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TLÁLOC Y EL AGUA EN LA NATURALEZA


Enviado por   •  6 de Abril de 2014  •  Ensayos  •  877 Palabras (4 Páginas)  •  572 Visitas

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TLÁLOC Y EL AGUA EN LA NATURALEZA

Desde épocas remotas el hombre se percató que el agua se desplazaba a través de la naturaleza. Poco a poco, tomando como referencia sus observaciones, advirtió que parte del agua den lluvia que caía sobre la superficie terrestre regresaba a la atmosfera y después retornaba nuevamente como nieve, granizo o precipitación pluvial.

Para los mexica (o aztecas, nombre que hace referencia a Aztlán, su mítico lugar de origen) uno de los dioses por “los cuales vivía el hombre” era Tláloc. Este dios se consideraba “el sumo proveedor de los sustentos, de las lluvias, los truenos, los rayos y el granizo”. Era también el dios supremo de los campesinos, “el señor de las verduras, las mieses, los frutos y de todas las cosas de los mantenimientos”.

Por ello, los mexica, últimos pobladores del Anáhuac (palabra que significa junto al agua) cantaba al dios Tláloc, hacedor de lluvias. Esta divinidad vivía en un cielo llamado Tlalocan (o lugar de los dioses de agua) con su esposa Chalchiuhtlicue, la diosa del agua dulce, la de falda de jade, sandalias de caracoles y sonajas, que pintaba su cara de azul.

Tláloc (Dios de las aguas celestes) Chalchiuhtlicue (Diosa del agua dulce)

El dios Tláloc no estaba solo para hacer llover pues era auxiliado por los Tlaloque o “duendes del agua”, una especie de pequeños dioses que también habitaban el palacio.

Cuando Tláloc consideraba que debía llover, ordenaba a sus ayudantes que llenaran unos jarros pequeños de jade con las aguas de los grandes cantaros.

Cuenta la leyenda que un principio Tláloc vivía en su palacio acompañado por los tlaloques. Un día el señor de la lluvia paseando por las praderas se encontró a Xochiquetzalli, la diosa de las flores, y al verla se enamoró; pero la diosa lo desprecio.

Xochiquetzalli (Diosa de las flores)

Entonces Tláloc sumamente triste por el desaire, se encerró en su palacio sin hablar ni ver a nadie.

La preocupación de los tlaloques aumentaba porque durante ese tiempo, que eran muchos meses, Tláloc no había mandado que lloviera y las lluvias no podían llover sin que él lo ordenara.

Desesperados y sin saber cómo resolver la situación corrían por las montañas gritando: “el corazón de nuestro dios se ha llenado de amargura”.

Este proceder de los tlaloques disgusto muchísimo a Tláloc, quien pero de ira y dejándose llevar por el inmenso dolor que sentía por no ver correspondido su amor, dijo a los tlaloques: “que todos los que están en la tierra sufran por falta de agua.

Durante algún tiempo los tlaloques se mantuvieron en silenciosos. Pero un día, uno de los tlaloques

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