Papel De La Familia
carmenteresa_2219 de Septiembre de 2014
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PAPEL DE LA FAMILIA EN MEDIO DE LA ESTRUCTURACION DE LA PERSONALIDAD DEL NIÑO
La familia constituye el medio por el cual el sujeto en formación, el niño, recibe las primeras informaciones, aprende actitudes y modos de percibir la realidad, construyendo así los contextos significativos iniciales. La familia es un punto de partida arbitrario ya que es al que más fácilmente podemos acceder. Como parte integrante de la red social más amplia es portadora de un sistema de ideas, creencias, valores, actitudes que tamiza a través de su propia dinámica, de sus mitos y rituales.
Al grupo familiar le corresponde, en primera instancia, una responsabilidad que no es posible delegar ni postergar sin causar severos trastornos en la vida de un niño y en la formación de su personalidad, a corto, mediano y largo plazo: la de cuidarlo con esmero teniendo en cuenta todas sus dimensiones como ser humano, desde el mismo momento de su concepción y, si es posible, desde antes.
Para poder afrontar esa tarea con éxito, resulta fundamental tener en cuenta que el niño es una persona en formación y que por lo tanto, su cuidado debe afrontarse desde tres dimensiones al mismo tiempo:
1. el niño como un ser situado en el mundo: lo que le confiere unas características biológicas específicas, que exigen a sus mayores (padres y demás familiares) estar pendientes de hacerlo evaluar periódicamente para vigilar cada una de las etapas de su proceso de crecimiento y desarrollo adoptar en su cuidado diferentes pautas de atención, alimentación, inmunización y estimulación, entre otras.
2. el niño como un ser en compañía de otros: lo que implica que las características de la red de relaciones que se tejen dentro de su familia, y específicamente en torno a él, determinan la forma como se va perfilando su personalidad y al mismo tiempo condicionan de manera importante su desarrollo físico.
EL PUNTO DE PARTIDA
La influencia de la familia en el desarrollo de la personalidad
constituye un hecho ampliamente reconocido y estudiado
por las diversas disciplinas que analizan y valoran la conducta
humana. El hecho de que esta influencia pueda degenerar
en modos de comportamiento que son expresión de
un desarrollo inadecuado de los individuos y lleva consigo una disfunción
evidente de sus roles específicos es, sin duda, un problema que
han de afrontar cotidianamente los Trabajadores Sociales y que vamos
a abordar, aquí y ahora, teniendo presente de modo particular la incidencia
que tiene en relación con los menores.
El punto de partida va a ser la referencia a una experiencia personal
que hemos vivido coincidiendo con los comienzos de nuestra actividad
profesional. Se trataba de un niño de dos años, que formaba parte
de una familia considerada por nosotros como un ejemplo típico de
la llamada «familia multiproblema». En las sucesivas visitas a su domicilio,
la madre manifestó en una ocasión que el hecho de que siempre
estuviera sentado en su carrito se debía a que de este modo no constituiría
un obstáculo para el desarrollo normal de la vida familiar. La
razón última de este planteamiento radicaba en que era el menor de
cinco hermanos, todos ellos en edad infantil, carentes de cualquier pauta
coherente de comportamiento y extraños a una dinámica familiar mínimamente
rigurosa y estable.
En nuestras sucesivas visitas intentamos ayudar al niño a gatear y
a dar sus primeros pasos, lo cual hacía sentado e impulsándose mediante
el recurso de apoyar las manos en el suelo y entre sus piernas.
En suma, en dos años y medio de vida no había desarrollado sus extremidades
inferiores que, como puso de manifiesto un informe médico,
acusaban
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