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La Carta Robada


Enviado por   •  5 de Diciembre de 2011  •  2.287 Palabras (10 Páginas)  •  1.246 Visitas

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Una interpretación del cuento "La carta robada" de Edgar Allan Poe

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Roland Barthes (1990) en La aventura semiológica señala que el lenguaje es a la vez estructurado e infinito. Esto que podría parecer una contradicción no sería tal ya que, como propone Barthes, cada texto sería posible de ser interpretado de ilimitadas formas, cada una de las cuales poseería su propia organización y significancia con respecto a sus contenidos.

Entonces podríamos preguntarnos ¿Sería única y correcta la proposición de Lacan (1984) cuando afirma, en "El seminario de `La carta robada'", que lo que quiere decir "la carta robada", es que una carta llega siempre a su destino? La respuesta de Barthes debería de ser sí y no. Sí, porque Lacan ha hilvanado una serie de situaciones bajo las cuales su interpretación sería la acertada. No, porque existirían innumerables más.

De esta forma, para Barthes el éxito del análisis estructural no va a depender del carácter inequívoco de sus resultados, sino más bien de su capacidad de asociación de los códigos que se manifiesten en la lectura del texto. Así, la aspiración de este trabajo estará lejos de pretender encontrar un sentido único en el cuento, sino por el contrario, dinamitarlo hacia otras posibles apreciaciones que enriquezcan su lectura.

Toda carta que pretende ser coherente debiera de poseer un texto impreso en ella. En el caso de nuestro cuento no se nos revela su contenido, pero sí es posible inferir que se trataría de una carta que compromete la relación de la reina con su rey, tal vez la de un amante o una carta de amor. Por otro lado, sabemos bien que la palabra "letter" en inglés es posible traducirla al español como "carta" y como "letra". Bajo estas dos consideraciones, propongo que lo que se le ha extraviado a la reina, y de paso al detective Dupin, corresponde a la escritura1, cuyo origen es la "letra", y que, tras un descuido, ha sido sustraída por un burgués con el único objetivo de sacar provecho de ella.

La escena del robo se produce en el despacho real. La reina ha recibido la carta de un presunto amante y de pronto hace su aparición el rey, quien, descuidado, no advierte la existencia de la simulación. ¿Pero, es acaso que el rey no se ha percatado de la situación o, para no atraer hacia su persona un desagradable percance que podría irremediablemente retrasar e importunar sus impostergables asuntos prefiere deliberadamente ignorar el desconcierto de su reina? Quien posee ahora la escritura es la reina. El tema, como dijimos, no importa. Puede ser cualquiera de los infinitos de la literatura. Tampoco el autor, del cual nunca sabremos si existe.

Poe era un escritor desencantado tanto de la literatura como de la sociedad norteamericana de su tiempo. Julio Cortázar (1987), en la introducción de los Ensayos y críticas de Poe, explica que el idealismo proveniente de Europa jamás pudo interponerse a la conquista de los dólares originada en la Nueva Inglaterra y que muchos escritores poseían un doble estándar en el que por un lado aceptaban el trascendentalismo, pero por otro se veían satisfechos con las prácticas sociales. Así Poe no va a cejar nunca de combatir con duras críticas este aburguesamiento de la literatura de su país, buscando siempre un fin artístico superior en sus obras.

Desde esta perspectiva podemos ver a "La carta robada" como una solapada queja de Poe hacia la burguesía y literatura de su tiempo. ¿Quién es el rey sino aquel diligente hombre de negocios que reconoce la importancia de carta, pero que a la vez desconoce por tener responsabilidades más importantes que resolver?

Es aquí donde entra al juego el otro actor que nos interesa. Se trata del Ministro D., quien, al percatarse del turbamiento de la reina, hurta el comprometedor documento ante los incrédulos ojos de ella, quien ya sabe que es él quien le ha robado. ¿Pero qué beneficio obtiene D. al tomar posesión de la carta? La posibilidad de utilizarla como chantaje ante la reina y de este modo sacar como provecho el escalar posiciones en su alto rango político. Recordemos que en nuestro análisis la carta representa a la literatura. Así D., poeta y matemático, pasa a ser el escritor aburguesado tan duramente criticado por Poe, quien toma posesión de la escritura no para otra cosa sino para una conveniencia personal de prestigio, al igual que aquellos literatos contemporáneos a Poe que, conscientes del poder material del auge industrial de Norteamérica, no hacían otra cosa sino disfrazar sus textos a favor de un cierto entusiasmo por el crecimiento científico y económico, adulando al fin y al cabo a la masa.

Una vez sustraída la carta será la policía, representada por el prefecto G., quien será la encargada de su restitución. En el cuento se explica el prolijo procedimiento que llevan a cabo los hombres de G.: centímetro por centímetro, cuadriculando el espacio, han registrado todo los intersticios de la casa del Ministro D. La pregunta al respecto que realiza Lacan (1984) en su ensayo es una observación que no podría haber escapado a ningún lector curioso. Lacan señala lo siguiente: "¿No tenemos entonces derecho a preguntar cómo es posible que la carta no se haya encontrado en ningún sitio… puesto que el campo que éstas agotaron [las búsquedas] la contenía de hecho como lo probó finalmente el hallazgo de Dupin?" (Lacan, 1984: 17). En efecto, ¿cómo es posible que las pesquisas de la policía no hayan surtido efecto, si la carta estaba dentro del área del minucioso registro?

Esta pregunta generaría dos posibles respuestas: primero, que el prefecto G. realmente no hubiera hallado la carta, con lo cual se compartiría lo que el texto señala: que el procedimiento de la policía no es el adecuado, ya que buscan en donde es evidente que se podría ocultar un objeto.

Por otro lado, también podría pensarse que la policía no deseara verdaderamente encontrar el documento (en el caso que quisiéramos dar una respuesta fiel a la sincera pregunta de Lacan), ya que, como emblemas del orden y súbditos de la ley, no querrían averiguar lo que a propósito el rey ha querido olvidar. Tal vez Dupin, gracias a su exquisita intuición, ya se había percatado de esto y en el momento que el prefecto G. se dispone a continuar el relato del crimen, Dupin se apura a interrumpirlo advirtiéndole "O no prosiga…" (Poe, 1987: 19), como queriendo decirle al prefecto que si en verdad no pretende encontrar la carta es mejor que no le revele los detalles del suceso.

Cualquiera sea la respuesta que mejor le acomode al lector, el asunto es que la literatura ha quedado de esta

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