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Sociedadcratica En Venezuela Demo

FRANCYSMOGOLLON5 de Mayo de 2013

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Sociedad En La Venezuela Democratica

La Sociedad en la Venezuela Democrática es un tema ampliamente importante, ya que abarca diversas puntualizaciones que determinan la situación en los aspectos políticos, económicos y sociales.

El presente trabajo tiene como propósito mostrar a las personas interesadas en el tema donde se conocerá las diferentes constituciones políticas del estado de los indígenas de Venezuela, un hecho de indiscutible valor no solamente jurídico, sino cuyas implicaciones tienen que ver con los aspectos políticos, económicos y sociales relacionados con los primeros habitantes de Venezuela.

Con la adopción de la nueva Constitución de 1999, se restablece la justicia, violada sistemáticamente, no solo después del descubrimiento con los procedimientos de la sociedad dominante durante la conquista subsiguiente, sino que luego de haber sido independizada la República del yugo colonial español, cuando violando la primera Constitución de 1811, los nuevos dueños de la República, se las arreglaron para apropiarse de cuanta tierra disponible y útil había, desconociendo de paso todo derecho de los aborígenes venezolanos a vivir en sus propios hábitats, a mantener sus inveteradas costumbres y su cultura, arrinconándolos y desconociéndoles todos sus derechos.

Además se indagará sobre el proceso de transculturación campo-ciudad como también las consecuencias sociales de la demagogia política partidista; y por último se desarrollará la marginalidad como expresión de la exclusión social.

Proyecto Nacional De La cLase Dominante

Proyecto Nacional de la clase dominante.

Las clases sociales perfilan su carácter en la lucha política, es decir, en la lucha por el poder. Una clase social adquiere con¬ciencia «de sí y para sí» en la confrontación política con otras clases. El poder político constituye la piedra angu¬lar en tomo a la cual gira la lucha de clases en su forma más dramática y de¬cisiva. La clase social que detenta el poder subyuga a las otras clases, imponiéndose por la fuerza del Estado o neutralizándolas como aliadas de segundo orden. En la base se encuentra el modo de producción imperante. La hegemo¬nía la ejerce la clase o el sector de clase que tenga en sus manos las palancas fundamentales de ese modo de produc¬ción. Las contradicciones no se encuen¬tran sólo a nivel de antagonismos inso¬lubles de clase contra clase sino tam¬bién en el seno de cada clase. Entender este fenómeno en cada momento histó¬rico, saber cual es la clase o sector he¬gemónico, es la clave de toda política revolucionaria.

En Venezuela el imperialismo nor¬teamericano ejerce el dominio sobre toda la nación. Salvo la burguesía a él asociada, su indispensable aliado, todas las demás clases conforman un comple¬jo bloque de clases dominadas. El im¬perialismo impide que sectores de la burguesía alcancen su propio desarro¬llo y condena a obreros, campesinos y capas medias al papel de convidados de piedra en el reparto de las riquezas y la dirección política del país. Obreros, campesinos, capas medias y sectores de la burguesía son el bloque subyugado. El problema del poder no sólo podemos entenderlo dentro de este contradicto¬rio cuadro. De allí la carencia de un proyecto nacional independiente. Los representantes del status político osci¬lan entre los diversos intereses clasistas y siempre, al fin y al cabo, actúan en favor del bloque dominante. Necesi¬tados de legitimación ante la inmensa mayoría, hacen todo género de prome¬sas que no cumplen y sucumben ante el imperialismo.

Esta es una constante de nuestra his¬toria republicana y, con la excepción de Cuba Revolucionaria, continúa siendo la historia de Latinoamérica y El Cari¬be, que adquiere mayor agudeza y cla¬ridad con la globalización y el neolibe¬ralismo.

Las clases sociales no son compar¬timientos estancos, pese a que el abismo económico entre ricos y pobres se ensancha y profundiza cada vez más. La lucha que se libra entre ellas genera mutuas influencias, más o menos inten¬sas, en lo ideológico y político. Por eso la importancia de arrancar la justifica¬ción ideológica y política a la clase ad¬versa. De allí las contradicciones en el seno de los gobiernos y en el movimien¬to popular. Porque la dominación no se ejerce de manera mecánica, requiere de cierto grado de consenso y en cierto momento cede ante las presiones de otros sectores sociales ante las condi¬ciones objetivas. Se construyen las empresas básicas, se nacionaliza el petró¬leo y el hierro y luego se emprende la privatización, se abandona la educacióegradan los salarios, se pone fin a la política habitacional, se arremete contra las conquistas de los trabajadores. Cunde el desempleo, la pobreza crítica y la delincuencia. Es un círculo infernal sin salida dentro de la dominación imperialista.

