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¿Por Qué Juanito No Se Ha Titulado?


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2013  •  1.580 Palabras (7 Páginas)  •  589 Visitas

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ESTUDIAR: ¿OBLIGACIÓN, DERECHO O QUÉ?

Desde la infancia los seres humanos hemos crecido con la idea de que el estudiar, más que ser un derecho es una obligación. Sin necesidad de explicaciones o razones que motiven este supuesto “deber”, los padres nos repiten y repiten sin cansancio aquella letanía que suele volverse

agotadora e incluso hasta fastidiosa desde el comienzo de la vida estudiantil hasta los últimos momentos de ésta: “Tú única obligación es ESTUDIAR”. Tal vez sea por ello que la mayoría de las personas crece con la idea tergiversada de lo que implica prepararse académicamente. Dejan de lado la pasión y el sentimiento por superar a aquellos seres que les antecedieron y las ganas de ser mejores en todos los aspectos cesan ante una mentalidad mediocre, conformista y llena de rutinas. Incluso me atrevería a decir que ya no existe el deseo en los jóvenes de llegar a culminar una carrera por la satisfacción de ser alguien mejor, sólo pretenden cubrir un requisito más que la sociedad y los propios padres han establecido, en la mayoría de los casos, sin algo más que la mera imposición haciendo uso de su poder de autoridad.

En este brevísimo ensayo abordaré un tema sumamente interesante que a lo largo de mucho tiempo ha sido estudiado y tomado en cuenta por infinidad de personas interesadas en conocer porqué son muchos los jóvenes que no culminan sus estudios profesionales, cuáles son los motivos que aquejan esta situación, qué factores influyen en la toma de decisiones para abandonar una carrera, en fin conocer el mejor panorama sobre este acontecimiento. Para ello el libro “¿Por qué Juanito no se ha titulado” será un trascendental punto de partida.

Se trata de un conjunto de historias que rodean a un personaje principal, mismas que se desarrollan dentro de, como era de suponerse, una universidad, en donde existen y predominan los “Juanes y Juanas Pérez” llamados así por el autor por ser personajes sin identidad, traumados y marcados por acontecimientos pasados en su vida que se han vuelto la razón de su forma de ser y de actuar para con los demás. Viciados por sus vivencias y corrompidos por una mala costumbre de “estudiar sólo por estudiar”, estos individuos viven infelices, lejos de encontrar su mejor versión de sí mismos y sin una motivación real para su propio progreso.

Triste es saber que lo relatado aquí por el escritor no está nada alejado de la realidad. Tal parece que es sacado de un diario de cualquier estudiante de cualquier carrera de cualquier universidad. La falta de orientación y del saber quiénes somos, en dónde estamos y a dónde queremos ir, provoca que al final del día terminemos siempre preguntándonos si estudiar (la carrera que cursamos) es la mejor manera de aprovechar nuestro tiempo o si es que existe alguna mejor opción para invertir en ella. Y lo malo no es que pensemos eso, el error radica en que lo hacemos fuera del tiempo ideal, desfasados de los momentos en que tendríamos que haber reflexionado sobre nuestro futuro y de lo que queremos para nuestra vida. Muchas de las ocasiones termina por ser uno, dos o tres años echados al cesto de basura al optar truncar una carrera que desde un principio no se tenía la certeza de querer estudiar o inclusive de poseer las aptitudes para llevarlo a cabo. El perjuicio que acarrea todo esto es tremendamente irreversible y ni los lamentos, ni los famosos “hubiera” arreglarán el detrimento que nosotros mismos ocasionamos.

La obra tiene su origen con una escena que me parece bastante trillada entre toda la comunidad estudiantil, no propia únicamente de los universitarios sino también de los alumnos de otros niveles como los de media superior. La de tener que estudiar con anticipación de sólo una noche para un examen con la esperanza de aprender todo lo visto a lo largo del parcial mediante osmosis, por algún conjuro divino o cualesquiera formas habidas y por haber que en el momento llegan a pasar por nuestra mente. Llegamos al punto de ponernos muy teólogos y pensar que Dios es tan bueno que no permitirá que el examen se realice pues Él sabe que no estamos preparados al cien por ciento y por su bondad no permitiría que a sus “hijos” les vaya mal. Pero la realidad es que no podemos adjudicarle todo lo que nos pasa al Creador ya que existen ocasiones en las que por nuestras propias acciones (u omisiones) tenemos resultados no muy gratos. Es así como se cumple aquella teoría de la causa-efecto.

La indiferencia es el principal causante de los desvelos una noche previa a los exámenes o a la entrega

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