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EL DUENDE


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2014  •  Informes  •  1.344 Palabras (6 Páginas)  •  237 Visitas

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EL DUENDE

Martha no quiere que sus hijos vayan a nadar al rio. Ha escuchado que en esa zona boscosa de Veracruz habitan muchos duendes que disfrutan de hacerles maldades a los niños pequeños. Son puros cuentos chinos, le dice su marido cuando ella le platica las historias que ha escuchado recientemente sobre los famosos chaneques. –Madre, ya nos vamos al rio, está haciendo mucho calor –dice Fernando, el hijo mayor de Martha. – Esta bien vayan, pero cuida muy bien de tus hermanos. – No te preocupes, yo los cuido. Fernando llamo a sus dos hermanitos para irse, Miguel y Rosa, de 8 y 10 años de edad, respectivamente. La señora, al ver que sus hijos ya se iban, tuvo un mal presentimiento. Cuando vio que Fernando ya abría la puerta, Martha se apresuró para alcanzarlos.

-Hijo –dijo Martha-, mejor no vayan Tengo una mala corazonada. Fernando solo miro extraño a su madre, ella nunca les había pedido que no salieran a nadar o a cualquier parte; sabía que vivían en un pueblo bastante seguro, donde la gente podía andar a altas horas de la noche sin ningún problema.

Después de reflexionar un poco, Fernando entendió que la preocupación de su madre quizá se debería a que uno de sus hermanitos se ahogara. –Pero si ya hemos ido otras veces a nadar. Además no dejo que mis hermanos naden donde esta fuerte la corriente del rio.

-No es por eso Yo sé que

los cuidas muy bien y eres muy buen nadador.

-Entonces madre No entiendo -dijo Fernando.

-Tengo miedo de los chaneques.

¿-Chaneques? ¿Que son los chaneques?

-preguntó Fernando.

-Así se les llama a los duendes de esta región

- Los duendes no existen Ya hemos ido a nadar en otras ocasiones, ya los hubiéramos visto, ¿no crees?

-Pues dicen que los han visto últimamente.

Por eso noquero que vayan a nadar

-No pasa nada Además nosotros nos sabemos defender. Y en caso de que existieran los chaneques, pues son enanitos. ¿Qué nos pueden hacer? Los agarro a pedradas y ya. La señora Martha no tuvo mayor remedio que dejarlos ir; tal vez la gente exageraba con sus comentarios. Quizá, para su suerte, los duendes existían soló en la imaginación de algunas personas.

Los niños partieron muy alegres hacia el río, querían disfrutar de sus últimos días de vacaciones, pues pronto regresarían a la escuela.

Al llegar ahí no había nadie, así que rápidamente se quitaron sus ropas y se metieron a nadar. Pasaron unos minutos cuando Miguel sintió que le pegaron en la cabeza con una piedra pequeña; el niño volteó hacia donde estaba Fernando y le reclamó muy molesto ¿Por qué me pegas? Así no me llevo contigo Fernando no escuchó bien lo que le dijo su hermano y continuó nadando. Unos minutos después, Rosita, que nadaba cerca de Miguel,

Sintió

también una pedrada en la cabeza. Ayyy, no me avientes piedras; no seas tan llevado Fernando. Pero Fernando no estaba por ahí cerca.

-Oye Fernando me ido una pedrada –dijo Rosita a Miguel.

-A mí también –contestó Miguel -.Vamos a desquitarnos.

Los dos niños se salieron del río y buscaron piedras para aventárselas a su hermano mayor.

Rosita tomó una piedra redonda, del tamaño de una canica; Miguelito hizo lo mismo. Caminaron hasta donde estaba su hermano y comenzaron a aventarle de pedradas.

-¿Qué les pasa? ¿Están locos? –dijo Fernando mientras esquivaba las piedras.

-Pues tú empezaste Ahora te aguantas -dijo Miguel

-¿Qué yo empecé qué?

-Tú nos aventaste piedritas mientras nadábamos –dijo Rosita.

-Ustedes están locos Yo no les aventé nada dijo Fernando.

En ese momento los niños escucharon risitas alrededor.

-Creo que yo sé qué está pasando –dijo Fernando.

Sus hermanos se le quedaron viendo con asombro.

-¿Recuerdan lo que dijo nuestra madre?

-preguntó Fernando.

Cuando Fernando estaba por salir del río, sintió cómo manitas lo tomaron de los pies y lo hundieron más en el río.

Esto lo tomó por sorpresa y sintió que se ahogaba, pues le impedían nadar. Fernando hizo un último esfuerzo y logró zafase. Nadó con rapidez a la orilla en donde se encontraban sus hermanos sumamente espantados, pues no sabían qué

estaba pasando.

-Creo que será mejor que nos vayamos

-dijo Fernando, agitado.

Los niños se vistieron aprisa y caminaron

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