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El perro del hortelano de Félix Lope de Vega y Carpio y La hija del aire de Pedro Calderón de la Barca. Las dos caras del poder


Enviado por   •  13 de Septiembre de 2017  •  Trabajos  •  2.423 Palabras (10 Páginas)  •  181 Visitas

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El perro del hortelano de Félix Lope de Vega y Carpio y La hija del aire de Pedro Calderón de la Barca.

Las dos caras del poder

El siglo de oro español es una época de esplendor literario que recibe tardíamente la riqueza cultural que se extendía por Europa producto del humanismo y el renacimiento. El país ibérico estaba viviendo un momento de contradicción social sin precedentes, mientras se ufanaba de ser el imperio más poderoso existente, de manera interna sus estructuras sociales, políticas y económicas se encontraban en una grave crisis: La decadencia del imperio español. Este ocaso imperial fue inteligentemente interpretado por los escritores de la época, quienes se encargaron de desnudar aquel declive de los valores que forjaron el espíritu de altivez español.

     Ahora bien, evocar el siglo de oro implica una delimitación peligrosa, en la que se plantea una demarcación estricta y temporal, desde la cual muchos grandes intérpretes de las bellas letras españolas de la época pudieran dejarse por fuera, como lo expresa Américo Castro en palabras de la investigadora Agustina Bravo:

El Américo Castro de entre –digamos– sus treinta y sus cincuenta años, había hablado de <>, <>, <>, <>, etc., aunque alguna vez también se encuentra en sus escritos la referencia a <>, que son las del Quinientos y el Seiscientos. Luego es muy sabido que rechazaría las conceptuaciones genéricas de toda la tradición occidental, proclamando por ejemplo: <> (Bravo, A. 1986. p.18)

     No obstante, este conflicto no niega la similitud temática y estética de una serie de generaciones de escritores, que en un tiempo común, escriben obras maravillosas que perduran hasta nuestro tiempo, estos relatos son obras que se inscriben en una época y que podrían considerarse manifestaciones estrechamente relacionadas con una época de grandes cambios en la España imperial.

     De estos autores espléndidos surgen Garcilaso de la Vega, quien “–proclama Velázquez– puede ser tenido por el Petrarca de la poesía castellana, es <>” (Bravo, A. 1986. p.14) y, Lope de Vega, un extraordinario escritor que es considerado uno de los hombres que más ha escrito obras literarias.

     Sobre estos dos autores se analizará las obras “El perro del Hortelano”, del escritor Lope de Vega, y la obra “La hija del aire”, del escritor Garcilaso de la Vega, con el fin de establecer la relación que existe entre dos de sus personajes principales, las cuales tienen la capacidad de dominar a quienes le rodean con astutas decisiones, en el caso de “El perro del Hortelano” la condesa Diana y en la obra “La hija del aire” la personaje Semíramis.

     La dominación supone siempre una relación entre dos sujetos, un dominado y un dominador. El sociólogo Michael Foucault encuentra que los vínculos entre los individuos, organizaciones, comunidades siempre estarán mediadas por relaciones de poder, asume que, no solo se trata de contradicciones de clases sino de estrechas redes de correlaciones de dominación que perviven en la naturaleza de todas las sociedades.

     Para Foucault el saber es también poder, “Cuando Foucault comienza con la interacción Poder-Saber y afirma que el Saber es Poder y los reformula, su interés era el Saber de los seres humanos y el Poder que actúa sobre los seres humanos”. (Martínez, A. M. 2010. p.2). Si aplicamos esta idea a la obra “El perro del Hortelano”, encontramos que, la autoridad monárquica, representada en la condesa Diana, ejemplifica una relación de poder, pero lo interesante de su posición no reside en como desde su autoridad de condesa puede ordenar que sus subordinados le obedezcan, sino como a través de su reflexión logra dominar las situaciones que se le presentan. Aquí no solo hay una condesa con poder, sino una mujer inteligente. Obsérvese la siguiente cita, en donde la condesa Diana utiliza una inteligente ironía para referirse a la necesidad urgente de que su criado vaya en busca de un hombre que pisada su casa a escondidas.

DIANA: (Muy lindo Santelmo hacéis!  (Bien temprano os acostáis! (Con la flema que llegáis! (Qué despacio que os movéis! Andan hombres en mi casa a tal hora, y aún los siento casi en mi propio aposento; que no sé yo dónde pasa tan grande insolencia Otavio. Y vos, muy a lo escudero, cuando yo me desespero) ansí remediáis mi agravio?

OTAVIO: Aunque su voz escuchaba, a tal hora no creía que era vuestra señoría quien tan aprisa llamaba.

DIANA: Volveos; que no soy yo; acostaos; que os hará mal.

OTAVIO: Señora... (Lope de Vega, F. 2007)

     Como se puede observar, en la cita anterior, la figura de la mujer que domina, no reside solamente en su posición de clase, sino en especial, por su capacidad de reflexión y astucia. Para una época en la que la mujer ocupaba un rol social tan despreciado, la representación de este tipo de mujeres manifiesta una espléndida ruptura con lo hasta el momento escrito. Aquí, la condesa Diana domina la escena y lo seguirá haciendo durante toda la obra.

     La astucia de la condesa Diana tiene una enorme similitud a la maravillosa habilidad de Semíramis para manipular a quienes le rodean, en la obra “La hija del aire”, del escritor Lope de Vega. En esta comedia, Semíramis es un personaje de elevada belleza, capaz de las más arriesgadas maniobras para liberarse de su yugo, utiliza su belleza para enamorar a los hombres, a quienes necesita para lograr salir de la cárcel impuesta por la diosa Venus e ir acumulando poder a su paso. En la siguiente cita se presenta la manera como Semíramis con su belleza logra enamorar rápidamente a un joven general apasionado, esta estrategia será utilizada durante toda la obra.

SEMÍRAMIS: ¿Quién llama?

MENÓN: Mejor dijera divino monstruo, pues truecas las señas de lo rústico en lo lindo, de lo bárbaro en lo hermoso, de lo inculto en lo pulido, lo silvestre en lo labrado, lo miserable en lo rico.

SEMÍRAMIS: No menos me admira a mí confundir, cuando te admiro, las equivocadas señas de lo piadoso y lo altivo, de lo gallardo y lo fuerte, de lo amable y de lo esquivo.

CHATO: Si todos los monstruos son como aqueste monstruocico, yo pienso llevarme uno, dos o tres, o cuatro o cinco. (Calderón de la Barca, P. 2009)

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