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El grillo maestro


Enviado por   •  7 de Noviembre de 2014  •  Informes  •  381 Palabras (2 Páginas)  •  332 Visitas

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El grillo maestro

"Allá en tiempos muy remotos, un día de los más calurosos del invierno, el Director de la Escuela entró sorpresivamente al aula en que el Grillo daba a los Grillitos su clase sobre el arte de cantar, precisamente en el momento de la exposición en que les explicaba que la voz del Grillo era la mejor y la más bella entre todas las voces, pues se producía mediante el adecuado frotamiento de las alas contra los costados, en tanto que los pájaros cantaban tan mal porque se empeñaban en hacerlo con la garganta que, evidentemente, todos sabían que era el órgano del cuerpo humano menos indicado para emitir sonidos dulces y armoniosos.

Al escuchar aquello, el Director, que era un Grillo muy viejo y muy sabio, asintió varias veces con la cabeza y se retiró, satisfecho de que en la Escuela todo siguiera como en sus tiempos."

Dan las cuatro en el reloj.

¡Otra vez se ha dormido este perezoso! Gritaba: Doña Ardilla.

¡Nunca llegaré a tiempo de recoger mis nueces!

¡Lo siento!. Dijo: Ding Dong.

¡Hacía tanto frío fuera y yo estaba tan calentito aquí dentro que me dormí!.

Ding Dong era un pequeño reloj de cuco, que Doña Ardilla compró en la Feria Anual del Bosque; donde todos los animalitos venden y compran cientos de cosas que los humanos tiran.

Ellos se encargan de arreglarlas.

Allí se encuentran: estufas, lámparas, relojes, percheros, ollas, pucheros, mesas, sillas y todo lo que puedas imaginar.

Fue allí, donde Doña Ardilla encontró a Ding Dong.

Las gotas de lluvia habían caído sobre el asustado reloj y la nieve lo había vestido con un traje blanco. Le temblaban las manecillas y estaba tiritando de frío.

Doña Ardilla lo cogió en sus manitas, le quitó la nieve y se lo llevó a

su casita.

Le arropó con una manta para calentarlo y le dio una tacita de té.

El reloj no funcionaba bien, siempre atrasaba, pero la ardillita se encariñó con él.

De vez en cuando Ding Dong , le contaba historias de los humanos a Doña Ardilla. Pero siempre terminaba diciendo que prefería estar con ella, pues algunas veces era muy difícil entender a los hombres.

Ding Dong le decía: ¡Un día te quieren mucho!, ¡Otro día no te quieren nada!

El reloj se acostumbró a vivir en el árbol de la ardilla y fue muy feliz.

© Marisa Moreno, Spain

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