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El Egoísmo Y La Envidia Van De La Mano


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2012  •  1.571 Palabras (7 Páginas)  •  936 Visitas

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La envidia y el egoismo van de la mano

¿Alguna vez has sentido envidia de alguien, ya sea un amigo, hermano, compañero o lo que fuere? ¿Alguna vez alguien ha sentido envidia de ti? ¿Quién sabe?... En Abel Sanchez escrita por Miguel de Unamuno en 1917, nos encontraremos con la historia de dos personas totalmente diferentes: La de Abel Sánchez y la de Joaquín Monegro. Unamuno relata estas historias basandose en el viejo texto bíblico de Abel y Caín, prototipo de la envidia, que es, sin duda y como dicen, el mayor pecado. “La ira es cruel, el enojo destructor, pero la envidia es mucho peor, la envidia mata”, afirman los textos biblicos.

La envidia es un sentimiento negativo del que se habla poco y se sufre mucho en la vida. Generalmente se comienza cuando un niño empieza a relacionarse con su grupo social o familiar y se siente de alguna manera “amenazado” en su persona al verse obligado a tener que cumplir con lo que el otro le pide. Y como consecuencia sentirá un vacío dentro, la ausencia total de algo. Ese algo sos Vos, falta de personalidad, de caracter,. La envidia es desear de otra persona todo lo que uno no tiene o cree que no podrá conseguir u obtener. Exactamente eso fue lo que le paso a Joaquín.

Abel Sanchez y Joaquín Monegro eran amigos de toda la vida, desde siempre, desde que tenían memoria, eran casi hermanos aunque siempre existió cierta inconformidad por parte de Joaquín. Día a día cada uno se fue conociendo a si mismo y conociendo al otro. Abel era el chico gracioso, carismático, con fama y le tenían apresio natural, le agradaba a todo el mundo. Él decidió dedicarse a la pintura, al arte, y aunque no lo hacía del todo bien, era muy famoso. Joaquín era todo lo contrario: era el típico antipático de la película, el serio. Escribía en sus confesiones: “Ya desde entonces era él el simpático, no sabía porqué, y antipático yo, sin que se me alcanzara mejor la causa de ello, y me dejaban solo. Desde niño me aislaron mis amigos”. El ya se autonombraba como el antipático. Tenía decidido dedicarse a la medicina. Durante toda su infancia sintió hacia Abel esa bronca, esos celos, esa envidia que le duró toda la vida hasta el día de su muerte.

La envidia trae varias concecuencias: una de ellas es que te lleva a hacer cosas contrarias a las que uno no quiere hacer pero que de alguna manera se hacen. Por ejemplo, cuando Joaquín da el discurso para Abel favoreciendolo como artista, pero que en realidad no lo quería hacer:

[...] El ha hecho en su arte lo que yo habría querido hacer en el mio, y por eso es uno de mis modelos; su gloria es un acicate para mi trabajo y es un consuelo de la gloria que no he podido adquirir. El es nuestro, de todos; él es mío sobre todo, y yo, gozando de su obra, la hago tan mía como él la hizo suya creándola.

Lo que tenía Joaquín es que no se animaba a decir las cosas como le parecían o como quería, y asi termino todo. Con una gran cantidad de pensamientos que quedaron encerrados en si mismo por miedo a que le digan algo. Entonces por falta de caracter y miedo, dijo otras cosas que en fin, eran todas mentiras, falsedades, eran todo lo contrario a lo que él sentía. No era el verdadero Joaquín cuando hablaba. Pero... ¿No es mejor decir la verdad aunque a veces duela? Joaquín no lo hizo.

También se puede ver esto cuando Joaquín salva a Abel de la primera enfermedad cuando vuelve de su luna de miel con Helena. Lo curo pero porque Joaquín era una persona masoquísta. Ese tipo de personas de las que disfrutan verse humillado o maltratado por otro. Joaquín necesitaba ese masoquísmo, si dejaba morir a Abel no lo iba a tener. Él sabía que tenia una vida en manos y que podía dejarla morir. En un momento esc ribió en su confesión: “[...]unos dás de tortura increíble. Estaba en mi mano dejarle morir, aún más, hacerle morir sin que nadie lo sospechase, sin que de ello quedase rasto alguno.” Pero no lo hizo, necesitaba eso que le hacía bien y a la vez mal. Y siguió con su confesión: “...Y vencí. Salvé a Abel de la muerte. Nunca he estado más feliz, más acertado. El exceso de mi infelicidad me hizo estar felicísimo de acierto”. Las personas envidiosas suelen

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