El misterio del Alba Rosa

MISTERIO EN  LA CASA “ALBA ROSA”

Con mi familia nos fuimos a  vivir a un nuevo barrio, el abuelo materno nos  había dejado en herencia una casa, hermosa y muy llamativa, nos gustaba y nos llamaba la atención a todos, sorprendían los colores vivaces con la que estaban pintadas, ubicada en un barrio donde la mayoría son inmigrantes italianos,  llegados a nuestra Argentina con ansias de progreso y estabilidad, la del abuelo era color cremita,  puerta y ventanas de un verde fuerte.

Nosotros comenzamos a curiosear todo, principalmente nos interesaba el chalet que estaba del otro lado de un cerco de ligustrina, parecía abandonado y en nuestra investigación notamos que había algunos árboles que nos venían muy bien para jugar, esto decíamos mi hermano y yo, además había frutales.

En una de esas investigaciones a la casa vecina, como no estaba habitada, nosotros y nuestros compinches jugábamos a la pelota sin ningún cuidado. Debido a eso un día ¡Zas!, rompimos un vidrio y sintiéndonos culpables salimos más que corriendo, pasado el estupor volvimos con un poco de miedo, entonces nos unimos todos, chicas y chicos, comenzamos a espiar para saber que había en su interior, la ventana era muy pequeña para todos, por fin con mucho cuidado pudo pasar el más delgado, volvió con el rostro que nos asustó, él desde adentro pudo abrir y  entramos todos, íbamos de la sorpresa al asombro. En un segundo que nuestras miradas se cruzaron, sin decir una palabra salimos más que corriendo para terminar reunidos en casa comentando con palabras abarrotadas lo que habíamos visto, todos queríamos decir algo, que el piso estaba lleno de sangre fresca, que había ganchos colgando por todas partes, alguno aseguraba haber visto sombras que se movían y… muy interesado el más chiquito, con cara de preocupado me pregunta – y Daniel,  ¿cómo sigue la cosa?-

Nadie dijo más nada, ya no íbamos tanto a jugar allí, el más intrépido y curioso que era yo, iba todos los días a ver, en dos o tres oportunidades todo estuvo igual, se lo informaba cada día y los demás me miraban atónitos.

Luego comenzaron  a verse  ganchos que cambiaban de lugar, más sangre, menos sangre,  y por la noche ahora se escuchaban ruidos extraños. Todo esto nos llevó a tratar de averiguar por alguien que conociera el pasado de ese chalet.

A mí, por ser el mayor, me designaron para esa tarea. Papá había instalado un negocio de rotisería y a cada cliente no dejaba de preguntar si sabían algo.

La mayoría decían que allí había vivido un matrimonio con tres hijos varones, toda la familia venidos de Italia, se los veían muy poco, de los hijos solo conocían a dos, al  tercero, que era el mayor,  tendría treinta,  treinta y cinco años, no se lo veía, algunos comentaban que era deformado y parecía un monstruo, lo tenían en una habitación solo y por las noches emitía sonidos guturales.

Cuando vendieron e  hicieron la mudanza solo vieron marcharse al matrimonio con dos de sus hijos, al que se suponía enfermo o deforme, no lo llevaron.

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