Antigonas: Informe Escrito

Antígonas nos cuenta la historia de una de las hijas de Edipo la cual tras la muerte de sus hermanos busca darle entierro a ambos, pese a que Creonte, el nuevo rey de Tebas, haya prohibido el enterrar a Polinices. En el intento es sorprendida y llevada frente al rey, se le castiga con la muerte pese a que se intenta de convencer al rey de que está en un gran error, pero éste se cierra en su juicio a pesar de las distintas advertencias. Finalmente Antígonas se suicida y Hemón, su prometido y a la vez hijo de Creonte, al no soportar aquella situación termina con su vida. Posteriormente es la esposa del mismo rey quien se suicida al no soportar la muerte de su hijo, quedando Creonte solo, culpándose por lo sucedido y razonando a que finalmente, su juicio no era el mejor.

Pese a lo que cuenta la historia, existe un punto dentro de los diálogos que llama poderosamente la atención relacionado con el trato de la mujer en aquel tiempo. Quizás sean mínimos los diálogos que dan luces de aquella situación, pero pese a ello, aquella minoría logró destacar más que otras ideas o situaciones como podría ser, por ejemplo, el compromiso que tenía Antígonas con su familia o la testarudez de Creonte.

Bien sabido es que la mujer en el tiempo antiguo no tenía mayor relevancia. Fuera de su función reproductiva, su importancia se reducía al de la servidumbre, al de criadas de los hombres. No tenían derecho a mucho, no eran vistas como personas siquiera, eran los hombres los más importantes dentro de la ciudad quedando las mujeres en un muy lejano segundo plano. Y ellas lo sabían, tenían claro que básicamente su existencia se reducía a nada, lo cual se puede apreciar en la siguiente cita, cuando Ismena está hablando con su hermana Antígonas sobre lo que ésta última planeaba hacer: “Piensa además, ante todo, que somos mujeres, y que, como tales, no podemos luchar contra los hombres (…)”

Antígonas pese a saber bien sobre su situación por ser mujer, posee una personalidad bastante decidida, se muestra segura de si misma y fiel a sus ideales como a sus dioses. Es quizás por ello que al momento de enfrentarse a Creonte por el intento de enterrar a su hermano, éste la tacha de loca, de desquiciada, ya que su personalidad no concuerda con como debería “ser” una mujer, la cual, se supone, se somete a todo lo que un hombre diga independiente de lo que ella piense. Creonte ofendido, da a conocer su ira frente a las actitudes de Antígonas al juzgar ella su criterio y querer pasarlos por alto “Ya que tienes que amar, baja, pues, bajo tierra a amar a los que ya están allí. En cuanto a mí, mientras viva, jamás una mujer me mandará”.

A tanto llega la testarudez de Creonte que, pese a estar él en un error, se cierra en su idea. Al ser el rey asegura que todo lo que él dice está en lo correcto y por ende, da por hecho de que Antígonas está mal y, al ser mujer, por sus ofensas se merece la muerte pese a que varios personajes le digan lo contrario. También se muestra aquel desprecio hacia la mujer en el momento que menosprecia a su hijo ya que, según él, se había rebajado hasta el punto de defender a una mujer (“¡Oh, ser impuro, esclavizado por una mujer!”) cuando no pretendía más que mostrarle su error.

Como se puede apreciar entonces, pese a los pequeños fragmentos que muestran cual era la posición de la mujer en el mundo antiguo, éstos son parte fundamental de la continuidad que presenta la historia, ya que parte de la testarudez que presenta Creonte y que termina siendo su perdición, se basa en aquella idea. El hecho de que Antígonas le haya enfrentado sabiendo su posición en la sociedad ofendió a Creonte, haciendo más tajante y ciega su decisión, negándose a escuchar a quienes le rodeaban, terminando por ser aquel desprecio que sentía hacia Antígonas, por ser mujer y enfrentarle, la perdición

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