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TLÁLOC Y EL AGUA EN LA NATURALEZA

erandichavezEnsayo6 de Abril de 2014

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TLÁLOC Y EL AGUA EN LA NATURALEZA

Desde épocas remotas el hombre se percató que el agua se desplazaba a través de la naturaleza. Poco a poco, tomando como referencia sus observaciones, advirtió que parte del agua den lluvia que caía sobre la superficie terrestre regresaba a la atmosfera y después retornaba nuevamente como nieve, granizo o precipitación pluvial.

Para los mexica (o aztecas, nombre que hace referencia a Aztlán, su mítico lugar de origen) uno de los dioses por “los cuales vivía el hombre” era Tláloc. Este dios se consideraba “el sumo proveedor de los sustentos, de las lluvias, los truenos, los rayos y el granizo”. Era también el dios supremo de los campesinos, “el señor de las verduras, las mieses, los frutos y de todas las cosas de los mantenimientos”.

Por ello, los mexica, últimos pobladores del Anáhuac (palabra que significa junto al agua) cantaba al dios Tláloc, hacedor de lluvias. Esta divinidad vivía en un cielo llamado Tlalocan (o lugar de los dioses de agua) con su esposa Chalchiuhtlicue, la diosa del agua dulce, la de falda de jade, sandalias de caracoles y sonajas, que pintaba su cara de azul.

Tláloc (Dios de las aguas celestes) Chalchiuhtlicue (Diosa del agua dulce)

El dios Tláloc no estaba solo para hacer llover pues era auxiliado por los Tlaloque o “duendes del agua”, una especie de pequeños dioses que también habitaban el palacio.

Cuando Tláloc consideraba que debía llover, ordenaba a sus ayudantes que llenaran unos jarros pequeños de jade con las aguas de los grandes cantaros.

Cuenta la leyenda que un principio Tláloc vivía en su palacio acompañado por los tlaloques. Un día el señor de la lluvia paseando por las praderas se encontró a Xochiquetzalli, la diosa de las flores, y al verla se enamoró; pero la diosa lo desprecio.

Xochiquetzalli (Diosa de las flores)

Entonces Tláloc sumamente triste por el desaire, se encerró en su palacio sin hablar ni ver a nadie.

La preocupación de los tlaloques aumentaba porque durante ese tiempo, que eran muchos meses, Tláloc no había mandado que lloviera y las lluvias no podían llover sin que él lo ordenara.

Desesperados y sin saber cómo resolver la situación corrían por las montañas gritando: “el corazón de nuestro dios se ha llenado de amargura”.

Este proceder de los tlaloques disgusto muchísimo a Tláloc, quien pero de ira y dejándose llevar por el inmenso dolor que sentía por no ver correspondido su amor, dijo a los tlaloques: “que todos los que están en la tierra sufran por falta de agua.

Durante algún tiempo los tlaloques se mantuvieron en silenciosos. Pero un día, uno de los tlaloques desesperado por lo que estaba pasando en la tierra, armándose de valor decidió hablar con Tláloc y dijo: “oh señor todopoderoso, dios supremo de la lluvia, tu que siempre has sido bondadoso y mandabas la lluvia, ¿Hasta cuándo harás llover…?

El valiente tlaloque no termino de hablar pues el dios Tláloc enfureció, por la insolencia de su ayudante que se atrevía a cuestionar su proceder, y ordeno a todos los tlaloques, que presenciaban aterrorizados la escena, lo dejaron solo; y durante un buen rato mantuvo pensativo. Después dijo: “sea que se rompan los cuatro cantaros de jade que hay en el patio del palacio; que haya truenos y rayos; que nubes negras cubran por siempre la tierra y que el agua lo abarque todo”.

Los tlaloques, obedecieron pero ahora estaban más preocupados que antes; pues cuando terminaran de romper los cuatro cantaros que contenían todas las aguas, la tierra estaría tan inundada que desaparecería.

También los demás dioses estaban preocupados, pues los hombres morirían de seguir Tláloc. Entonces, los otros dioses se reunieron y acordaron ofrecerle una diosa en matrimonio, alguien

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