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Angel Caido, Arturo Anaya Treviño


Enviado por   •  30 de Octubre de 2013  •  1.541 Palabras (7 Páginas)  •  644 Visitas

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Hecho por el escritor mexicano Arturo Anaya Treviño, más que nada está enfocado al apocalipsis, es decir, el fin del mundo, sobre la milenaria lucha contra el bien y el mal.

Desde tiempos inmemoriales comenzó una feroz batalla entre los primeros seres del cosmos. Luzbel y un ejército de ángeles se rebelaron contra de El Padre e iniciaron la más terrible de las guerras. El ejercito del Príncipe de Fuego estuvo a punto de alcanzar la victoria, pero en un último enfrentamiento heroico, fue vencido y confinado a una incandescente prisión de odio. Desde ese lugar planea su venganza. La guerra de los cielos repercute en la raza humana y los ángeles ven con desesperanza como los hombres sucumben ante las tentaciones de poder y maldad. La batalla final está cerca y esta vez no habrá tregua. Ambos ejércitos confían en una antigua profecía que podría terminar con la guerra, cuando el elegido recobre la espada de fuego y entregué la victoria a uno de ellos. Ángel Caído es la más asombrosa aventura épica en donde las huestes del infierno se enfrentan a las fuerzas celestiales. Impresionantes combates llenos de acción, magia, suspenso, seres de luz y terribles demonios. Una antigua profecía marca a un niño como la clave que definirá el desenlace entre el bien y el mal

El protagonista es Liutprando, un huérfano, era una tarde fría de invierno cuando bajo la lluvia aparecieron dos oficiales con un bebé en manos, Helena, la madre superiora de aquel lugar, se asomó a la ventana y los vio con el bebé en brazos. En ese momento sintió un estremecimiento que no entendía; recibió al pequeño, firmó los documentos de rutina y como observó que los guardias lucían impacientes no hizo preguntas de ningún tipo, aceptó al niño en su casa y después de haberlo recibido despidió a los oficiales. Helena abrió la manta en la que se encontraba el recién llegado, era un pequeñuelo hermoso, rubio y con los ojos claros pero lo deformaba un lunar que tenía en la palma de la mano. Los patios del orfanatorio parecían selvas, y estaban plagados de insectos. Vivió toda su infancia en un orfanatorio completamente hostil, entre castigos y penurias, la madre superiora y las demás hermanas residían en una casa hermosa mientras que el lugar que ocupaba el orfanatorio era un desastre, cuando un niño se acercaba a la residencia de las hermanas estos eran castigados con labores más pesadas, los dejaban encerrados o los dejaban sin comer. Todos los fondos donados para el orfanatorios las monjas la usaban para remodelar su jardín o comprar cosas solo para ellas, su jardín se revestía se diferentes plantas, para Liutprando el orden que tenían las macetas no era adecuado y eso las hacía ver feas, una vez entro al jardín y reacomodó todo de modo que a todas les daba el sol pero en cuando las hermanas vieron esto lo castigaron enviándolo a su cuarto un día entero. Liutprando dormía en un catre oxidado entre los ratones y muebles viejos, para ser verdad él lo disfrutaba ya que a los ratones les contaba historias constantemente, su cuarto daba la apariencia de antes haber sido una biblioteca pequeña, en este cuarto había un baúl que contenía libros que él limpiaba y leía, de los libros sacaba los cuentos que le contaba a los ratones, estos le hacían compañía cuando todos se alejaban de él.

En la escuela todos creían que era el tonto pero se equivocaba, la maestra era la madre superiora, esta no dejaba que rayaran o que escribieran en el cuaderno otra cosa más que lo que ella dijera, al final de las clases Liutprando recogía las bolas de papel arrugado les borraba lo escrito y volvía a escribir problemas matemáticos o lo que leía, tenía solo un pequeño lápiz.

Liutprando era un Sephyro pero él no lo sabía, tenía visiones y sueños muy raros acerca de ángeles y sitios que nunca había visto, estaba seguro de que participa en ellos.

Cierta tarde el niño barría la entrada principal, vio una mujer joven que pasaba por la calle lanzó un grito pues se le había roto el bolso y se habían dispersado por todos lados en el piso mojado; de inmediato Liutprando dejo la escoba a un lado para ayudar a la mujer a recoger sus cosas y cuando la mujer vio al pequeño sintió una inexplicablemente por sus expresivos ojos llenos de bondad.

Después de unos días la mujer regreso con su esposo para pedir informes acerca de la adopción, cada vez que un niño era adoptado las monjas se ponían felices, pero esta vez la madre superiora se negó a dar en adopción a este niño, pues se trataba

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