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¿Sería Colombia un país distinto si Jorge Eliecer Gaitán no hubiera muerto?


Enviado por   •  15 de Marzo de 2015  •  3.757 Palabras (16 Páginas)  •  226 Visitas

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¿Sería Colombia un país distinto si Jorge Eliecer Gaitán no hubiera muerto?

Hace unos cuantos años en Colombia vivía un hombre, su nombre era Jorge Eliecer Gaitán había nacido el 23 de enero de 1903 fue Hijo de la profesora Manuela Ayala y el librero Eliécer Gaitán Otálora, en 1919 inicia sus estudios superiores en la Universidad Nacional de Colombia donde se titula como Doctor en Derecho y Ciencias Políticas el 29 de octubre de 1924 . Años después adelanta aún más sus estudios con un doctorado en jurisprudencia y opta por seguir un camino político siendo el líder de la cámara de representantes.

Para esa época existía una guerra de opiniones y partidos políticos, era la guerra entre liberales y conservadores

Por otra parte Gaitán era un líder salido de lo común. Su capacidad para contagiar a quienes lo oían no ha tenido igual en la vida del país y quizás tampoco en la de América Latina, con la probable excepción de Fidel Castro. La manifestación del silencio, a la que convocó a centenares de miles dos meses antes de ser asesinado, demostró su capacidad para controlar totalmente a las multitudes. Y aunque él mismo se calificaba de frío, la verdad es que estaba totalmente convencido de lo que decía y por eso era hablaba con la seguridad apasionada que caracterizaba sus discursos. Gaitán tal vez fingía en privado. Pero en público no fingía y la combinación de un hombre que cree ciegamente en lo que les dice a las multitudes y unas multitudes que creen ciegamente en lo que ese hombre les dice, es lo que les imprime a los grandes movimientos de masas esa dinámica en la que no puede haber marcha atrás.

Eso ocurrió en Colombia el 9 de abril. En el plomizo mediodía de ese viernes un hombre del pueblo, un desocupado que creía en otra fatalidad, la de los astros, y que no tenía razón lógica alguna para hacer lo que hizo, apuntó sobre otro hombre del pueblo, Jorge Eliécer Gaitán, un revólver tan viejo y averiado que ha debido fallar y en menos de un segundo cambió para siempre la historia del país. Lo que vino después, ya se conoce. Basta repasar la historia de Colombia en los último 50 años o simplemente mirar alrededor para constatar todo lo que Roa Sierra desencadenó. Lo que hay que preguntarse entonces y lo que nos hemos preguntado siempre millones de colombianos, como en la historia virtual - no es qué consecuencias trajo el asesinato de Gaitán, porque ellas son evidentes, sino qué hubiera ocurrido si ese día el taciturno operario cesante de una vulcanizadora no hubiera derribado de tres balazos diabólicamente certeros al gran caudillo popular.

HABRIA SIDO PRESIDENTE? Sin duda alguna, sí. El prestigio y la popularidad de Gaitán eran ya tan grandes que a pesar de la terrible violencia a que estaba sometido el Partido Liberal, su elección como Presidente en 1950 resultaba inevitable. Al triunfar en las elecciones de 1947 sobre el sector oficialista de su partido, encabezado por Eduardo Santos, Gaitán logró unir al liberalismo en torno suyo sin una sola excepción. Pero además, con un programa de gran contenido social que exponía con la más convincente elocuencia, consiguió ganarse la simpatía de otros sectores, incluyendo unos cuantos conservadores que, a pesar de la tradicional polarización del país, ya habían votado por él en las presidenciales de 1946. Paradójicamente, a la conversión de conservadores al gaitanismo contribuyó el propio Jefe Conservador, Laureano Gómez, quien durante buena parte de la campaña de ese año había apoyado a Gaitán desde El Siglo con el fin de atizar la división del Partido Liberal. Así ocurrió y, como se sabe, por obra de la división liberal, hábilmente estimulada por Gómez, Mariano Ospina, proclamado candidato conservador casi a última hora, derrotó a los liberales divididos entre Gabriel Turbay y el mismo Gaitán.

Sin embargo la imagen favorable de Gaitán que Laureano había promovido insistentemente desde El Siglo se mantenía en la retina de muchos de sus copartidarios pobres, que también acabaron por ver en el caudillo y en su plataforma política la única solución para sus propios agudos problemas de marginación social. El hambre no es ni liberal ni conservadora, había dicho Gaitán alguna vez, y esa verdad tan simple empezaba a desplazar en la conciencia de todas las gentes pobres a las viejas consignas partidistas.

Gaitán, entonces, quienes lo seguían y, tal vez más que nadie, quienes se le oponían sabían que iba a ser presidente. No se ha podido establecer si esa certidumbre activó el revólver de Roa Sierra. Pero sí se sabe que los jefes conservadores de ese entonces no encontraron otra fórmula para tratar de atajarlo que la de ejercer desde el gobierno la Violencia e impedir a toda costa el triunfo Liberal.

LO HABRIA DETENIDO LA VIOLENCIA? La Violencia, que ocasionó el retiro de la candidatura de Darío Echandía en las presidenciales de 1950 y llevó al liberalismo a decretar la abstención, no habría producido los mismos efectos en un dirigente del temperamento mesiánico de Gaitán. Echandía, aunque valeroso, no era un ente de pasión sino un ente de razón. Durante toda su vida, el Maestro practicó un panglossiano escepticismo que lo llevó a lanzar frases como aquella de el poder para qué?, que aunque en ocasiones ha sido mal interpretada, describe muy bien su desapego a las tentaciones y a los halagos del mando.

En sus reflexiones, Echandía había llegado a la conclusión de que la política de persecución a su partido no podía ser indefinida y que el liberalismo, claramente mayoritario, algún día regresaría al poder, a condición de que supiera esperar. Acostumbrado, como buen humanista, a pensar en términos de siglos y a practicar la dialéctica, el Maestro supo entender que la Violencia acabaría por hacerle más daño al partido que la ejercitaba que al que la sufría y decidió renunciar a sus aspiraciones y postergar las de su colectividad para evitar que los liberales fueran asesinados por obra del complejo de minoría que afectaba la conducta electoral de los conservadores.

Gaitán habría actuado de otra manera. La frase que definía su actitud frente a la campaña era una tremenda consigna de combate y no una reflexión cautelosa. Ante las gentes, que lo seguían con fervor sin límites, había adquirido un compromiso irrevocable: Si avanzo, seguidme, si retrocedo, matadme y se me matan, vengadme!, había dicho, y él y las multitudes que acaudillaba, sabían que ya no tenían otra alternativa que la de triunfar. Como ocurre con todo gran líder popular, entre Gaitán y su pueblo se había creado una relación tan íntima y compleja

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