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El Pirata Garrapata


Enviado por   •  27 de Abril de 2014  •  21.063 Palabras (85 Páginas)  •  683 Visitas

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El pirata Garrapata

Juan Muñoz Martín

Ilustraciones de Antonio Tello

Premio «El Barco de Vapor» 1979 Premio Doncel de Cuento Infantil 1966

Primera edición: junio 1982 Trigésima edición: marzo 2002

Dirección editorial: María Jesús Gil Iglesias Colección dirigida por Marinella Terzi Ilustraciones: Antonio Tello

© Juan Muñoz Martín, 1982

© Ediciones SM

Joaquín Turina, 39 - 28044 Madrid

Comercializa: CESMA, S.A. – Aguacate, 43 – 28044 Madrid ISBN: 84-348-1001-8

Depósito legal: M-11410-2002 Preimpresión: Grafilia, S.L. Impreso en España / Printed in Spain

Imprenta SM - Joaquín Turina, 39 - 28044 Madrid

Edición digital Adrastea, Mayo de 2008.

Esto es una copia de seguridad de mi libro original en papel, para mi uso personal. Si ha llegado a tus manos, es en calidad de préstamo, de amigo a amigo, y deberás destruirlo una vez lo hayas leído, no pudiendo hacer, en ningún caso, difusión, préstamo público, ni uso comercial del mismo.

A mis dos hijos, Juanín y Joaquín, y a todos los niños que sueñan con tesoros, piratas y princesas... porque existen.

1 Garrapata - La taberna del Sapo Verde -

Chaparrete - El «Salmonete»

GARRAPATA era un hombre feroz y barrigudo que tenía una pata de palo y un garfio de acero en vez de mano. Era el terror de Londres. Tenía la nariz gorda y colorada como una berenjena y la cara picada de viruelas. Le faltaba media oreja y llevaba un parche negro para taparse un ojo de cristal. Por lo demás, no era demasiado feo. Vivía escondido en una alcantarilla y sólo salía por las noches a las tabernas del puerto, llenas de forajidos como él. Casi siempre iba a la taberna del Sapo Verde, que tenía siete puertas, para poder huir en caso de peligro. Era el mejor jugador del puerto. Jamás perdía. Y si perdía, pegaba cuatro tiros al que le ganaba. Bebía mucho ron, ginebra y aguardiente, pero nunca se emborrachaba. Sólo algunas veces lo hacía con gaseosa.

La taberna del Sapo Verde estaba en una callejuela. Aquella noche, Garrapata estaba jugándose las pestañas con cuatro individuos de mala catadura. Iba perdiendo una bolsa de dinero cuando se levantó, tiró la mesa patas arriba, dio un puñetazo a un jugador y le puso la cara del revés.

—¡Toma, por tramposo!

El jugador sacó una navaja. Garrapata empuñó la pistola, le sacó brillo con el pañuelo, y de un pistoletazo lo dejó tieso en el suelo.

—Me han matado —dijo el hombre; y estiró la pata.

Garrapata sacó una carta del zapato del muerto, enfundó la pistola y se sentó tranquilamente en una mesa. El posadero metió al muerto en un saco y se lo llevó. Los hombres de las mesas siguieron bebiendo y uno dijo:

—¡Qué tío! Lleva ocho muertos esta semana.

—Eso no es nada.

—¿Por qué?

—Porque la otra semana liquidó a dieciséis.

En ese momento, un abrigo negro dio un puntapié a la puerta y fue a sentarse junto a Garrapata. El abrigo llevaba una gran bufanda y un sombrero negro de ala ancha. Por debajo se veían solamente unos zapatos.

—Buenas noches, Garrapata.

—¿Quién es usted? —dijo Garrapata.

—Un desconocido.

—Entonces, mucho gusto en conocerle.

—¿Jugamos una partida? —dijo el abrigo.

—¿Al mus? ¿A las siete y media?

—A las ocho.

—Está bien. ¡Posadero, una barajaaa...!

El posadero trajo la baraja, un barril de ron y dos vasos. Garrapata puso el revólver encima de la mesa y el desconocido dijo:

—Muertos no, honorable Garrapata.

Una multitud de curiosos se reunió alrededor, ávidos de ver otro muerto. El posadero preparó el saco. Garrapata disparó al aire y los curiosos salieron corriendo por la puerta.

—Gracias —dijo el abrigo.

—De nada —dijo Garrapata.

—¿Sabe quién soy?

—Sí. El jefe de policías y ladrones, lord Chaparrete.

—¿Cómo lo ha sabido?

—Por la nariz.

—¿Qué le pasa a mi nariz?

—Que es más larga que un día sin pan.

El desconocido se quitó el sombrero y quedaron al descubierto una nariz de tres palmos y dos ojos pequeñitos como cabezas de alfiler.

—¡Qué feo es usted, caramba! —dijo Garrapata—. ¿Por qué es tan feo?

—Para asustar a los ladrones.

—Pues a mí no me asusta.

—Porque usted no es un ladrón vulgar, usted es el hombre más criminal y más osado de Londres.

Lord Chaparrete era

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