Análisis y comentario de “Andrada” de J.J. Morosoli

Análisis y comentario de “Andrada” de J.J. Morosoli

El relato de título epónimo hace referencia al nombre del personaje central del que la descripción parece no ser algo importante más que para referir a su edad; una barba casi completamente blanca. Es un cuento sencillo en donde con claridad se marcan los tipos humanos a los que el escritor siempre recurre como fuente de creación, en este caso es un hombre que encontramos ya en avanzada edad, no sabemos si es jubilado o un pensionista, pero se reconoce que ya no trabaja y por eso puede pasar sus horas de ocio en el monte. La narración avanza con un lenguaje simple sin términos más complicados que los del trabajo de campo, predomina siempre un discurso casi coloquial en la voz de un narrador que se confunde entre la omnisciencia a casi ser un testigo o vecino más del propio Andrada. Como marco parece encontrarse la ciudad de Minas, a los que como cualquier persona de campo le nombra como pueblo, de cualquier forma los detalles más importantes de dan en el espacio que llena al personaje, un monte como cualquier otro de nuestro campo uruguayo, demostrando siempre el carácter regionalista del autor. La vegetación y los animales presentados son claros de un paisaje, que si bien, no es urbano, no es lejano a la presencia humana o de algo completamente silvestre ya que hay ganado y eso explica lo corto del pasto o lo ralo del monte. Como elemento a destacar también dentro de la narrativa del escritor el silencio es contante por parte del personaje, convive con él y eso da pauta del trabajo en solitario del campo, costumbre que no puede ser quitada de estos hombres a pesar de verse obligados a venir a vivir a la cuidad en sus últimos años ya que no pueden trabajar en las tareas rústicas de la campaña. La habitación compartida muestra los pocos recursos o pobreza de estos habitantes que en algunos casos se puede llegar a volver hasta miserable, como por ejemplo la vida de Domínguez en el cuento “Soledad” que por varios días vive a base de mate dulce. Andrada sin embargo se las ingenia para poder hacer alguna changa extra y ganar algo de dinero tejiendo respaldos o asientos de silla con juncos.

La narración transcurre con la misma lentitud con la que parece moverse el personaje pero en lo cotidiano de la misma inspira una cálida ternura, muy similar al sol que calienta al anciano recostado sobre la gramilla o cuando parece personificar al monte y semejarlo a una mujer enamorada que se entrega delante de su amante. Las explicaciones del personaje en cuanto a su vida son más emotivas que racionales, algo también muy característico del autor que trata de impregnar al lector de esos tipos humanos que podríamos decir comienzan a extinguirse y desaparecer junto con sus oficios, con el avance de la vida urbana; en este relato eso se puede ver en la historia de Acuña, un yuyero errante.

Como gran parte de sus relatos las divisiones internas se encuentran claramente marcadas en fragmentos que actúan como intervalos o pausas que implican un cambio de tema, de marco o de pasaje de tiempo.

El pasar de los años y avanzar sobre la vejez del personaje hace que lleguemos al momento de su muerte casi sin notarlo, la suavidad y sutileza con qué lo dice es como si sus conocidos lo levantaran de un sueño de días sobre el pasto, la marca de su cuerpo y su comparación con el contorno de una mariposa es como si demostrara un renovación o lo efímero de la existencia.

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