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La guerra no tiene rostro de mujer Análisis


Enviado por   •  28 de Abril de 2022  •  Síntesis  •  2.300 Palabras (10 Páginas)  •  149 Visitas

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LA GUERRA NO TIENE ROSTRO DE MUJER

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Svetlana Alexievich, escritora y periodista bielorrusa, compone en este duro y hermoso, terrible y humano libro de entrevistas a mujeres soviéticas que participaron en la Segunda Guerra Mundial, una memoria olvidada. Da voz en esos relatos al “tremendo rictus de lo misterioso". En palabras de la autora, "la guerra femenina tiene sus colores, sus olores, su iluminación y su espacio. Tiene sus propias palabras. En esta guerra no hay héroes ni hazañas increíbles, tan solo hay seres humanos involucrados en una tarea inhumana".

Cuarenta años después de finalizada la contienda Alexievich comienza la titánica tarea de recuperar la memoria de estas mujeres, realiza cientos, miles de entrevistas. Viaja por todo lo que antes era la URSS visitando a esas luchadoras olvidadas en sus casas, en asilos, en granjas. Y vuelve con una historia sublime, cercana, que remueve las tripas. Que horroriza, pero nos acerca a los ideales que movieron a todas ellas, jóvenes en su mayoría de 15 a 18 años a luchar en una guerra cruenta que, en principio, no estaba hecha para ellas.

Empieza hablándonos un poco sobre la guerra, sobre la ausencia del conocimiento de un mundo en paz sin conflictos bélicos. Alexievich se autodefine como un oído que registra historias, para luego contarlas.

El título de la obra hace alusión al protagonismo de los hombres que, hasta ahora, ha predominado en los relatos bélicos, atribuyendo a la guerra propiedades masculinas. Lo que Svetlana Alexievich expone aquí no es una narración de táctica militar, ni de grandes batallas, sino la voz de las mujeres que formaron un contingente imprescindible en la resolución del conflicto. En el libro de Alexievich, La guerra no tiene rostro de mujer, porque la guerra era cruel, sucia, implacable, monstruosa, mientras que a esas mujeres las habían preparado para ser lo opuesto: jóvenes enamoradas, hogareñas, cariñosas. La guerra no tiene rostro de mujer, porque esas mujeres combatieron y dispararon, enfrentaron a los nazis.

El libro de Svetlana Alexievich permite acercarse a esta historia dentro de la historia de la guerra y el ejército soviético, habla de cómo en la guerra (y en otras cosas en general) realmente nunca se ha tomado en cuenta la perspectiva femenina, incluso las mismas mujeres han llegado a dejar de lado su propia percepción de lado para dar paso a una que considere más a abarcar las percepciones masculinas. En un primer momento dice “Todos somos prisioneros de las percepciones y sensaciones «masculinas». De las palabras «masculinas». Las mujeres mientras tanto guardan silencio.”

Como al recordar volvemos a vivir nuestro pasado, el hecho de buscar en lo mas profundo de nosotros hace que podamos llegar a la sinceridad de las palabras a la hora de relatar. El cómo hemos sufrido y el hecho de que sabemos hacerlo porque conocemos el dolor muy de cerca y como eso puede justificar nuestra torpe vida. “Con los años, el ser humano comprende que la vida se ha quedado atrás y que ha llegado el momento de resignarse y de prepararse para marchar.” Svletana Alexievich se describe a sí misma como la representante de aquellas múltiples voces que conformaron la supuesta utopía de la Unión Soviética. Como aquella escritora que intenta retratar la realidad a través de testimonios para que la historia no se pierda.

La noción de la muerte nos mantiene constantes, el tiempo avanza y poco a poco nos damos cuenta de eso, de que cada memoria nueva y joven deja de serlo casi en el mismo instante en el que ocurre. Nos habla de cómo a través de su experiencia muchas veces se hace imposible encarar la realidad objetiva y duramente porque ciertamente los sentimientos humanos, las vivencias posteriores y el cambio se anteponen a esas memorias, las modifican y las transforman, no solo es el entrevistado el que habla sino su versión pasada, tan distinta a la actual a pesar de ser la misma persona.

Los detalles sencillos son los que deberían ser considerados a la hora de hacer narraciones según la autora, no solo las hazañas heroicas de las que sabemos pero con las que no conectamos porque parecen tan lejanas e inhumanas, a diferencia del sentir diario, el cual nunca o casi nunca se añade a estos relatos. Menciona que los sentimientos son los pilares de la realidad y de lo que nos rodea en general, pero, sobre todo: de la historia, incluso aunque muchas veces no se tomen en cuenta o se dejen de lado.

La guerra es injustificable, y cada vez es más difícil explicar porque unas “personas” (porque acaso ¿siguen siendo personas?) asesinan a otras y como los horrores de esta son más y más difíciles de digerir y sobrellevar y, sin embargo, el sufrimiento es la esencia mas pura a la hora de contar la verdad, la prueba mas verídica, el grado superior de información.

Poco después procede a contar bastantes anécdotas que mas que nada saca a luz la guardada prueba del espíritu y la carne, refiriéndose más que nada a las mujeres, que al fin y al cabo, aparte de ser heroínas también son humanas y todos los humanos tienen cosas que a los ojos idealistas no son “dignas” tales como la fisiología y, probablemente, la necesidad humana de vivir.

Varios testimonios crudos; violación, asesinato y sobre todo crueldad. Y entre líneas encontramos a un anónimo alegando que todo eso era mentira, que los heroicos soldados estaban siendo difamados mediante barbarías falsedades.

Brutales son las acciones que cada persona cometió en la guerra, asi como todo el contexto que lo orillo a eso. Como hasta cierto punto se le daba un valor nulo a la vida humana, a que esta prevaleciera y sin embargo como el peso de la culpa de arrebatar esta vida les pesa y les pesa mucho, incluso habiendo pasado mucho tiempo, porque no es del tipo de culpa que desaparezca, el arrebatar una vida humana no es algo que se perdone uno mismo, mucho menos el sentimiento de indiferencia o satisfacción que podrían haber llegado a tener.

Poco después, comenzamos con el relato de la francotiradora. Ella entre un grupo de mujeres patrióticas, buscando ir al frente a defender y ser parte de la protección de su pueblo, un gran esfuerzo por parte de todas ellas a tal grado de dominar todo lo que les enseñaban. Pero al pasar a disparar a un ser vivo, oh, es muy distinto. Si es un enemigo, pero sigue siendo un ser humano. “Nos había costado asimilarlo. Odiar y matar no es propio de mujeres.”

La segunda francotiradora habla del miedo que sintió la primera vez, pero al ver las insignias aliadas carbonizadas toda pizca de lastima se disipo, pero al volver de la guerra tenia la cabellera repleta de canas, a los veintiún años. La guerra dejaba cicatrices emocionales, traumas que no se olvidan con facilidad. Como las nimiedades de la guerra, de la cotidianeidad se quedan contigo y tienes que adaptarte de nuevo a una vida rural y mundana.

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