Hornos De Hitler
julio.hernandez17 de Octubre de 2012
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INTRODUCCION
La historia de la cual les voy a hablar se remonta al año 1941 en el auge de la II Guerra Mundial y se nos narra un testimonio, de una sobreviviente de los campos de concentración Nazi de Auschwitz y Birkenau. Nombres de no grata memoria para los judios negros, gitanos, árabes, latinos y toda aquella raza que no sea Aria de esa epoca, como fue el caso de una doctora polaca llamada Olga Lengyel víctima más de las atrocidades que los Nazis hacían es sus famosos campos de concentración; torturando, experimentando y exterminando Su intención es compartir su experiencia para que el futuro, no nos tomé por sorpresa y decidió en publicar todas sus experiencias y sufrimientos que vivió como consejillo de indias de los nazis y su libro fue titulado “Los Hornos de Hitler”.
8 caballos o 96 hombres, mujeres y niños:
A principios de 1944, dos terceras partes de Europa, pertenecían al Tercer Reich, al imperio que según Hitler, está destinado a cumplir mil años. sucede en la ciudad de Klausenburg o Clud en ella un matrimonio de doctores: Miclos y Olga Lengyel contaban con su propio hospital. Su familia constaba de dos hijos: Thomás y Arved, los padres de la autora y su padrino. Todos pensaban que las narraciones de un oficial Nazi que los trató antes de su arresto, eran meras exageraciones, producto de una mente alcoholizada con el fin de crear miedo en la población. Algo se escucha de los campos de concentración. Imposible creer que tal crueldad sea posible. Se sabe que parte de la ideología del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes se fundamenta en la creencia de una raza superior. Un despido masivo de judíos sucede y se da la confiscación de sus bienes y en cuestión de segundos quedan reducidos a la pobreza. Los saqueos a los negocios por los mismos soldados, eran normales así como los fusilamientos en masa de los bosques. Los cuerpos eran arrojados al río. cuando un general francés visito la casa de la Dra. Lengyel y fue invitado a cenar. Cuando sirvieron la cena él se dio cuenta de que era pescado y empezó a recordar que los nazis formaban a sus víctimas en la orilla de un rio y los acribillaban dejando los cuerpos hechos jiras lo cual servía de alimento para los peces del rio y cuando los pescadores los sacaban del agua y los llevaban a vender a menudo las personas encontraban partes humanas en los intestinos de los pescados. El solo imaginar la impresión que fue para las personas de Francia de encontrar partes humanas en los intestinos de los pescados me causo una serie de sentimientos difíciles de explicar combinados con asco de saber que aun así se comían los pescados.
Capítulo II La llegada.
El tren se detuvo pero hasta la siguiente noche fueron sacados. Los médicos fueron separados así como los hombres de un lado y las mujeres del otro. Unas ambulancias llegaban supuestamente para llevarse a los enfermos. Cada tren descargaba de cuatro a cinco mil pasajeros, todos eran custodiados por guardias de la SS y los dividían. Niños y viejos a la izquierda. Olga sospecha que los mayores serán mandados a trabajos forzados y miente al decir que su hijo mayor tiene menos de doce años. De modo que toda su familia, salvo ella y su esposo pasaron a engrosar las filas izquierdas. Una brisa fresca recordaba el olor de la carne quemada. Todo estaba rodeado por alambres electrificados de púas. El matrimonio Lengyel es separado. Las mujeres fueron obligadas a desnudarse y metidas a un hangar. Olga pudo pasar de contrabando unas píldoras con veneno por si necesitaba de ese último recurso pero recuerda “mi vergüenza estaba superada por mi miedo”. Las examinaron delante de soldados borrachos y posteriormente las raparon. Cualquier intento de desobediencia era contestado con golpes a los genitales o la cabeza. Olga se encontraba en el campo de concentración de Birkenau, a ocho kilómetros de otro conocido como Auschwitz. Un edificio de rojo ladrillo que guardaba el extraño olor dulzón llamó la atención de Olga; se le dijo que era una panadería.
Capítulo III La barraca 26.
