económico de  nuestro país durante los años en los que Ricardo Palma fue Director de la Biblioteca Nacional.

                Esto servirá en el futuro para conocer las acciones para restaurar la Biblioteca Nacional y dar a recordar que algunos de esos libros fueron gracias al arduo trabajo realizado de Ricardo Palma Soriano. Somos conscientes que en el gran tiempo de existencia de la Biblioteca Nacional, los peruanos no hemos sacado el mayor lustre a nuestra Biblioteca Nacional, tanto antes del saqueo que sufrió por parte de las tropas chilenas como después en la etapa de la Reconstrucción nacional.

                Quiero mencionar a la base de este trabajo que gracias a ellos he podido subir una escala como profesional: Al Fondo Editorial de la  Biblioteca Nacional del Perú por su colaboración en información académica, José Tamayo Herrera que al borde de sus 72 años, aún conserva el mismo carácter, tan frontal y cuestionador como jovial y a su producción historiográfica.

Desarrollo

Restauración de una Biblioteca Vacía

        En 1980, al término de  la guerra del Pacífico, lo que había sido el edificio de la Biblioteca Nacional, antes el antiguo Colegio Máximo de los jesuitas, había sido apoderado para su uso por las tropas chilenas, durante la invasión de la ciudad de Lima.

                Muchos de los libros que había en la Biblioteca Nacional tomaron diferentes rumbos: fueron llevados por las tropas chilenas y repartidas a las bibliotecas públicas, vendidas a particulares u otros llevados por los propios ciudadanos peruanos.

                En el mismo año, Ricardo Palma fue nombrado Sub Director de la Biblioteca, mientras que el Directorio lo ocupaba Manuel Odriozola.

                Cabe recordar que antes de la invasión chilena, la Biblioteca Nacional era de las más importantes de todo Latinoamérica, debido su gran cantidad de libros antiguos que poseía. En el siguiente escrito de Martell Sovero, nos hace recordar:

                «En 1880, la Biblioteca Nacional contaba con   56 127 volúmenes         que         entre sus más valiosas están las ediciones de la Biblia,         clásicos griegos y         latinos, europeos, plantinianas (ediciones de         impresos de Amberes         Cristóbal Plantín y sus sucesores),         elzevirianas (impresiones hechas por         la familia Elzevier),         manuscritos notables (entre ellas procesos de la         Inquisición),         memorias de virreyes, documentos sobre la compañía de         Jesús»         (Martell Sovero 1979:A2)

Después de la retirada de las tropas chilenas en 1883, el Perú entra una etapa de Reconstruccion Nacional, en donde la Biblioteca Nacional era uno de los puntos más importantes en la agenda del Gobierno. Es así que llaman a Ricardo Palma Soriano para que ocupe el Directorio de la Biblioteca Nacional y lo restaure después de los horribles estragos que sufrió.

Ricardo Palma acepta el puesto y en 1884 es nombrado Director de la Biblioteca Nacional, anteriormente tenía una propuesta para formar parte de un diario local de la Argentina.[2] Tal vez, el incidente de la invasión de su casa y la destrucción de su biblioteca privada, contribuyó a que tome el Directorio y  su celo en el tratamiento de los libros que estarían bajo su cuidado en la Biblioteca Nacional, en cierto modo, en su biblioteca.

En Noviembre del mismo año, Ricardo Palma informa sobre el estado en la que se encontraba la Biblioteca Nacional al Ministerio de Justicia e Instrucción:

«Biblioteca no existe; pues de los cincuenta seis mil volúmenes  que aquella contuvo sólo he encontrado setecientos treinta y ocho… » (Fondo Editorial Biblioteca Nacional del Perú 1971:9)

Su primera media fue restaurar el edificio, ya que se encontraba en pésima condiciones. Entonces se nombra al arquitecto don Manuel Julián San Martin para los trabajos de reparación y a un comité de peruanos para supervisar la restauración del edificio.

El 28 de Julio de 1884, se realiza la reapertura de la Biblioteca Nacional con el presidente de la nación, Miguel Iglesias, quien donó 5 elzevires. Para ese entonces la colección ascendía a 27 824 volúmenes, de ellos 8 315 poseían el antiguo sello de la Biblioteca, habían sido devueltos por particulares.

 En el discurso de reapertura Ricardo Palma expresó:

«Puse al servicio de la patria lo poco que de actividad, de         inteligencia y de entusiasmo pude conservar en mi espíritu. Sé que         en la milicia de la vida no son laureles todo lo que se cosecha, que         no hay campos sin abrojos y espinas […] y que acaso no faltará         alguien que diga que en ocho meses era imposible organizar la         Biblioteca». (HAMPE MARTINEZ 2012:333)

A través de sus relaciones sociales y literarias, es decir, con su prestigio internacional y sus amigos; Ricardo Palma fue capaz de restaurar la Biblioteca del Perú. El nombre de el “bibliotecario mendigo” no solo se debía a que iba de puerta en puerta a pedir libros, sino a la amabilidad que poseía y era expresada en cada acción que realizaba Palma.

En 1887, Rubén Darío visitó brevemente la ciudad de Lima y  expresó lo siguiente:

«Ante una mesa toda llena de papeles nuevos y viejos […] El me         recibía con una sonrisa, que daba ánimos, debajo de sus         espesos y         canosos bigotes retorcidos. ¡Figura simpática e interesante en         verdad! Mediano de cuerpo, ágil a pesar de su gruesa carga de años,         ojos brillantes que hablan y párpados móviles que subrayan, a veces,         lo que dicen los ojos, rápido gesto de buen conversador, y palabra         fácil y amena» (HAMPE MARTINEZ 2012:334)

Cabe señalar que el objetivo de Ricardo Palma era el retorno de los libros perdidos, es por ello que también lo realiza en el interior del país. Tras un decreto en el 5 de noviembre de 1883, Palma consiguió que el prefecto de Lima, ordene que los libros, manuscritos, inmuebles u otros objetos pertenecientes a la Biblioteca Nacional que estaban en poder de los ciudadanos peruanos tenían que ser devueltos a su establecimiento de origen dentro de quince días, de lo contrario iban a recibir una multa.

Palma llegó a escribir sin recelos al presidente de Chile, don Domingo Santa María, la devolución de los libros robados de la Biblioteca Nacional del Perú.

El presidente chileno admite que en Chile había libros tomados de la Biblioteca peruana y aceptó el pedido de Palma, a través de una carta desde Valparaíso el 14 de marzo de 1884:

« No se ha equivocado usted al creer, como me lo dice en su                 carta  de 20 de febrero, que tendría buena voluntad para                         devolver a la Biblioteca de Lima los libros que de ahí pudieron                 sacarse en un momento de ardor         bélico […]. A         Dios                         gracias, los tiempos bonancibles vuelven y usted         dejara de                 andar con su espada al cinto y volverá a tomar la pluma para                 escribir, como siempre, sabrosos y         bien aliñados artículos.                 Le adjunto la lista de los libros que le envió por el vapor Chile                 que zarpa mañana de este puerto. Pruébele esta remesa mi                 deseo de complacer a usted y de hacer fructuosa la tarea                 que se ha impuesto.» (HAMPE MARTINEZ 2012:334)

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