Cua año 2000 A 2010
admon22 de Abril de 2013
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Entre 2000 y 2010 el fortalecimiento del poder público, como urgencia en pos de aspirar
a la superación del escenario de conflictos violentos, ha sido una constante de los
diferentes gobiernos colombianos. Tanto la Administración Pastrana (1998-2002) como,
sobre todo, la Administración Uribe (2002-2010), han incorporado en sus diferentes
mandatos políticos la prioridad que supone el fortalecimiento institucional del Estado
como vector fundamental en la superación de la cruenta realidad que azota a Colombia.
Sin embargo, ¿cuál ha sido el verdadero alcance de dicho propósito a modo de resultados?,
¿cómo debe interpretarse la transformación, o no, de la naturaleza y posición del
Estado colombiano y el imperio de la lay respecto al escenario de violencia armada?,
¿cuáles son los horizontes y las perspectivas que plantea el escenario conflictual en
Colombia tanto en su relación con el alcance del Estado como con la posible superación
del mismo?
La hipótesis que se plantea es que tanto la concepción de Estado como el afán de su
fortalecimiento institucional como necesidad primera dentro de la realidad que presenta
el escenario de violencia armada en Colombia, han respondido a un significado parcial
que comprende la estatalidad desde el monopolio legítimo de la violencia y control
del territorio. En otras palabras, con una noción de mínimos estrictamente weberiana.
Es por ello, que si se atiende a la prolífica literatura que al respecto ha tratado el conflicto
colombiano y el significado del Estado dentro del mismo, son innumerables los
calificativos que éste ha recibido: fallido, fracasado, colapsado, débil, en vías de fracaso,
paraestado, narcoestado, Estado de naturaleza, etc.
Todas estas calificaciones, que serán expuestas, responden en buena medida a que en
su mayoría gravitan en torno al mismo binomio indisociable que, como definitorio del
Estado, representan el monopolio legítimo de la violencia y la soberanía. Así, vistos
únicamente los aspectos que tienen que ver con la seguridad, Colombia ha experimentado
una ostensible mejoría a ojos de los observadores cuantitativistas, lo que permite
hablar de un Estado despojado en cierta medida de las vestiduras del fracaso y del
colapso. Como se verá, esta perspectiva es en parte ilusoria y en exceso voluntarista, al
presentar una realidad parcial de los hechos y no contribuir a la solución sostenible de
los problemas de la violencia en Colombia.
Tanto la Política de Seguridad Democrática (PSD), bandera del gobierno de Álvaro
Uribe para la superación del conflicto colombiano, como el Plan Colombia, resultante
del común acuerdo entre Clinton y Pastrana (1999) - continuado durante la Administración
Bush y el mandato de Uribe, han respondido a la misma visión simplista
de concebir el Estado estrictamente en términos de fortaleza militar y, por ende, de
consolidación de la dimensión de seguridad3.
En la práctica, tanto la PSD como el Plan Colombia responden al planteamiento que se
construye desde la noción de “paz negativa” que concibe la paz como ausencia de conflictos
armados, a diferencia de lo que propone la “paz positiva” como orientación a crear
las condiciones materiales que hacen posible una auténtica superación del conflicto. En
otras palabras, como señala Harto de Vera (2004), donde la “paz negativa” comprende
únicamente la ausencia de guerra y violencia directa, la “paz positiva” incorpora la justicia
social. Y en el caso de Colombia
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