ENSEÑANZAS DE LA PELICULA EL DIA DESPUES DE MAÑANA
23090506Tarea25 de Abril de 2017
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THE DAY AFTER TOMORROW
El día después de mañana
Enseñanzas de la película
Marzo, 2017
Estrenada en Estados Unidos el año 2004, The Day after tomorrow del director Roland Emmerich (Alemania, 1955; dirigió también Independence Day, 1996; Godzilla, 1998; El patriota, 2000), es una película de ciencia ficción cuya aproximación a la realidad podría ser escalofriante. Su tema central gira alrededor de los efectos del cambio climático, tanto los reales como los fantasiosos propuestos por el film, y los subraya en el contexto de la presidencia conservadora y de derechas del ex mandatario norteamericano, George W. Bush, y su vicepresidente, Dick Cheney (2001-2009), ambos acérrimos enemigos de la evidencia científica referente al cambio climático.
Más allá del carácter propiamente ficticio y quimérico del guión, The Day after tomorrow, como cualquier obra de arte, imita a la vida y la realidad y la muestra a un grado célebre de alcances masivos. La película fue un éxito comercial y de taquilla, favorita de los públicos jóvenes, y de las audiencias en general a escala global. Toca un tema aún tabú y sinónimo de burla para muchos políticos y empresarios conservadores en los Estados Unidos, y en las élites socioeconómicas y aristocráticas más ricas del mundo. Aquellos poderosísimos caciques del petróleo, del carbón, de la industria energética y automotriz, entre otros, que se niegan por sobre todas las cosas a aceptar que sus negocios están echando a perder el clima y matando al planeta. El problema es que ellos, los empresarios y la aristocracia, el mercado, son los dueños del Estado, dueños de los congresos y de los supuestos “representantes” populares. Entonces, es imposible introducir cambios o mejoras para favorecer al medio ambiente. Si el pueblo, los electores, la gente que vota y trabaja todos los días para darle vida a la economía de una nación, si esa gente fuera la dueña del Estado, otra cosa sería. Se privilegiarían los intereses comunes, aquellos que beneficien a la mayoría social, y no a la minoría pudiente.
Por supuesto, a nadie se trata de perjudicar. Los patrones y sus empresas dan trabajo, proveen empleo y contribuyen con su riqueza al funcionamiento de las economías. Al reto del cambio climático le urgen acuerdos inteligentes, no confrontamientos vanos. Lo ideal sería regular y equilibrar la producción de las empresas energéticas y automotrices, aunque esto represente pérdidas iniciales, pero que podrán recuperarse paulatinamente, incluso con nuevas inversiones, o también concesiones por parte del Estado. Un porcentaje de los autos fabricados deberían ser autos ecológicos, eléctricos. Un porcentaje de la energía eléctrica sería a base de energía eólica e hidroeléctrica. La dependencia del carbón y del petróleo también debería regularse, y ajustarse a porcentajes de reducciones paulatinas, nunca a la desaparición total de las industrias en cuestión. Esto contribuirá, indudablemente, al esfuerzo titánico que representa reparar un poco el daño que como humanidad le hemos propinado al clima y al planeta. Por más que personajes títeres como Bush y Trump se opongan a la lucha y nieguen con todas sus fuerzas la realidad del cambio climático, a los votantes, a los electores, que somos la mayoría en la ecuación, nos corresponde la tarea de presionar al Estado para que se incline políticamente hacia la dirección correcta. Y sólo podemos presionar con nuestros votos. Cuando no hay dinero tienes votos, tienes la fuerza de la movilización mayoritaria. Si es que eso llegase a ocurrir.
La gran enseñanza de The Day after tomorrow es obvia, desde mi percepción. Son ese tipo de películas que te acercan a un mensaje científico, actual, y prioritario de una manera divertida, entretenida y sencilla. El mensaje es más que claro. Este planeta es nuestro hogar, y sólo a nosotros nos corresponde cuidarlo, amarlo, preservarlo. Y no se trata aquí del juicio de la historia, o los problemas que les dejemos a las futuras generaciones. La historia ya nos alcanzó, ya está encima. Y el problema es muy presente, nos afecta a diario. El tamaño del desafío se nos para de frente, retándonos a imaginar y diseñar soluciones tan creativas y eficientes, como enorme es el problema.
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