El Milagro Mexicano

Capitulo V (5)

EL MILAGRO MEXICANO de 1940 a 1968

La Revolución como legado:

La revolución dejo de ser una fuerza real después del sexenio de Manuel Ávila Camacho de (de 1940-1946) pero su prestigio histórico y el aura de sus transformaciones profundas siguió dando legitimidad a los gobiernos mexicanos de la segunda mitad del siglo XX.

La revolución mexicana y la constitución de 1917 fueron perdiendo su condición de hechos históricos precisos para volverse, un legado, una acumulación de aciertos y sabidurías que avalaban la rectitud revolucionaria del presente.

A partir de 1940 empezó la certeza de ser el gobierno heredero y continuado de una historia anterior que se remontaba hasta la independencia.

Para obregón, la revolución, consistía escuetamente en el hecho armado, el gobierno no era su encarnación, simplemente era su sucesor, con calles el rumbo cambia.

La popularidad de la revolución durante el periodo de calles, nace no de sus orígenes, de sus ingredientes casuales, sino de su porvenir.

Calles obliga a la idea de la revolución a irse hacia atrás para reafirmar los avances, convencerse de la ruta y vanagloriarse de los logros.

Un Eterno futuro:

Calles descubrió el futuro de la revolución, pero Cárdenas impuso su perpetuidad.

Cárdenas, distinguió ciertas etapas de la revolución como, hechos pasados que guardan relación de continuidad, pero no de simultaneidad con el presente. Se instauraba así una tradición revolucionaria, con un presente progresista y un futuro de continua e incesante renovación.

La idea ferviente de la nación como depositara moderna de un legado histórico sin fisuras se inició con Ávila Camacho. La historia de la nación ya no como lucha sino como herencia, no como fricción social, sino como un terreno fraterno de concordia.

La noción política de unidad nacional fue el odre que empezó a añejar la idea de la historia y los valores espirituales de México como un tesoro acumulado con luchas del pasado.

El gran viraje:

A partir de los años cuarenta, la decisión central de industrializar al país por la vía de la sustitución de importaciones, lo que desplazo a la sociedad mexicana, del campo a la ciudad.

El proletariado, la burguesía y la clase media crecieron y se expandieron las ciudades. La burguesía mexicana (Industriales, comerciantes y banqueros) afianzaron su superioridad y con el tiempo volvieron a dar entrada a los socios extranjeros.

Desatada la industrialización, los gobiernos dudaron sobre el papel del estado y el grado deseable de su intervención directa en el proceso productivo.

Después creció la convicción dominante que habría de regir la relaciones con el sector privado por varias décadas: el estado debía dedicarse a crear y mantener la infraestructura de la economía, intervenir lo menos posible en las áreas de producción directa para el mercado y abordar solo aquellas donde la empresa privada se mostrara desinteresada y temeroso o fuera incapaz de mantener una presencia adecuada.

Poco a poco la practica estatal y las deficiencias empresariales cuajaron lo que si dio en llamar un sistema de “economía mixta”, en persistente estado de conflicto y negociación del estado empresario con la burguesía nacional cada vez más consolidada.

A partir de 1940, la inversión publicada ha

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