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Las Buenas Conciencias


Enviado por   •  12 de Octubre de 2013  •  742 Palabras (3 Páginas)  •  496 Visitas

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Escrito 2: RESUMEN

Libro: Las Buenas Conciencias

Autor: Carlos Fuentes

JAIME CEBALLOS no olvidaría esa noche de junio. Ahora Jaime Ceballos repetía su nombre en voz baja. Ceballos. ¿Por qué se llamaba así? ¿Quiénes, y para qué se habían llamado así antes que él?. Los Ceballos de Guanajuato. Gente decente. Buenos católicos. A los trece años, jugaba todavía en la vieja carroza sin ruedas que la familia conservaba en la caballeriza empolvada.

La casa, húmeda y sombría. Casa de puertas y ventanas que la muerte, el olvido o la simple falta de acontecimientos iban cerrando, una a una. La casa de los escasos momentos de su adolescencia. El hogar donde quiso ser cristiano.

La mansión de cantera de la familia Ceballos abría su gran zaguán verde para recibir a Jaime.

ÉSTA ES la gran casa de cantera, habitada hasta el día de hoy por la familia Ceballos, situada entre la bajada del Jardín Morelos y el Callejón de San Roque. El abuelo Pepe Ceballos le dio su cariz actual: los gruesos cortinajes, los candiles y el papel verdoso, el piso de parqué, los sofás de seda marrón y las columnas de lapislázuli. Ésta es la casa de los cortinajes: de terciopelo verde detrás de los balcones principales, el corredor en escuadra da luz a la biblioteca, a la recámara principal y a la de Jaime. En entrada de la casa, a la izquierda, está el bodegón repleto de telarañas, baúles, cuadros desechados, muebles cojos, leña, colecciones de mariposas cuyas alas se mezclan con el vidrio pulverizado que las cubría, espejos teñidos. Máquinas de costura olvidadas. Tilbury sin ruedas, carroza negra donde se alberga la polilla, litografía de Porfirio Díaz enmarcada en plata negruzca, abultada forma del maniquí de antaño, y un día encontró, en el baúl, los velos negros que su abuela debió usar en el entierro de Pepe Ceballos.

El jefe del hogar, don Higinio Ceballos, había sido oficial de aquel Baldomero Santa Cruz, notable comerciante en paños del Reino en la calle de la Sal, y de él aprendió la máxima de su comercio: el buen paño en el arca se vende.

Cuando el viejo Higinio Ceballos murió, el mismo día en que Maximiliano pisó tierra veracruzana, su familia se encontraba colocada en las alturas de esta sociedad provinciana.

La guerra de intervención dividió a los tres hermanos. Pánfilo y José prefirieron seguir obsequiando, bajo la administración imperial, los gustos delas familias locales, pero si aquél –el hijo mayor de don Higinio– se adhirió sin reservas al Imperio, este, en voz baja, profesaba las ideas liberales que, en primer lugar, habían sido el motivo de la emigración de don Higinio. Sólo Francisco decidió unirse a la lucha liberal: militó en las filas del general Mariano Escobedo y,

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