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Corrupcion


Enviado por   •  4 de Marzo de 2015  •  4.136 Palabras (17 Páginas)  •  245 Visitas

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La corrupción es un tema tan complejo como delicado y que en verdad urge ya abordar exteriormente para poder lidiar con ella de manera efectiva. Dicho tema es complejo por la cantidad de aspectos que presenta y es delicado porque la vida nacional se ha visto profundamente afectada por la actividad y (de seguir así las cosas) la influencia de la corrupción.

Modalidades de corrupción son, el tráfico de influencias, el contrabando, el soborno, el peculado, el uso privado de bienes públicos, el castigo al inocente y el premio a quien no lo merece. Se trata, como puede fácilmente apreciarse, de prácticas por todos conocidas, de formas de conducta familiares y en las que, de uno u otro modo, incurre la inmensa mayoría de la población. Lo que, sin embargo, la gente resiente pero no comprende es que la corrupción significa, de manera gradual, la destrucción de la vida institucional, el desprecio por la legalidad y el triunfo de la ilegitimidad y de la inmoralidad. Una sociedad corrupta no puede ser sino una sociedad en estado de descomposición y, por consiguiente, tiene necesariamente que ser una sociedad injusta. Dada la extensión y la profundidad alcanzadas por la corrupción en nuestro país, no sería una exageración afirmar que estamos frente a un peligro de seguridad nacional. Es sólo con voluntad resistente que podremos despejar de ella. Pero la voluntad por sí sola no puede acabar con la corrupción. Ésta exige ser primero comprendida. Este ensayo es, pues, ante todo una meditación en esta dirección. Sin embargo, trataré también de sugerir líneas generales de acción para diluir los efectos y acabar con el mal social más insidioso y dañino de la sociedad actual.

Mi punto de partida será una verdad evidente: hay una conexión personal fuerte entre la naturaleza de una acción y su evaluación y comprensión.

Por ejemplo, difícilmente podría decirse de un individuo que no maneja el lenguaje religioso que está en posición de realizar acciones “religiosas”; sería grotesco decir de un chimpancé que por casualidad pinta un lienzo que se trata de un gran “artista”, y así indefinidamente. Los ejemplos los podemos multiplicar tanto cuanto queramos, pero en realidad no sirven más que para ilustrar la conexión conceptual ya mencionada: en la medida en que una acción no es un mero movimiento físico sino que tiene un carácter específico, la naturaleza de la acción dependerá del filtro teórico por el cual haya pasado, el cual le imprimirá su rasgo distintivo definitivo.

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Ejemplifiquemos esto último mediante una inofensiva especulación.

Supongamos que se prepara en un determinado país la visita de un hombre de esta donde un país vecino, en contra del cual sin embargo se planea un atentado. Imaginemos que el estadista visitante se pasea por la ciudad en un auto descubierto. Ahora bien, sucede que cerca de donde se encuentra el visitante hay un campo de tiro y que, por un malhadado descuido, alguien, que no tiene nada que ver con la conspiración, dispara en la dirección equivocada y, sin proponérselo, acaba con la vida del estadista visitante. La pregunta aquí es: ¿fue su acción una acción política? Me parece que la respuesta es clara: en la medida en que el sujeto no pretendía disparar en contra de nadie, no tenía ningún plan en ese sentido, no luchaba en contra de los proyectos del estadista visitante sino que inclusive simpatizaba con él, no estaba interesado en política, no sabía siquiera que se iba a producir dicha visita, etc., podemos decir que su acción fue desde luego un homicidio, aunque involuntario, mas no una acción política. En cambio, exactamente el mismo suceso producido por alguien que sí participaba en el complot, que sí tenía una concepción política opuesta a la del mandatario, etc., no podría ser clasificado más que como resultado de una acción política. Inclusive si alguien (su esposa, e.g.) por razones puramente personales asesinara al estadista en cuestión, su acción sería criminal, más no política. Para que la acción revista el carácter de política tiene que estar cargada de teoría política, tiene que tener motivaciones y objetivos políticos. Esto es una consecuencia particular de la idea general de que hay una conexión conceptual fuerte entre las nociones de acción y de comprensión.

La situación imaginaria descrita más arriba nos es útil por lo siguiente: nos permite entender que si no se detecta y diagnostica debidamente una situación determinada, simplemente se le entenderá mal y no se le podrá enfrentar con el instrumental apropiado y con la óptica adecuada. Dicho de otro modo: ningún mal se puede contener si previamente no se le comprende, esto es, si nada más se le padece.

Siguiendo con nuestro ejemplo imaginario: no comprender la naturaleza de la acción llevaría a castigar como un criminal político a alguien que cometió un homicidio involuntario o, a la inversa, a castigar un asesinato político como si se tratara de un mero accidente. Esta lección, naturalmente, vale por igual para el colosal problema de la corrupción. Combatir la corrupción sin un diagnóstico claro, sin tener de ella una visión global de sus múltiples manifestaciones, es como pelear vendado de los ojos con alguien: quizá se pueda asestar uno que otro golpe al adversario, pero es sumamente improbable que se le pueda ganar la pelea.

Es importante hacer consciente a la gente de que, de uno u otro modo, tarde o temprano, los daños engendrados por la corrupción repercuten siempre en el individuo, en las personas concretas, de carne y hueso. Es factible que para alguien alguna modalidad de corrupción resulte provechosa. Lo que es menos probable es que para sus hijos también lo sea y es probable que si bien alguien logró deslizarse con éxito por el resbaladizo terreno de la corrupción sus parientes o amigos cercanos

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se patinen y resbalen allí precisamente donde él triunfó. Pero ¿cómo se ve afectado el individuo por la corrupción, inclusive cuando, por así decirlo, la practica?

El primer hecho que debemos señalar es que en la actualidad se alcanzó el punto crítico en el que la corrupción empieza a ser igual de cara que los beneficios que supuestamente acarrea. Todo acto de corrupción tiene un precio, cuesta.

Introducir ilegalmente mercancía se puede, pero hay que darle dinero a los aduaneros; evadir impuestos es factible, sólo que hay que tener contadores;

“agilizar” trámites es concebible, pero tiene su precio; y así infinitu. En la medida en que ( este sistema al menos) prácticamente todo tiene que ver con el dinero y gira en torno a él

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