Para dominar la economía es nece¬sario el control del Estado. En Venezuela éste ha sido jurídicamente el due¬ño de nuestras inmensas riquezas natu¬rales y el capitalismo de Estado ha ju¬gado papel de primer orden en nuestra economía. Ha sido, en realidad, el único generador de divisas. La estrategia económica del bloque dominante ha sido succionar los dineros del Estado a través del crédito, los contratos y la co¬rrupción. En última instancia, las riquezas de nuestra nación termina, por los mecanismos de la dependencia, en las arcas de las transnacionales. Agréguese a ello el pago de la deuda externa. El Estado, dominado por las transnacionales, no puede diseñar ni llevar a cabo una estrategia propia de desa-rrollo ni una política en función de las mayorías.

No hay posibilidad de romper ese círculo infernal si no se sustituye el bloque social dominante. Un nuevo bloque social debe acceder al poder político. Desde los días de la colonia ése ha silo el dilema. La independencia fue inicia¬da por la nobleza criolla para romper la dominación extranjera. El genio del Libertador supo darse cuenta de que ello no era posible sin la participación de indios, esclavos y pardos. La guerra adquirió, entonces, una significación social más profundan y el Ejército Liber¬tador un carácter popular y sus enemi¬gos fueron los nuevos privilegiados que ya buscaban alianza con el incipiente imperio norteamericano. La falsa disyuntiva entre «civilismo» y «milita¬rismo» consigue allí su explicación. Bolívar lo vio con claridad. La actividad diplomática para preparar el Con¬greso de Panamá es la mejor prueba. Su enfermedad y muerte ponen térmi¬no a esta gigantesca lucha. «Mis dolo¬res se encuentran en el futuro» habría de decir en sus días postreros.

En nuestro tiempo el problema es, en esencia, el mismo. A lo largo de la vida republicana se ha demostrado la incapacidad de las clases dominantes para encabezar el desarrollo del país. En el siglo XIX el imperialismo consi¬guió en los terratenientes y la burgue¬sía comercial los aliados que necesita¬ba para sojuzgamos y en este siglo, ya por terminar, no ha habido un sector de la burguesía capaz de enfrentar al im¬perialismo y liderizar un proyecto de desarrollo nacional. Los gobiernos han sido en general dóciles ejecutores de la política imperialista. El gobierno burgués de Medina Angarita, pese a sus contradicciones, hizo el intento y fue derrocado por un golpe militar en com¬plicidad con Rómulo Betancourt, a cuya preparación no fueron ajenos el gobierno y las empresas norteamericanas, como antes no lo habían sido en el golpe d Juan Vicente Gómez contra Cipriano Castro.

Nuestra historia demuestra la nece¬sidad de un nuevo bloque de poder y demuestra también que la clase llama¬da a encabezar ese baque es el proleta¬riado moderno. Sectores de la burgue¬sía son aliados del imperialismo y otros sectores no han sido capaces de acaudi¬llar a las clases objetivamente interesa¬das en el desarrollo económico, social y político independiente. La clase obre¬ra está llamada a asumir los valores his¬tóricos de la nacionalidad, envilecidos por el imperialismo y la burguesía aso¬ciada. La tarea del Partido Comunista de Venezuela es articular la unidad con los otros destacamentos políticos de la clase obrera y el campesinado, las ca¬pas medias y sectores de la burguesía, en un bloque nacional anti-imperialis¬ta para adelantar el desarrollo y defen¬der la soberanía nacional.

¿Puede la clase obrera liderizar un proyecto político que no sea estrictamente socialista? Para la dialéctica marxista la clase obrera tiene que plan¬tearse la tarea que le impone la reali¬dad concreta. El Manifiesto Comunista de 1848 no contiene un programa so¬cialista inmediato. La Nueva Política Económica de Lenin no era un proyec¬to socialista, como tampoco lo fué el programa para tomar el poder. La re¬ciente experiencia de China, Vietnam y Cuba nos dice que la clase obrera en el poder puede admitir y estimular for¬mas capitalistas de producción si lo imponen así las condiciones económicas objetivas cuando ello es necesario para desarrollar las fuerzas productivas. El poder político es la cuestión clave. El Estado es un arma en manos de la clase que lo detenta. En manos de la clase obrera es un arma para la libera¬ción de toda la sociedad y la propia li¬beración. Para ello es necesario unir a la inmensa mayoría de la población e impulsar las transformaciones que re¬clama la realidad concreta. En las con¬diciones de un país dependiente la realidad concreta impone la unidad de to¬das las clases interesadas en la ruptura de la dependencia.

El nuevo bloque social y político ten¬dría un carácter contradictorio y la hegemonía se coloca en el centro del pro¬blema.

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