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El Destierro De Mio Cid


Enviado por   •  15 de Febrero de 2012  •  2.348 Palabras (10 Páginas)  •  879 Visitas

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EldestierrodelMioCidSe presenta una versión actual del “cantar de Mio Cid”, realizada por el escritor español Alejandrocasona, quien en la introducción dice:“El “poema de Mio cid” es el más bello y másantiguo monumento de la épica castellana…De su primer cantar, “el destierro del Cid”está tomada en todos sus detalles yexpresión esta versión, excepto en la causadel destierro, en que nos hemos acogido a latraición mas popularizada, del romancero”.n el sitio de Zamora, mataron atraición al buen rey sancho elFuerte, a quien servía Mio Cid elcampeador. Su hermano Alfonsohereda el trono, y en santa Gadea deBurgos, sobre un cerrojo de hierro yuna ballesta de palo, el Cid toma juramento al nuevo rey de Castilla.Así le toma jura:E-villanos te maten, el rey, que noguerreros hidalgos, mátente en undespoblado, con cuchilloscachicuernos; saquente el corazónvivo por el costado, si no dices laverdad: si tu fuiste o consentiste enla muerte de tu hermano.Fuertes eran las juras. Trabajo lecuesta al rey aceptarlas. Pero jura alfin, y es aclamado señor de castilla.Después se vuelve muy enojadocontra el Cid.-mucho me has apretado Rodrigo.Ahora, en un plazo de nueve días,saldrás de estas mis tierras. Yo tedesposeo de tus honores y hacienda.Desterrado queda también y sinamor todo el que te sirva y teacompañe. Vete de mis reinos, Cid.Quédenme en rehenes tu mujer y tusdos hijas.Nueve días de plazo ha dado Alfonzoel castellano a Mio Cid para salir desus tierras. En su casa de Vivar estáel buen Campeador con los pocosamigos que se atreven seguirle. Allí hablo Alvar Fáñez de Minaya, del Cidprimo hermano:-pocos somos, pero firmes. Jamás teabandonaremos por yermos ni porpoblados. Contigo gastaremosnuestros caballos, nuestros dineros ynuestros vestidos. Siempre teseguiremos como leales vasallos.Así sale Mio Cid el Campeador de sustierras de Vivar, y hacia Burgos seencamina. Va derramando llanto desus ojos y mirando hacia atrás.Queda casa con las puertas abiertas,desguarnida de pieles y de mantos,sin azores en las alcándaras. Pero asu diestra mano vuela la corneja, y elCid de conforta con este buenaugurio.Cuando atraviesa la ciudad deBurgos, lleva sesenta pendones trasde si. Niños, hombres y mujeres a lasventanas se asoman por ver alcampeador. Todos decían la mismarazón: “¡Qué buen vasallos seria situviera buen señor!”De buena gana le darían albergue ensus casas. Pero el rey lo ha prohibidocon severas penas. Anoche llegaronsus cartas ordenándolo solo así. ElCid llega a la posada donde solíaparar; saca el pie del estribo y dacon él un gran golpe en la puerta.Pero nadie contesta. Llaman todoscon las voces y las armas. Tienenhambre .si no se los acoge de grado,lo tomaran por la fuerza. Entonces seabre la puerta, y una niña de nueveaños habla al Cid desde el umbral:-Campeador, que en buen horaceñiste espada_ no podemos darteasilo, que el rey lo tiene vedado, si lohiciéramos perderíamos nuestrahacienda y los ojos de nuestras

caras. Sigue adelante, y que Dios tebendiga. Con nuestro mal, buen Cid,no ganas nada. El id comprende elllanto de la niña y da la orden demarcha. Triste está su corazóncuando atraviesa Burgos. Fuera delas murallas, al otro lado delArlanz ó n , manda plantar sus tiendas. También el rey ha prohibido que se levendan ningún alimento. Pero MartinAntólinez, el burgalés de pro, notiene miedo al rey. El les da de supan y de su vino, y se une a lamesnada.Así pasa Mio Cid, en un arenal, laprimera noche de su destierro.Antes de amanecer, el Cid y los suyossiguen su marcha hacia elmonasterio de san Pedro deCardeñas. Va el Cid a despedirse desu mujer, doña Jimena, y de sus hijas,que allí le aguardan. Cuandodescabalgan al pie del monasteriocantan los gallos y quiere quebrar elprimer albor. Llaman, y todos sealegran dentro al reconocer al Cid.Con luces y candelas salen losmonjes al patio. Ved aquí a doña Jimena que llega con sus dos hijas.Muy niñas son aun; a cada una latrae una dama en brazos. Allí hablodoña Jimena; llanto en los ojos y lebesa las manos.-aquí, ante vos, me tenéis, Mio Cid, ya vuestras hijas. Bien veo,campeador, el de la barba crecida,que marcháis a vuestro destierro.Estando los dos en vida tenemos quesepararnos.El Cid se inclina para coger a sushijas. Y en sus brazos las sube hastasu corazón.Aquel día todos se aposentan en elmonasterio. Las campañas decárdena tañían a gran clamor. Por lastierras de Castilla corre el pregón deque el Cid sale desterrado. Muchosson los caballeros que dejan suscasas y tierras por seguirle. En elpuente del Arlanzón se juntan más decien. ¡Dios, qué buena compaña enSan Pedro se reunió! Allí MinayaAlvar Fáñez, el de la atrevida lanza;allí Martin Antólinez, el burgalés leal;allí Pedro Bermúdez, que cienbanderas ganó, y Alvar Alvaroz, yGalindo García, guerrero de Aragón. Todos le besan las manos. Viéndolos junto así, ¡Dios como se sonreía MioCid el Campeador!Del plazo de nueve días, los seis hanpasado ya. Mandado tenía el rey quesi pasaban los nueve, ni por oro nipor plata pudiera el Cid escapar. Alfinar el sexto día, mi señor elcampeador los manda a todos a juntar.-oídme, varones. Mañana, alamanecer, cuando los gallos canten,ensilladme los caballos y partamos.El

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