Análisis De La Rebelión En La Granja
jr.izmart8631 de Julio de 2012
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La rebelión en la granja (1946) de George Orwell es una metáfora con rasgos tan definidos, tan intensos y con tanta carga emotiva que pueden ser analizados desde muchos ángulos distintos y por las más diversas disciplinas. Como toda buena historia de la que tanto gustan los mexicanos, de aquellas que “pasan en otro lado, jamás aquí”; hay intriga, amor, celos, traición, rivalidad, ilusiones, anhelos… podríamos continuar la lista indefinidamente.
Pero de manera personal, lo que más me impacto fue ese ir y venir entre lo maravilloso, lo dulce, lo manifiestamente tierno y lo crudo, lo espantoso, lo terriblemente real. Casi causaría gracia la historia si no fuera por ese dejo de realismo, esa posibilidad de compararlo con tantas sociedades de nuestro tiempo que vuelven universal la historia más allá de la intención del autor. Cuando se piensa en eso, bien podríamos poner esas caras que el poeta chiapaneco Jaime Sabines definía como “serias, como si pensaran en la muerte”.
Algún existencialista me diría que Orwell entendió muy bien que la vida no tiene sentido, quizás un espíritu revolucionario diría que hay que morir peleando por un futuro mejor, un estoico me diría que hay que soportar pacientemente las penalidades de la vida; quizás no faltaría el alma cómoda con dejos de cobarde que diría que aspirar a mejor no tiene sentido, que es preferible soportar el mal que sufrimos que arriesgarnos a empeorar las cosas tratando de cambiarlas…
Yo no lo sé, ignoro quien tendría la razón o cual sería la solución a los problemas de los animales de esa fatídica granja… entiendo la intención del autor al dejar el final con ese suspenso tan terrible, tan descorazonador. Bien pudo escribir que ellos se rebelarían contra aquellos que los oprimían, pero puedo asegurar que no es vana esa imagen de hombres y cerdos comiendo juntos, armonizando de tal manera que era imposible distinguir entre ellos, y dónde unos reconocen (los opresores y los “libertadores”) a los otros como iguales.
La historia empieza como todos las grandes conquistas sociales: alguien (el “viejo mayor”) tiene un sueño, un ideal que desea transmitir a los demás (“I have a dream” diría el discurso del promotor de la igualdad racial Martin Luther King). Ha previsto un mundo dónde todos los animales son libres y autónomos, en el que no son explotados ni marginados; sin embargo, me parece notable el hecho de que les otorga al mismo tiempo un enemigo al que vencer, alguien a quien culpar de todos sus males: el hombre (que a mi juicio fue la gran genialidad de Adolfo Hitler, dar a los alemanes una figura que culpar por sus miserias).
Es innegable la lógica que se esconde detrás de la percepción del Viejo Mayor (“Eliminad tan sólo al hombre y el producto de nuestro trabajo nos será propio, y de la noche a la mañana nos volveríamos ricos y libres”). Si los animales trabajaban tanto, era justo que sus condiciones de vida fueran mejores; destacable también resulta su apuesta por una medida radical para solucionar los problemas de los animales, la rebelión directa saltando medidas menos drásticas tales como el diálogo o la resistencia pacífica. Podríamos pronunciarnos en su contra en cuanto a esto, pero es más interesante considerar el hecho de que él no considera al hombre como su igual, a pesar de ser un animal también, lo ve ajeno a su naturaleza (“Todo lo que camina en dos pies es enemigo, todo lo que camine en cuatro patas o vuela es amigo”).
Sin embargo hace una advertencia: ningún animal debe esclavizar a otro, no se deben imitar los vicios del hombre, aquellos que lo hacen tan odiado y lo convierten en el enemigo.
Un grupo de cerdos elabora toda una doctrina (el animalismo) en base a este ideal, pero se enfrentan a la desidia de la gran mayoría de los animales y a su forzosa costumbre de la situación en la que se encontraban. Finalmente su rebelión se da de la manera más simple: un día, ante la incompetencia del dueño de la granja no son alimentados, y ante ésta situación expulsan a Jones de la propiedad. Hay algunos puntos destacables en esta situación:
a) Para que exista una rebelión se debe llegar a un punto dónde la situación se vuelva tan intolerable que la única solución posible sea el estallido de los marginados (no era en vano el famoso “pan y circo” de los emperadores romanos).
b) La desidia y la abnegación forzada han sido en mayor medida la causa de las desigualdades sociales que el deseo de unos pocos de enriquecerse a costa de la mayoría; ese agachar la cabeza ante la injusticia es más culpable que el que busca sólo su bienestar.
c) Una situación social “tolerable” impide el estallido de las inconformidades. No es coincidencia que el éxito de las políticas económicas implementadas en China haya impedido que las famosos huelgas de 1989, que fueron tan duramente reprimidas se convirtieran en la chispa del motín, o que se mantenga todavía el régimen de Cuba después de tantos años.
d) La necesidad de liderazgo, la urgencia de tener a quien seguir, quien nos diga que hacer, la tendencia a integrarse en el colectivo antes de tomar decisiones propias propicia el ascenso de personajes con el carisma para ello, aún cuando no siempre sean la mejor opción. Esto explica el hecho de que las terribles condiciones económicas y sociales de la posguerra hayan acelerado el ascenso de Hitler y Mussolini como “salvadores”.
