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En 1980, un caballero llamado Eric Protter


Enviado por   •  28 de Abril de 2013  •  Trabajos  •  2.006 Palabras (9 Páginas)  •  319 Visitas

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INTRODUCCIÓN

En 1980, un caballero llamado Eric Protter me pidió que escribiera cada mes un relato de misterio para una revista que él dirigía. Accedí, porque me resultaba difí¬cil responder negativamente a las personas amables (y todos los directores que he conocido han sido siempre personas amables).

El primer relato que escribí era una narración en la que se combinaban elementos de fantasía y de misterio, protagonizada por un pequeño demonio de unos dos centímetros de estatura. Lo titulé «El desquite», y Eric Protter lo aceptó y lo publicó. Intervenían en él un ca¬ballero llamado Griswold, como narrador, y tres hom¬bres —entre los que se contaba un personaje que ha¬blaba en primera persona y que era yo, aunque nunca me identificaba— que formaban su auditorio. Los cua¬tro se reunían todas las semanas en el «Union Club», y tenía la intención de que la serie continuase presentando los relatos de Griswold en el «Union Club».

No obstante, cuando traté de escribir un segundo relato en el que intervenían el pequeño demonio de «El desquite» —el nuevo relato se titulaba «Una noche de canto»—, Eric lo rechazó. Al parecer, un poco de fanta¬sía estaba bien por una vez, pero no quería que lo to¬mara por costumbre.

Así pues, dejé a un lado «Una noche de canto» y procedí a escribir la serie de relatos de misterio sin introducir en ellos absolutamente ningún elemento de fantasía. Treinta de estos relatos (que Eric insistió en que tuviesen sólo entre 2.000 y 2.200 palabras) finalmen¬te fueron recopilados en mi libro The Union Club Mysteries (Doubleday, 1983). Sin embargo, no incluí «El desquite», porque la intervención en él del pequeño demonio hacía que no armonizase con el resto de los relatos.

Mientras tanto, yo cavilaba acerca de «Una noche de canto». Detesto desperdiciar algo, y no puedo sopor¬tar dejar inédita cualquier cosa que haya escrito, si hay algo que pueda hacer para corregir la situación. Por consiguiente, me dirigí a Eric y le dije:

—Aquel relato que rechazaste, «Una noche de can¬to»..., ¿puedo publicarlo en otra parte?

—Naturalmente, siempre que cambies los nombres de los personajes. Quiero que tus relatos de Griswold y su auditorio sean exclusivos de mi revista.

De modo que así lo hice. Cambié el nombre de Gris¬wold por el de George y conservé un auditorio de un solo personaje, el que hablaba en primera persona, y que era yo mismo. Hecho esto, vendí «Una noche de canto» a The Magazine of Fantasy and Science Fiction (F & SF), Posteriormente, escribí otro relato de los que ahora englobaba bajo la denominación de «Relatos de George y Azazel», siendo Azazel el nombre del demonio. Éste, «La sonrisa que pierde», lo vendí también a F & SF.

No obstante, yo también tengo una revista de ciencia-ficción propia, Isaac Asimov's Sciencie Fiction Magazine (IASFM), y Shawna McCarthy, que entonces era su di¬rectora, mostró su objeción a que yo publicara en F & SF.

—Pero, Shawna —argumenté—, esos relatos de Geor¬ge y Azazel son fantasías, e IASFM sólo publica ciencia-ficción.

—Pues, en ese caso, cambie el pequeño demonio y su magia por un pequeño ser extraterrestre provisto de una avanzada tecnología, y véndame a mi los relatos.

Lo hice, y como seguía entusiasmado con los relatos de George y Azazel, continué escribiéndolos, y ahora puedo incluir dieciocho de estos relatos en esta colec¬ción, Azazel. (Se incluyen sólo dieciocho, porque, sin la necesaria brevedad que imponía Eric, podía hacer que mis relatos de George y Azazel fuesen el doble de lar¬gos que mis Griswolds.)

Sin embargo, tampoco incluí «El desquite», porque desentonaba ligeramente de los últimos relatos. Al ha¬ber sido la inspiración original de dos series diferentes, «El desquite» tenía el triste destino de quedarse entre dos aguas, sin encajar en ninguno de los dos grupos que habían surgido. (No importa, ha sido seleccionado para una antología y es posible que en el futuro apa¬rezca también bajo otras presentaciones. No lo sienta demasiado.)

Hay algunos detalles de los relatos que me gustaría resaltar, detalles que probablemente usted advertirá por sí mismo, pero yo soy partidario de explicarlo todo.

1) Como he dicho, omití el primer relato que escri¬bí porque no encajaba con los restantes. Mi bella edito¬ra, Jennifer Brehl, insistió, no obstante, en que era nece¬sario un primer relato para describir cómo nos conoci¬mos George y yo y cómo entró el pequeño demonio en la vida de George. Puesto que Jennifer, aunque un de¬chado de dulzura, no es persona a la que uno pueda oponerse cuando aprieta los puños, escribí un relato titulado «El demonio de dos centímetros», que cumple el propósito que ella pedía y que se inserta como pri¬mera narración del libro. Es más, Jennifer decidió que Azazel fuese definitivamente un demonio y no un extraterrestre, así que de nuevo estamos en la fantasía. (Por cierto que «Azazel» es un nombre bíblico, y los lectores de la Biblia suelen tomarlo como el nombre de un demonio, aunque esta cuestión es algo más compli¬cada.)

2) A George se le presenta como una especie de sablista, y yo detesto a los sablistas..., sin embargo, encuentro simpático a George. Espero que, asimismo, a usted le caiga bien. El personaje que habla en primera persona (en realidad, Isaac Asimov) a menudo es insultado por George e invariablemente despojado por él de unos cuantos dólares, pero no importa. Como explico al final del primer relato, sus historias lo valen, y yo gano con ellas mucho más dinero del que le doy a George..., en especial, habida cuenta de que el dinero que le doy es de ficción.

3) No olvide que los relatos pretenden ser sátiras humorísticas, y si encuentra el estilo un tanto hinchado y «poco asimoviano», sepa que es deliberado. Considere esto un aviso. No vaya a ser que se compre el libro esperando otra cosa y se lleve un chasco. Y, a propósito, si detecta de vez en cuando la leve influencia de P. G. Wodehouse, créame, no es accidental.

EL DEMONIO DE DOS CENTÍMETROS

Conocí a George en un congreso literario celebrado hace muchos años, y me llamó la atención el peculiar aire de inocencia y de candor que mostraba su rostro redondo y de mediana edad. Inmediatamente decidí que era la clase de persona a quien uno le dejaría la cartera para que se la guardase mientras se bañaba.

Él me reconoció por mis fotografías en la contraportada de mis libros y me saludó alegremente, diciéndome lo mucho que le gustaban mis cuentos y mis novelas, lo cual, naturalmente,

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