Pronto todo se descubrió. Birkenau era la última parada de los demás campos de concentración que sólo eran de trabajos forzosos. Birkenau era un campo de exterminio donde las cámaras de gas y los hornos crematorios, simplemente, no dejaban de funcionar. La barraca 26 era una especie de establo donde se encontraban unos camastros y dormían de 16 a 20 personas. Las barracas recorrían todo el campo y eran alumbradas por las noches con fuertes reflectores.
Capítulo IV Las primeras impresiones.
Dos días después, les dieron su primera comida, una bebida nauseabunda que burlonamente denominaban café y a mediodía, una sopa de olor repugnante, y por la tarde, un trozo de pan negro. Las custodias las golpeaban a la menor provocación. Irka, una polaca que llevaba cuatro años viviendo en Birkenau le habla a Olga de los hornos. Olga descubrió que había mandado a toda su familia a la cámara de gas. Incluido a su hijo quien no había sido seleccionado. Olga se desmoraliza e intenta localizar a su esposo pues, en su calidad de doctor, pudiera vivir en algún lado. Cuando lo encontró, ambos se asombraron del rápido cambio que tenían. Sus esqueléticas figuras rapadas se encontraron frente a frente. Miclos le pide veneno y luego se arrepiente. Son descubiertos por soldados alemanes y separados con extrema brutalidad. Al día siguiente, los hombres fueron removidos del campo.
Capítulo V La llamada a lista y las selecciones.
Todos los días había dos llamados a lista; una al amanecer y otra a las tres de la tarde aunque era común dejarlas esperar horas bajo el sol, inclusive de rodillas. Había mil cuatrocientas mujeres en esa zona, treinta y cinco mil en todo el campo y un total de doscientos mil en toda el área comprendida Birkenau-Auschwitz. Todas tenían, estén dónde estén y sin importar el estado de salud, que estar presentes a la hora del llamado. Si llegase a faltar alguna, sin importar que estuviera muerta, había graves consecuencias para todas. Las selecciones eran hechas por el doctor Mengerle, el doctor Klein, Irma Griese y otros altos oficiales Nazis. La selección era para la cámara de gas y algunas veces para industrias. Se retiraban de veinte a cuarenta personas por barraca. En promedio se enviaban a la muerte de quinientas a seiscientas personas por selección.
Capítulo VI El campamento.
El campamento contaba con una avenida principal de quinientos metros de largo, era flanqueada por diecisiete barracas por cada lado. Las barracas eran retretes o lavabos, alguna se destinaba a guardar los alimentos, otra administraba y alojaban a las reclusas. Había una jefa por cada sección: Blocovas mismas que gozaban de privilegios como alimentos, ropa, y de escoger esclavas entre las reclusas. Las mujeres peleaban entre sí, pues el hurto era la única manera de supervivencia. Se robaba la ropa por muy deshilachada que estuviera. Se robaba la mísera comida o cualquier cosa que pudiera servir para el mercado negro.
Capítulo VII Una proposición en Auschwitz
Olga conoció a un joven polaco que sonreía a pesar del descarnado espectáculo que a diario tenía que presenciar. Llevaba cuatro años en campos de concentración y según recuerda la autora, “era la única voz que tenía sonidos humanos”. Inician una amistad. Tadek invita un día a Olga a salir de la barraca y la lleva a un apartado donde otros reclusos –había muy pocos hombres- cocinaban una papa. Para Olga aquello era inconcebible pues ningún alimento que se precie de serlo, era destinado a los reclusos. Tadek mostró pronto sus intenciones al querer seducir a Olga quien pronto se desilusionó del único amigo que tenía. Tadek no se disculpa, habla con Olga y le dice que la vida en un campo de concentración es horrible y todos tenían que procurarse pequeños placeres. Por medio de sus contactos, Tadek intercambiaba comida por sexo. Olga llevaba días sin probar bocado y va a un apartado donde había escuchado que los hombres se reunían y que existía la posibilidad de que alguno compartiera un mendrugo de pan. Sin embargo, encontró a hombres y mujeres apretados en la pequeña estancia donde el mercado negro de favores sexuales por algún pedazo de mantequilla eran las reglas del juego. Una anciano que remojaba su pan se encontró con un pedazo de patata que, por carecer de dientes no podía tragar, se lo ofreció a Olga y cuando aquella se proponía comer
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