Los cerdos, que como los más inteligentes de la granja, toman el liderazgo de la rebelión y aprenden a leer y escribir (¿No era esto un invento del hombre, su odiado enemigo?) formulan los siete principios sobre los que se rige el animalismo, a saber:
1. Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo (Pobres canguros, suerte para ellos que viven en Australia)
2. Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo (Suerte por los aviones).
3. Ningún animal usará ropa (Calvin Klein, Carolina Herrera y Armani llorarían en este mundo, aunque me pregunto si podrían crear tendencias en cuanto a desnudos).
4. Ningún animal dormirá en una cama (El oso de Spring Air es un gran criminal en esta historia).
5. Ningún animal beberá alcohol (que decir, tengo muchos amigos para los que éste mundo sería una terrible pesadilla).
6. Ningún animal matará a otro animal (Derecho a la vida, consagrado en la Constitución en el artículo 22 párrafo primero, en el artículo 1 de la Declaración americana de los derechos y deberes del hombre; en el artículo 3 de la Declaración universal de los derechos humanos, en el artículo 6 párrafo primero del Pacto internacional de derechos civiles y políticos, y en el artículo 4 párrafo primero de la Convención americana sobre Derechos humanos).
7. Todos los animales son iguales (Derecho a la igualdad/Derecho a la no discriminación, consagrado en el artículo 1 de la Constitución; en el artículo 7 de la Declaración universal de los derechos humanos; en el artículo 26 del Pacto internacional de derechos civiles y políticos; y en el artículo 7 de la Convención americana sobre derechos humanos).
Como puede notarse su sistema jurídico era sumamente carente, establecía dos principios generales, tres prohibiciones y únicamente reconoce dos derechos; era más un conjunto de ideales que una ley que seguir; carece de sanciones, por lo que no se establece el criterio que debe seguirse en caso de transgresión de la norma.
Desde los primeros momentos, se nota que su sistema social se basaba en castas, los cerdos, los “más inteligentes” eran quienes dirigían toda la comunidad, su función, otorgada por ellos mismos, consistía en plantear resoluciones y garantizar que Jones no regresara. No en vano la hidra era un animal mítico, resulta imposible imaginar un organismo con más de una cabeza; los desencuentros entre Napoleón y Snowball son luchas retóricos por adquirir la supremacía absoluta. Es cómico que la única ocasión en la que la lectura nos dice que se pusieron de acuerdo fue cuando se aprobó que la leche y las manzanas fueran para consumo exclusivo de los cerdos, no tan extraño bien visto, en alguna ocasión escuché que los diputados sólo se ponen de acuerdo cuando se trata de autorizar el aumento de su sueldo (“el bono sexenal nunca se traspapela” cantaba la agrupación Molotov hace unos años).
En cuanto a Squealer, que puedo decir de ese cerdo, resultaría adorable si no fuera un sofista consumado, creo que su personaje es la prueba existencial del potencial de la oratoria ante las masas. Aún recuerdo esas imágenes del presidente Díaz Ordaz diciendo “hemos sido tolerantes hasta el exceso” después del asesinato de estudiantes en el 68. También es interesante el mensaje de que puedes convencer a quien quieras de lo que quieras si eliges las palabras adecuadas para ello.
El personaje de Benjamín resulta más nefasto, y sin embargo, es el único que parece conservar la cordura en ese mundo de locos; y aún cuando su amargura y su cinismo puedan resultar molestos, es el único que acierta al esperar los resultados de las buenas intenciones. El hecho de que Boxer, el único verdaderamente íntegro dentro de la granja, sea un bruto cargado de voluntad y esfuerzo resulta la epifanía del fanático (descrito por alguien como “aquel que redobla el esfuerzo cuando ya ha perdido de vista el objetivo”).
Snowball apuesta por la orientación de los adultos; Napoleón, al igual que muchos líderes políticos se centra en la educación de los niños, y al llegar al extremo de encerrarlos se convierte en su única fuente de alimento, en el único que conocen como su sustentador, y al final, en el único al que obedecerían.
Con el repentino uso
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