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El Capitalismo, ¿es Moral? André Comte-Sponville

Maria LarranResumen7 de Noviembre de 2015

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El capitalismo, ¿es moral? André Comte-Sponville

1- Qué explicaciones se esgrimen para sostener la existencia del retorno de la moral en el discurso?
2- La llamada
“ética de la empresaaporta soluciones? Fundamente
3- Describa en qu
é consisten los siguientes órdenes: tecno-científico, jurídico-político, moral y ético.    Grafique

4- Existe relación entre el Capitalismo y la Moral?
5- Para el Autor, en qu
é consiste el error de Marx?
6- Defina los siguientes conceptos:
Ridículo, Tiranía, Barbariey Angelismo. Considere sus diferentes categorías y proporcione ejemplos para cada uno de ellos.
7- Qu
é papel le cabe a la política en un mundo donde el Capitalismo demostró no ser moral?

Respuestas

1- El autor propone tres explicaciones para justificar el retorno de la moral. La primera es :

  • Dos generaciones, dos errores (corta duración): tomar un poco de distancia (20-30 años, el intervalo de una generación) - En los años 1960/1970 la moda era el inmoralismo, la liberación de todas las direcciones, se pretendía vivir más allá del bien y del mal con eslóganes de Prohibido prohibir, o Vivamos sin tiempos muertos, gocemos sin trabas. El punto era liberarse de toda preocupación propiamente moral. Pero lo que explica esta creencia es el reinado durante esos años de una ideología particular, la ideología del todo política. El apolitismo era impensable, todo era política, pero la política era todo. Una acción era moralmente buena si era políticamente justa. Era una moral militante, llena de buena conciencia y entusiasmo.La moral represiva, castradora, culpabilizante parecía inmoral, por lo que no era necesaria. La política ocupaba su lugar y bastaba para todo. Veinte o treinta años más tarde la política no interesa a mucha gente, sobre todo no a los jóvenes. Del mismo modo, han llevado a cabo un retorno manifiesto a las preocupaciones morales (derechos humanos, el humanitarismo, la solidaridad).

Hace veinte años la política lo era todo y una buena política era la única moral necesaria, actualmente es más bien la moral la que lo es todo y una buena moral les parece una política sobradamente suficiente. Dos generaciones, dos errores. Fue un error haber creído que la política podría reemplazar la moral, pero es otro error creer que la moral podría sustituir la política. Son dos cosas diferentes y ambas necesarias. Tenemos necesidad de una moral que no se reduzca a una política, pero también tenemos necesidad de una política que no se reduzca a una moral.

Este retorno a la moral se puede describir empíricamente como el paso de una generación a otra, o sea, de la generación del todo política (setentayochistas) a la generación del todo moral (la generación moral), aunque en el fondo es el síntoma de una enorme crisis de la política. En la medida en que los jóvenes de hoy tienen cada vez menos la sensación de influir colectivamente sobre su sentido común - cosa que constituye la verdadera función de la política - tienden a volcarse a los valores morales.

  • El triunfo del capitalismo (duración media): se trata de un proceso que se ha desarrollado a lo largo del SXX, finalizando con el desmoronamiento del bloque soviético.  Es lo que se ha llamado el triunfo del capitalismo. Cuando dos sistemas compiten entre si, el desmoronamiento de uno no constituye el triunfo del otro, podrían fracasar los dos. La relación que tiene con la moral es que todo adversario es también un valedor. A lo largo de los años de la guerra fría y luego la coexistencia pacífica, el capitalismo, el Occidente liberal o el mundo libre podía sentirse suficientemente justificado desde un punto de vista moral, por su oposición al sistema comunista. Para quienes el comunismo, el colectivismo y el totalitarismo eran el mal absoluto, la conclusión era forzosa, el capitalismo estaba moralmente justificado por su oposición al mal absoluto. Era una justificación negativa, por diferencia, pero era una justificación. Se puede argumentar que ahora existe el terrorismo, personalizado por Bin Laden. Pero lo que se refiere a Bin Laden, no se da de manera semejante, antes lo que simbolizaba el mal era una alternativa social, política y económica, un sistema socioeconómico diferente. Incluso si Arabia Saudita se ajustara fuese más integrista o islamista de lo que es, no dejaría de ser un país capitalista. El islam no condena ni la propiedad privada, ni el intercambio, ni la libertad de mercado, ni el asalariado que son los pilares de nuestro sistema.  Lo que simboliza Bin Laden son otros valores, otros ideales y otras reglas, no un sistema socioeconómico diferente, sino otra moral, e incluso otra civilización. Pasar de la URSS a Bin Laden no sólo supone para Occidente pasar de un adversario a otro, sino pasar de una cuestión a otra, de una cuestión propiamente política (a favor o en contra del capitalismo) a una cuestión más bien moral o de civilización.

