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Los Hornos De Hitler

betocuga18 de Noviembre de 2012

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INTRODUCCIÓN

El presente libro es un testimonio, pues no reúne los requisitos de una crónica, de una sobreviviente de los campos de concentración Nazi de Auschwitz y Birkenau. Nombres de no grata memoria pues resumen quizás, el punto más bajo de la crueldad y el fanatismo humano. Si la realidad se impone sobre la fantasía, resulta estrujante la profunda oscuridad que puede esconder el alma humana. La doctora Olga Lengyel escribe sus experiencias en los nombrados campos de exterminio desde su llegada, hasta la liberación. Sus detalladas descripciones comprenden en su totalidad el libro. Su intención es compartir su experiencia para que el futuro, no nos tomé por sorpresa.

RESUMEN POR CAPITULOS

8 caballos o 96 hombres, mujeres y niños.

A principios de 1944, dos terceras partes de Europa, pertenecían al Tercer Reich. Es decir, al imperio que según Hitler, está destinado a cumplir mil años. La acción sucede en la ciudad de Klausenburg o Clud como comúnmente se conocía a la antigua capital de Transilvania. En ella un matrimonio de doctores: Miclos y Olga Lengyel contaban con su propio hospital, producto del esfuerzo el trabajo y la dedicación del esposo. Su familia constaba de dos hijos: Thomás y Arved, los padres de la autora y su padrino. El peligro de una ciudad en medio de la guerra se respiraba en el ambiente, pero el gobierno local simpatizaba con el régimen Nazi y colaboraba con ellos. Todos pensaban que las narraciones de un oficial Nazi que los trató antes de su arresto, eran meras exageraciones, producto de una mente alcoholizada con el fin de crear miedo en la población. Algo se escucha de los campos de concentración. Imposible creer que tal crueldad sea posible. Se sabe que parte de la ideología del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes se fundamenta en la creencia de una raza superior. Los alemanes son Arios, descendientes de una raza caucásica, cuyo privilegio residía en no haberse mezclado jamás con cualquier otra. Ésta raza es superior a todas las demás. Ésta raza es la destinada a dominar al mundo. Lo anterior, fue ciegamente creído por millares de soldados y civiles y había desembocado en la segunda guerra mundial.

Un despido masivo de judíos sucede, la confiscación de sus bienes se realiza y en cuestión de segundos quedan reducidos a la pobreza. El gobierno Húngaro pronazi, facilitaba la acción de la policía secreta, conocida como la Gestapo, y las fuerzas de los SS. Los saqueos a los negocios por los mismos soldados, eran normales así como los fusilamientos en masa de los bosques. Los cuerpos eran arrojados al río. Durante una larga temporada, las señoras que compraban pescado en el mercado, se asombraban de descubrir restos humanos en el estomago del pescado cuando lo limpiaban.

Dentro de las entrañas del Partido Nazi, ya se había decidido que hacer con los negros, gitanos, árabes, latinos y toda aquella raza que no sea Aria: la exterminación. Los judíos, más de once millones que vivían en la Alemania Nazi, serían el primer blanco. Se nombra a Adolf Eichmann, oficial SS, como encargado de realizar “La solución final”.

El doctor Lengyel fue traicionado por un medico a su servicio, quién había visto su nombre en la lista de sospechosos del régimen. Denunció al doctor y extorsiona a su esposa para que firme unos documentos dónde se especifica que les vendió el hospital y su casa. Olga Lengyel ante el miedo de perder a su marido los firma. La huida es la única solución pues la guerra ha llegado al pueblo, y las deportaciones comienzan a vaciar la comunidad. Miclos será deportado a Alemania, Olga trata en vano de salvarlo, sabe que pude reunirse con él, pero no sabe que hacer con sus padres e hijos. Un oficial alemán le dice que pude llevarlos a todos si quiere y que está por salir un tren rumbo a la misma dirección. Olga, Miclos, sus hijos y abuelos llegaron a la estación de ferrocarriles y en vagones aptos para ocho caballos, se amontonaban a 96 personas por vagón. Partieron con rumbo desconocido y viajaron durante tres días. Si querían comer o algo de beber tenían que ceder sus prendas a los oficiales alemanes. Tres personas murieron adentro del vagón pero a ningún oficial le importó las súplicas de los pasajeros. Las puertas se abrieron hasta que se llegó al destino.

Capítulo II La llegada.

