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Monografía, La casa de los espíritus de Isabel Allende


Enviado por   •  17 de Abril de 2022  •  Monografías  •  2.728 Palabras (11 Páginas)  •  358 Visitas

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Curso: Habilidades del lenguaje / Introducción a la literatura

Docentes: Violeta Jofré / Gustavo Carvajal

Alumna: María del Pilar Lepe

Fecha: 15/07/2021

Monografía final

Recepción crítica de La casa de los espíritus de Isabel Allende

La casa de los espíritus (1982), es la primera novela de la escritora chilena Isabel Allende. Se publicó por primera vez en Argentina, convirtiéndose de inmediato en superventas internacional y traducida por lo menos a treinta idiomas. La historia relata la vida de una familia durante cuarenta y cinco años, en los que se destacan las costumbres de la época, los cambios políticos, pero sobre todo el naciente feminismo como oposición al estado patriarcal que imperaba en la sociedad y en el seno familiar.

La obra de Allende fue llevada al cine por Bille August (1993), un director de cine danés, ganador de la Palma de Oro en Cannes en dos oportunidades. La cinta cuenta con un nutrido elenco internacional, entre los que se destacan Meryl Streep (Clara), Jeremy Irons (Esteban Trueba), Glenn Close (Férula), Wynonna Rider (Blanca) y Antonio Banderas como Pedro Segundo. En su mayor parte la película se grabó en Dinamarca, pero algunas escenas fueron tomadas en Portugal. Entre las muchas nominaciones cinematográficas, se destacan los premios recibidos en Alemania y Dinamarca.

El presente trabajo tiene como objetivo exponer la esencia interior de los personajes femeninos de La casa de los espíritus. Mujeres que, por medio de su magia y fortaleza, y no sin sufrimiento, intentan no dejarse aplastar por la figura patriarcal. Mujeres que se apropian de la escena, dejando en claro que todo lo que sucede en la obra es solo producto de ellas. Para esto se abordarán diferentes estudios y críticas existentes, en torno a La casa de los espíritus de Isabel Allende, en su versión literaria  y cinematográfica.  

Mario A. Rojas, en su ensayo “La casa de los espíritus de Isabel Allende: un caleidoscopio de espejos desordenados” (1985), indica que las mujeres de la familia “reciben una doble herencia: una desbordante imaginación, y una clara conciencia de justicia social” (920). El primer legado está representado como un reflejo existente entre todas las mujeres de la obra, sus personalidades sobrepasan a la de los protagonistas masculinos. La segunda herencia tiene relación con la preparación para enfrentarse crítica y combativamente (921) a una sociedad represiva con las mujeres. Basado en pensamiento de Hellen Morgan[1] acerca de lo que es la novela neofeminista, el autor afirma que la obra de Allende lo es, pues es un registro de “su lucha por los derechos de su propio sexo y por los de las clases sociales desposeídas” (921). Sin embargo, y a pesar de sus buenas intenciones, el autor recalca la distancia que existe entre Nívea, descrita en la novela como la primera feminista del país, y las obreras a las que intentaba convencer con sus arengas. De esto da cuenta —menciona el autor—, Clara en su «cuaderno de anotar la vida»:

El contraste entre su madre y sus amigas, con abrigos de piel y botas de gamuza, hablando de opresión, de igualdad y de derechos a un grupo triste y resignado de trabajadoras, con sus toscos delantales de dril y las manos rojas por los sabañones. De la fábrica, las sufragistas se iban a la confitería de la Plaza de Armas a tomar té con pastelitos (Allende, 77).  

Ya adulta, Clara sigue los pasos de su madre, intentando inculcar a las mujeres de Las Tres Marías nuevas formas de mejorar sus vidas. Sin embargo, cuando llega el momento en que no puede hacer más que caridad por ellas, le comenta a Blanca que las mujeres no necesitan caridad sino justicia.  

En su texto, “Dialéctica Metatextual y Sexual En La Casa De Los Espíritus De Isabel Allende” (1989), Sandra M. Boschetto, señala que, “[Clara] responde a una concepción del mundo como lenguaje, como la invención de lo posible y del mundo como lugar de lucha en el que una está comprometida” (526). Boschetto dice que Clara es tanto una adivina como una madre sufriente, roles que se funden en una sola mujer, capaz de recoger en su pecho estoico todas las miserias y las desgracias familiares. Para dar más veracidad a su afirmación, la autora cita a Esteban Trueba: "Ella era el motor que ponía en marcha y hacia funcionar aquel universo mágico que era la parte posterior de la gran casa de la esquina...” (Allende, 249). Para la autora, Clara se presenta como un espacio en blanco, exento de lenguaje. Para reafirmar sus palabras, Boschetto cita a Sharon Magnarelli[2]:

Al igual que con la hoja de papel en blanco, antes de que se escriba algo en ella, tenemos la promesa de palabras y mundos que se pueden crear en esa hoja de papel; por lo tanto, con la mirada puesta en el futuro, el blanco simboliza la pureza y la ausencia en el presente, pero la fertilidad y la producción en el futuro (527).

La autora continúa diciendo que en tanto Clara representa el silencio, Esteban es su contraparte estruendosa, la voz de las notas graves, propias de un hombre prepotente y dominante, que tenía el poder de asustar a la propia naturaleza (528).

Michael H. Handelsman en su estudio “’La casa de los espíritus’ y la evolución de la mujer moderna” (1988), ya había indicado un pensamiento similar al de Boschetto al declarar en su escrito que los personajes femeninos de la obra “constituyen [el] centro de energía pulsores y propulsores del dinamismo narrativo” (58). Boschetto y Handelsman concuerdan en que la narración de la novela de Isabel Allende transita entre la primera y tercera persona. Sin embargo, y a pesar de que una de esas voces corresponde a la de Esteban Trueba, de todas la más alta es la de Clara, quien a través de sus «cuadernos de anotar la vida» es quien dejará constancia de su lucha y vivencias para que la historia se escriba. Clara siempre fue un personaje ausente, solo conocido por sus diarios: representaba la palabra pensada y no dicha (Boschetto, 528). Los autores coinciden en que, a pesar de su mutismo y su mente dispersa, con autonomía y libertad femeninas (Handelsman, 59) Clara logró imponerse sobre el patriarcado machista que Esteban Trueba representaba en su vida.         Finalmente, el autor defiende La casa de los espíritus, como una novela que vale la pena ser leída, a pesar de las críticas que señalan que ella fue «escogida» por ser quien era, “por los patrocinadores de esta dudosa corriente” (57), para ser encumbrada a lo más alto para que ocupara un lugar privilegiado junto a García Márquez.

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