Occidente conserva sus adversarios, pero el capitalismo pero no tienen un modelo alternativo creíble que proponer con el que pudieran proponer sustituirlo. El capitalismo a pesar de sus defectos y sus injusticias goza de una especie de cuasimonopolio ideológico. Sin embargo, al mismo tiempo que pierde a su adversario histórico (el comunismo), pierde también la justificación negativa que este adversario ofrecía. El capitalismo no tiene necesidad de sentido para funcionar, pero los individuos si y las civilizaciones también. Al perder la justificación negativa, nuestra sociedad se ve obligada a buscar otra justificación que esta vez puede ser, a falta de un alternativa creíble, una justificación positiva, que sólo se puede encontrar del lado de un determinado número de valores e ideales, de una determinada moral. Cronológicamente, esto coincidió con la generación moral. El fenómeno se encamina en el mismo sentido, el desmoronamiento del bloque soviético nos remite también a una cuestión moral.

  • La muerte de Dios (larga duración): es un proceso que se desarrolló a lo largo de varios siglos, comenzó con el Renacimiento, se aceleró en el S XVIII en torno a la Ilustración y prosiguió durante todo el SXIX y XX. En la actualidad, estamos en su casi culminación. Es un proceso de laicización, de secularización. Hablar de la muerte de Dios no quiere decir que hoy sería imposible creer legítimamente en Dios, actualmente la fe solo concierne a la esfera privada. Individualmente podemos creer en Dios, pero no podemos cumulgar con el socialmente. Nuestra sociedad no puede fundar su cohesión con él. Dios ha muerto socialmente. Esto plantea problemas que giran casi todos en torno a la cuestión de la comunidad. Es la comunión la que hace la comunidad y no al revés. La religión es lo que religa a los hombres entre si al religarlos todos con Dios. Si la religión es lo que religa, lo contrario de la religión no es el ateísmo, es la negligencia, que significa ausencia de vínculo. Lo que nos amenaza hoy es que estamos en la era de la negligencia generalizada, una pura y simple disolución del vínculo social, de modo que nuestros conciudadanos, que se han vuelto incapaces de comunicarse en algo, ya no pueden más que cultivar indefinidamente su pequeña esfera privada, el triunfo del individualismo. El triunfo del individualismo no impugna nuestra sociedad como sistema económico, es evidentemente compatible con el capitalismo. El individualismo forma muy buenos consumidores. Nuestra sociedad como sistema económico no se encuentra amenazada, pero no conseguiría crear un vínculo, no conseguiría formar comunidad, producir sentido. Nuestra sociedad podría subsistir, pero se habría acabado nuestra civilización. La inquietud radica en que esta muerte social de Dios sea al mismo tiempo la muerte del espíritu. Una sociedad que no tuviera otra cosa que ofrecer que los supermercados habría dejado su porvenir a sus espaldas. Se podría objetar que esto concierne más a la espiritualidad que a la moral. La espiritualidad porque se trata de sentido, de vínculo y de comunión y la moral porque se trata de reglas y valores. La relación entre la muerte de Dios y el retorno a la moral es que durante veinte siglos Dios era quién respondía a la pregunta ¿qué debo hacer? (que es la cuestión moral) La moral era mucho menos un problema que una solución. La pregunta que Dios ya no responde o sus respuestas son socialmente cada vez menos audibles no deja de plantearse. Como nadie puede ya responder en su lugar adquiere cada vez más importancia. Cuanto menos necesidad tenemos de religión, más necesidad tenemos de moral, porque hay que responder la pregunta ¿qué debo hacer? Si Dios existiera, podríamos en realidad permitirnos todo, olvidar el problema porque ya estaría resuelto. Si Dios no existe, ya no se trata de abandonar ni de esperar cualquier cosa, se vuelve urgente que nos interroguemos sobre lo que nos permitimos o no. La religión incluye una moral, que se convierte por eso mimos en secundaria. Si desaparece la religión la cuestión moral regresa al primer plano

2- La moda de la ética de la empresa es la versión empresarial del retorno de la moral.  En el discurso, la ética de la empresa mejora el clima interno de la empresa y por lo tanto la productividad y las ventas. Mejora la calidad del producto y del servicio, es fuente de beneficios. La ética es eficiente y rentable. Hay quienes llegaron a forjar el neologismo de markética. Sin embargo, el autor no comparte del todo esta visión. En primer lugar porque sería la primera ocasión en que la virtud por si sola hiciera ganar dinero. En segundo lugar porque, aunque se puede ganar a veces o frecuentemente dinero honradamente y aún cuando no discuta que la moral y la economía, el deber y el interés puedan orientarse en la misma dirección, en las situaciones que sucede no existe ningún problema y especialmente ningún problema moral. Por último, se van a tomar decisiones siempre impulsados por la moral y la economía, el deber y el interés. La acción, a partir de ese momento, por conforme que sea con la moral, no tienen ningún valor moral porque lo propio del valor moral es el desinterés. Si la ética es fuente de beneficios, incumbe a la gestión empresarial, al marketing y a la gerencia, pero no a la moral. Su preocupación consiste en que a fuerza de hacer que la ética sirva así para todo, a fuerza de pretender que esté presente en todas partes y además que sea rentable, se acaba por diluirla e instrumentarla de tal manera que ya no está presente en verdad.

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