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Benjamín Chaparro era un empleado del poder judicial de la Nación, que se desempeñaba como prosecretario en el Juzgado de Instrucción nº41, que al momento de retirarse decide cumplir un viejo sueño de ser escritor.


Enviado por   •  15 de Noviembre de 2016  •  Síntesis  •  1.831 Palabras (8 Páginas)  •  268 Visitas

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Síntesis

Benjamín Chaparro era un empleado del poder judicial de la Nación, que se desempeñaba como prosecretario en el Juzgado de Instrucción nº41, que al momento de retirarse decide cumplir un viejo sueño de ser escritor.

Es así como Benjamín comienza a narrar el caso que marcó su vida: el homicidio de Liliana Emma Colotto.

En el año 1968 se produce la violación y asesinato de Liliana Colotto. Benjamín se encontraba de turno en el juzgado, ese 30 de mayo, cuando a la mañana recibió un llamado reportando sobre el caso. A partir de ese momento, él se hizo cargo de la investigación, prometiéndole a Ricardo Morales, el marido de la fallecida, que iba a encontrar al culpable de tan brutal hecho.

        La investigación no avanzó mucho al comienzo. Romano, compañero de Tribunales de Chaparro, para deshacerse del asunto, acusa a dos trabajadores de construcción extranjeros como autores del homicidio. A su vez, el oficial ayudante Sicora, de Homicidios, ya había detenido a los hombres, a los cuales les habían dado una feroz golpiza a modo de tortura para que se atribuyeran un crimen que no habían cometido. Esta situación hizo que Benjamín realizara una denuncia en la Cámara por apremios ilegales.

        Chaparro decidió ayudar a Morales, por lo tanto, se reunieron en un bar, y luego de revisar fotos de la joven cuando aún vivía en Tucumán, que el viudo le había llevado, el prosecretario notó algo que llamo su atención: en varias fotos se encuentra un hombre, que mira fijamente a Liliana. Al reverso de las fotos pudo leer que el nombre de éste era Isidoro Antonio Gómez.

        Morales le envió una carta a su suegro, en Tucumán, para que averiguase si Isidoro Gómez se encontraba allí, a lo que recibió una negativa por parte de éste, diciéndole que el sospechoso había viajado a Buenos Aires por trabajo.

        Chaparro, en consecuencia, se encontró con el oficial inspector Báez, quién estaba a cargo del caso, al que le contó el episodio de las fotos, y la reciente sospecha que había surgido a partir de eso. Por lo tanto, le pidió si podía hacer una averiguación de paradero, para poder detener al sospechoso.

        Una vez que se averiguó sobre Gómez, si bien no pudieron dar con su paradero, obtuvo un dato importante gracias a las tarjetas de fichaje del reloj del personal de la obra en construcción en la que se encontraba trabajando: el día del hecho Isidoro llegó dos horas y media tarde al trabajo.

        Pasados los meses, Chaparro es llamado a declarar en la investigación contra Romano y el policía Sicora, pero el juez por órdenes “de arriba” debió frenar la causa y sobreseer sin procesados, ya que el suegro de Romano era en ese entonces Coronel de Infanteria.

        El 23 de abril de 1972, un guarda de tren que procede a pedir los boletos observa que dos hombres se escapan, uno se baja al instante de la formación y otro camina hacia el último vagón. El guarda decide seguirlo, y se produce una pelea entre ambos hombres, que concluye con la detención del que viajaba sin boleto, quién resultó ser Isidoro Gómez. Al momento de ser detenido, se hizo una averiguación de antecedentes, donde salió a la luz el pedido de captura por el homicidio de Colotto.

        Isidoro Gómez es llevado a Tribunales, donde Chaparro y Sandoval, su amigo y compañero en el Juzgado, le toman declaración. Gracias a las provocaciones de Sandoval, quien se encontraba bajo los efectos del alcohol, Gómez declara el crimen.

        Gómez es juzgado y condenado. Habiendo pasado dos meses en la cárcel sufre un altercado con dos presos de donde sale herido debiendo pasar tres días en la enfermería del penal. Una vez que despierta y se recupera, unos guardias lo ponen en una silla de ruedas y lo llevan con “Peralta” (Romano), quien lo traslada al pabellón de presos políticos, y, gracias a la amnistía del gobierno de Cámpora, el 25 de Mayo de 1973, logra ponerlo en libertad. Una vez libre, Gómez es contratado por Peralta como informante interno al servicio de la Dictadura Militar.

        El 28 de julio de 1976, Sandoval, debido a su alcoholismo, tuvo una pelea en un bar y Chaparro debió pagar los gastos por los daños ocasionados, sacarlo de allí y llevarlo a su casa. Debido a este altercado, Benjamín llegó mucho más tarde de lo común a su casa y al llegar descubrió la puerta rota, y el interior de su departamento totalmente revuelto. En el espejo del baño aparecía escrito con jabón una leyenda amenazadora hacia él. El miedo lo hizo huir de su hogar. Se contactó con Báez, con el cual se encontró al día siguiente y le comentó lo ocurrido. Él le dijo que pase la semana en una pensión, que luego se pondría en contacto con él.

        A la semana, fue citado por Báez en un bar, donde le explicó que posiblemente el ataque fuera encargado por Romano, pero no en venganza de la denuncia por apremios, que según Báez ya estaría saldada por la acción de Romano de liberar a Gómez. Sino que era un contraataque a la desaparición (y posible muerte) de Gómez, a quién se lo cree muerto, y  que Romano supone, esa muerte fue a causa de Chaparro. Báez le indica a Benjamín que lo más prudente sería que se exilie por un tiempo y que debe dirigirse a la casa de un Juez, llamado Aguirregaray, el que le iba a dar detalles.

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