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Tercera Derrota


Enviado por   •  16 de Octubre de 2013  •  2.524 Palabras (11 Páginas)  •  297 Visitas

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TERCERA DERROTA

O

EL IDIOMA DE LOS MUERTOS

Tercera derrota o el idioma de los muertos es un texto narrativo que forma parte de “Los girasoles ciegos”, obra de Alberto Méndez. El libro consta de cuatro relatos que transcurren en el período más duro de la posguerra, que va desde 1936 a 1942, son relatos totalmente independientes pero enlazados entre sí. Sus personajes son seres vencidos, que se encuentran en un camino sin retorno recorriendo una senda de dolorosa e ignorantes de en qué momento llegará su fin. España al final de la guerra civil y en los tiempos inmediatamente posteriores, era una inmensa cárcel donde los vencedores se comportaban con los vencidos con brutalidad e inhumanidad. Los vencidos no tenían derechos, no tenían bienes, no tenían futuro. Lo único que les quedaba era su dignidad y muchos la sacrificaron por seguir viviendo.

La tercera derrota se desarrolla, durante varias semanas, en una prisión militar en el año 1941, en plena posguerra, donde los presos esperan ser juzgados y fusilados. Durante todo el relato vemos la descripción de los presos, su situación, sus sentimientos y pensamientos. El acontecimiento inicial que va a desencadenar todo el conflicto y romper el equilibrio es el “sí” dado por Juan Senra durante el interrogatorio al que es sometido. A partir de ahí empezamos a conocer a Juan, el protagonista, sus recuerdos, sus relaciones, sus miedos, sus pensamientos más profundos, su odio, las mentiras que trama para alargar un día más su vida: “Juan recordó demasiadas cosas al mismo tiempo y sintió demasiados miedos para seguir enhiesto”. Conoceremos también algunos de sus compañeros de celda, su vida en la cárcel e incluso la vida anterior que les llevo a esa situación. Por último, después de estar tan cerca de la muerte, de ver morir a varios compañeros, será la muerte de Eugenio Paz, con el que había compartido intimidades y en el que de alguna manera se siente reflejado, la que hará que Juan se sienta derrotado, vencido y decida contar la verdad, lo que le llevará a la muerte.

El relato transmite tristeza, oscuridad, soledad, derrota, desesperanza, impotencia, sufrimiento, angustia, agonía y, sobre todo, muerte: “Consideró todas esas sensaciones como una forma de aprender a no estar vivo y trató de imaginarse en qué idioma hablaban los difuntos”. Nos habla de derrotas en la derrota, de personas concretas, de desastres individuales debajo del gran caos de la pérdida de la guerra. Trata de la derrota en tiempos de guerra, del sentimiento de pérdida repleto de dolor y tristeza, se unen los destinos de unos personajes en los difíciles años de la posguerra. Son todos personajes vencidos, incluso algunos de los vencedores, recorriendo un camino que no tiene vuelta, donde la única elección reside en entregarse o resistir, vagando en la memoria hacia el momento en el que les llegue su hora “ni siquiera las amenazas del alférez Rioboo ni los golpes en la cara del secretario albino, pintor de estandartes, lograron obtener algo parecido a una posición de firmes”. Emana crudeza, tristeza, desolación y nos ofrece un bello y aterrador retrato de la memoria. Juan Senra, teniendo en su mano la salvación opta por morir con dignidad.

Un narrador omnisciente nos va contando durante todo el relato la historia de Juan Senra, su vida, su situación, sus miedos y sus sentimientos. Es un músico, profesor de chelo y estudiante de medicina, es masón, comunista, organizador del presidio popular y un criminal de guerra que está encarcelado en una prisión militar, se encuentra abatido, hambriento y con miedo: “la nuez que saltaba asustada cada vez que tragaba saliva”. Es en esa cárcel donde pasará sus últimos días y donde su vida dependerá de lo lejos que pueda llegar con una mentira. Juan Serna es un vencido, un derrotado que abre los ojos al ver morir a su amigo eternamente lleno de piojos. Se escabulle de la muerte con mil y una tretas y, finalmente, se deja suicidar por lo que considera injusto: “una languidez insensible al frío, al hambre, al aliento de los demás se apoderó de él”.

El relato empieza con el interrogatorio de Juan Senra, quien afirma haber conocido en la cárcel de Porlier al hijo del coronel Eymar que preside el tribunal militar: “dijo sí y, sin saberlo, salvó momentáneamente su vida”. Ese “Si” va a cambiar su destino y la vida del coronel Eymar, que después de cientos de interrogatorios encuentra a alguien que conoció a su hijo y no sabe muy bien que hacer con esa respuesta, y también la vida de su esposa a la que devuelve la ternura de madre. Ya entonces, Juan se da cuenta del peligro que corre si dice la verdad: “Senra sintió cierto miedo al introducir algo de verdad en sus respuestas” y durante el segundo interrogatorio empieza a mentir para salvarse. Es el alférez Rioboo quien le indica la versión que el padre quiere oír cuando, al decir Juan que el hijo estaba preso por pertenecer a la quinta columna, grita: “¡Por ser un héroe, hijo de puta, por ser un héroe!”. Juan ya sabe el tipo de retrato que tiene que pintar ante los padres Eymar y el narrador va evocando la sucesión de los interrogatorios insistiendo en las mentiras de Juan: “las historias que urdió, “las mentiras de Juan”, “eran mentiras no del todo inventadas”, “volvió a mentir, a inventarse historias”, “aquellas mentiras”, “todo lo que les he contado hasta ahora es mentira”, Gracias a esa estrategia, Juan no sólo se salva sino que llega a encarnar al hijo muerto y convertido en héroe mediante una palabra que le devuelve a la madre cierta ternura. Para ella, Miguel sigue viviendo a través de Juan, a través de su memoria: “como ella le tomaba por el brazo y maternalmente le obligaba a sentarse junto al atónito coronel”.

Los comentarios del narrador nos enseñan lo que Juan recuerda de Miguel para sus adentros: “Recordaba perfectamente quién era porque era uno de esos casos que no siquiera el horror de la guerra logra enterrar” y lo que contesta en voz alta al coronel “-Por pertenecer a la quinta columna-mintió-, mi coronel”, insistiendo en la distancia que separa las dos versiones, el relato halagador de quien fue un estraperlista traidor. Juan va elaborando, a partir de su memoria de la guerra, una ficción que convierte a Miguel en un ser bueno que no fue. Y la estrategia funcionó, mientras dice lo que el coronel y su mujer quieren escuchar, se salva, mientras que cuando empieza una versión más verídica, se condena.

El relato continua y el narrador, siguiendo una secuencia temporal con recuerdos del

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