El tren se detuvo pero hasta la siguiente noche fueron sacados. Los médicos fueron separados así como los hombres de un lado y las mujeres del otro. Unas ambulancias llegaban supuestamente para llevarse a los enfermos. Las familias son separadas. Cada tren descargaba de cuatro a cinco mil pasajeros, todos eran custodiados por guardias de la SS y los dividían. Niños y viejos a la izquierda. Olga sospecha que los mayores serán mandados a trabajos forzados y miente al decir que su hijo mayor tiene menos de doce años. De modo que toda su familia, salvo ella y su esposo pasaron a engrosar las filas izquierdas. Una brisa fresca recordaba el olor de la carne quemada. Todo estaba rodeado por alambres electrificados de púas. El matrimonio Lengyel es separado. Las mujeres fueron obligadas a desnudarse y metidas a un hangar. Olga pudo pasar de contrabando unas píldoras con veneno por si necesitaba de ese último recurso pero recuerda “mi vergüenza estaba superada por mi miedo”. Las examinaron delante de soldados borrachos y posteriormente las raparon. Cualquier intento de desobediencia era contestado con golpes a los genitales o la cabeza. Olga se encontraba en el campo de concentración de Birkenau, a ocho kilómetros de otro conocido como Auschwitz. Un edificio de rojo ladrillo que guardaba el extraño olor dulzón llamó la atención de Olga; se le dijo que era una panadería.

Capítulo III La barraca 26.

Pronto todo se descubrió. Birkenau era la última parada de los demás campos de concentración que sólo eran de trabajos forzosos. Birkenau era un campo de exterminio donde las cámaras de gas y los hornos crematorios, simplemente, no dejaban de funcionar. La barraca 26 era una especie de establo donde se encontraban unos camastros y dormían de 16 a 20 personas. Las barracas recorrían todo el campo y eran alumbradas por las noches con fuertes reflectores.

Capítulo IV

Las primeras impresiones.

Dos días después, les dieron su primera comida, una bebida nauseabunda que burlonamente denominaban café y a mediodía, una sopa de olor repugnante, y por la tarde, un trozo de pan negro. Las custodias las golpeaban a la menor provocación. Irka, una polaca que llevaba cuatro años viviendo en Birkenau le habla a Olga de los hornos. Olga descubrió que había mandado a toda su familia a la cámara de gas. Incluido a su hijo quien no había sido seleccionado. Olga se desmoraliza e intenta localizar a su esposo pues, en su calidad de doctor, pudiera vivir en algún lado. Cuando lo encontró, ambos se asombraron del rápido cambio que tenían. Sus esqueléticas figuras rapadas se encontraron frente a frente. Miclos le pide veneno y luego se arrepiente. Son descubiertos por soldados alemanes y separados con extrema brutalidad. Al día siguiente, los hombres fueron removidos del campo.

Capítulo V

La llamada a lista y las selecciones.

Todos los días había dos llamados a lista; una al amanecer y otra a las tres de la tarde aunque era común dejarlas esperar horas bajo el sol, inclusive de rodillas. Había mil cuatrocientas mujeres en esa zona, treinta y cinco mil en todo el campo y un total de doscientos mil en toda el área comprendida Birkenau-Auschwitz. Todas tenían, estén dónde estén y sin importar el estado de salud, que estar presentes a la hora del llamado. Si llegase a faltar alguna, sin importar que estuviera muerta, había graves consecuencias para todas. Las selecciones eran hechas por el doctor Mengerle, el doctor Klein, Irma Griese y otros altos oficiales Nazis. La selección era para la cámara de gas y algunas veces para industrias. Se retiraban de veinte a cuarenta personas por barraca. En promedio se enviaban a la muerte de quinientas a seiscientas personas por selección.

Capítulo VI

El campamento.

El campamento contaba con una avenida principal de quinientos metros de largo, era flanqueada por diecisiete barracas por cada lado. Las barracas eran retretes o lavabos, alguna se destinaba a guardar los alimentos, otra administraba y alojaban a las reclusas. Había una jefa por cada sección: Blocovas mismas que gozaban de privilegios como alimentos, ropa, y de escoger esclavas entre las reclusas. Las mujeres peleaban entre sí, pues el hurto era la única manera de supervivencia. Se robaba la ropa por muy deshilachada que estuviera. Se robaba la mísera comida o cualquier cosa que pudiera servir para el mercado negro.

Capítulo VII

Una proposición en Auschwitz

Olga conoció a un joven polaco que sonreía a pesar del descarnado espectáculo que a diario tenía que presenciar. Llevaba cuatro años en campos de concentración y según recuerda la autora, “era la única voz que tenía sonidos humanos”. Inician una amistad. Tadek invita un día a Olga a salir de la barraca y la lleva a un apartado donde otros reclusos –había muy pocos hombres- cocinaban una papa. Para Olga aquello era inconcebible pues ningún alimento que se precie de serlo, era destinado a los reclusos. Tadek mostró pronto sus intenciones al querer seducir a Olga quien pronto se desilusionó del único amigo que tenía. Tadek no se disculpa, habla con Olga y le dice que la vida en un campo de concentración es horrible y todos tenían que procurarse pequeños placeres. Por medio de sus contactos, Tadek intercambiaba comida por sexo. Olga llevaba días sin probar bocado y va a un apartado donde había escuchado que los hombres

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